Capítulo 9

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Ella no sabía como lo enfrentaría al día siguiente, se había dado un baño intentando borrar el rastro de Andreas en su cuerpo, pero cuando se había mirado al espejo aún tenía los labios inflamados por los besos y las mejillas sonrosadas. El agua no era suficiente para borrar lo sucedido, porque además, ella había permitido que sucediera, ella había querido que pasara. Toda la noche había sido extraordinaria, el baile, las caricias, simplemente cuando él la había besado con pasión había sido natural que el deseo siguiera su curso. Era verdad lo que le había dicho a él, ninguna mujer podría resistirse si Andreas Charisteas decidía seducirla, era como querer detener al sol, era imposible.

Además últimamente su femineidad adormecida había despertado, era normal que una mujer de su edad respondiera a los estímulos sexuales, Andreas era hermoso, sexy, un amante experto y ella era una presa demasiado fácil en sus manos. No era tan extraño que las cosas hubieran llegado tan lejos, por suerte un segundo de cordura la había rescatado, evitando que cometiera el peor error de su vida.

Sin embargo, no sabía como seguir ahora. Solo de recordar que él la había visto desnuda, que la había tocado, se avergonzaba. ¿Cómo volverían a ser los de siempre, después de aquello? Se acostó pero permaneció despierta por mucho tiempo sin poder encontrar respuestas a sus inquietudes y sin poder acallar la protesta de su cuerpo por el deseo insatisfecho.

Al levantarse descubrió aliviada que no tendría que lidiar con ello aún, Andreas se había marchado, dejando una nota que decía que viajaba. Sólo eso, no informaba ni a dónde ni por cuánto tiempo.

Cinco días después, Sophie seguía sin saber demasiado sobre Andreas, él sólo había hecho que su secretaria le informara que estaba en Nueva York, pero sin darle mayores precisiones. En viajes anteriores llamaba para saber como estaba ella o para contarle cosas, ahora parecía querer poner la mayor distancia entre los dos, la joven ya no sabía que era lo mejor.

Fue al club de equitación para distraerse un poco, pasó por el establo que tenían a buscar a su caballo favorito para dar un paseo.

-Hola Niké –saludó al caballo negro acariciándolo, el animal había bajado su cabeza apenas la había visto entrar.

-¿Van a dar un paseo? – preguntó el mozo de cuadra.

-Sí, Lucio, ¿él está bien?

-Cada día mejor , señora.

-Lo tomaremos con calma – dijo ella y tomó las riendas del animal. Pasear con Niké significaba que ambos caminarían un rato, el caballo había sufrido un grave accidente un año antes y era posible que nunca más sirviera como montura pero a ella le alegraba verlo mejor.

Sophie recordó el accidente. Ella montaba a Niké cuando un ruido lo espantó, ambos cayeron al suelo y Andreas que cabalgaba a poca distancia corrió hasta ellos. La joven se había golpeado con bastante fuerza y estaba aturdida, los gritos de él la hicieron reaccionar. Cuando pudo incorporarse vio a Niké caído luchando por levantarse. Uno de los cuidadores dijo que se había quebrado una pata y que deberían sacrificarlo, ella gritó que no, pero Andreas la alejó maldiciendo al caballo y recordándole que podría haberle costado la vida.

"No lo mates, no fue su culpa" rogó ella una y otra vez entre lágrimas. Pero él estaba decidido, además le recordó que era un caballo de carreras pura sangre, si no podía correr , no servía para nada y pagar un tratamiento sería desperdiciar dinero. Sophie se culpó a ella misma y su poca pericia como jinete y usó mil argumentos que él ignoró.

"Es una vida , Andreas. No tiene que ver con que sirva o no, es algo sagrado. Y no me importa si es inútil ...puede recuperarse, por favor , deja que viva, hazlo por mí" pidió sin cesar, pero él no pareció escucharla, sólo insistía en llevarla al hospital para una revisión.

Rompe tu promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora