3 años después
Andreas se detuvo un momento en el umbral de su casa, antes de llamar a la puerta. Le resultó curioso que el único lugar al que había llamado hogar en toda su vida, fuera aquel en el que vivía con una mujer que era y no era su esposa. Una mujer que a lo largo de tres años había significado muchas cosa para él, desde una adversaria hasta una amiga.
Aun recordaba la decepción de Sophie al comprender que debería vivir con él y que su abuelo ya no la recibiría en su casa, ella había intentado convencer al anciano de dejarlos vivir junto a él, pero éste se había negado rotundamente, cosa que Andreas agradecía. No le hubiera alegrado vivir bajo el mismo techo que Stefanos Tatsis, menos aún cuando su matrimonio era una farsa.
Habían pasado su primera noche como marido y mujer en una lujosa suite de un hotel , cada uno en una habitación diferente y a la mañana siguiente, durante el desayuno, Sophie había declarado que tampoco viviría en casa de los Charisteas sino que quería una casa propia.
"También tengo mis condiciones para mantener este matrimonio" había afirmado con falsa seguridad, mientras la voz le temblaba imperceptiblemente.
Andreas había accedido al capricho de ella, después de todo él pasaría la mayor parte del tiempo viajando, mientras ella se quedaba en casa.
Entre los dos habían escogido aquel lugar, Sophie quería algo más pequeño, pero él necesitaba que cumpliera con algunos requisitos, como seguridad privada, y suficiente espacio para ser la residencia digna de los Charisteas. Habían adquirido algo intermedio, adecuado al gusto de ella y aceptable para él.
Sin embargo no era la casa tradicional que se esperaría de herederos millonarios, Sophie había logrado que fuera un lugar cálido, con objetos bellos y prácticos. No era una casa para mostrar en las revistas, era un lugar para vivir, y al que uno deseaba arribar cuando estaba cansado. Cosa que últimamente le sucedía con bastante frecuencia.
También meditó brevemente en la mujer que esperaba en esa casa, era decidida y activa, le gustaba reír, era amable con todos, confiable y bondadosa. Al principio de su matrimonio se había comportado con timidez y cautela, pero luego había ganado seguridad y poco a poco se había convertido en una mujer que contagiaba vitalidad. Andreas no sabía decir con exactitud cuando había cambiado, pero algo le decía que simplemente en algún momento Sophie había decidido dejar atrás sus miedos y ser ella misma.
Finalmente apartó sus pensamientos y llamó a la puerta, sólo entonces se dio cuenta de que había pasado varios minutos bajo la lluvia nocturna.
-¡¡Andreas, qué haces aquí!! No me dijiste que volvías.– exclamó Sophie sorprendida.
-Sólo adelanté un poco mis planes...-dijo él al entrar a la casa.
-Estás empapado, quítate esa ropa mojada , te buscaré algo seco para que te des una ducha caliente– le dijo amagando con irse.
-Espera Sophie..
-Te enfermarás Andreas.
-Sólo un segundo, tengo algo para ti...-dijo metiendo su mano bajo el sobretodo y sólo entonces ella notó el bulto que había en el pecho de él.
-¿Qué tienes...?-comenzó a preguntar y él sacó un pequeño cachorro que estaba tan empapado como su ropa.
-Creo que necesita más de una toalla que yo...
-¡Ohhhhhh!- exclamó ella y se acercó para tomar al perrito entre sus brazos – hola pequeño.
- Lo vi de milagro mientras conducía hacia aquí, estaba tirado a la vera del camino, así que pensé en traerlo. Tú siempre andas recogiendo animales abandonados y colaborando con refugios, iré a darme una ducha caliente mientras tú te ocupas de él .
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Rompe tu promesa
RomanceAños atrás cuando se habían unido en aquel falso matrimonio. Andreas había rechazado a su inocente esposa, Sophie, y con su terrible soberbia le había hecho prometer que nunca se enamoraría de él. "Nunca te amaré Andreas" había prometido...