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Me siento en el sofá mientras mis padres inspiran como si estuvieran cogiendo valor para decirme lo que me tienen que decir. Hay que admitir que actúan muy bien, casi me creo hasta yo que se preocupan por mi...

- Antes de decir nada queremos que nos prometas que no nos vas a interrumpir y nos vas a dejar terminar de hablar - me dice mi padre. Mi madre a todo esto se dedica a asentir como si le fuera la vida en ello.

- Lo prometo - murmuro a regañadientes.

No se como lo voy a hacer, pero lo intentare. Es que... Están pidiendo algo prácticamente imposible ¿Yo no interrumpir? Esto me empieza a dar miedo. No puedo estar mas nerviosa, siento que el corazón se me va a salir del pecho en cualquier momento.

Mi madre coge aire y empieza a hablar.

- Conoces a casi toda tu familia por parte de madre, es decir por mi parte. Y digo casi toda porque nunca has llegado a conocer a mi hermana pequeña - me explica mi madre mientras tiene la mirada perdida como si estuviera recordando algo. - Ella y yo eramos inseparables, eramos uña y carne. Nos entendíamos sin hablar siquiera. Un día ella llegó muy tarde a casa. Por muy tarde me refiero a que ni siquiera durmió en casa, llego por la mañana al día siguiente y bastante bebida. Por aquel entonces yo tenia veinte años y ella quince. En cuanto llegó me llevo a su habitación y en cuanto cerró la puerta se puso a llorar. Nunca la había visto llorar y en ese momento se me rompió el corazón, no sabia que hacer ni decir. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que estaba embarazada - se para un momento y sigue. - No sabia que hacer, ella no dejaba de llorar, llevaba a un ser en su vientre y estaba bebida. La tranquilicé, pero un día nos enfadamos porque ella me llamo estirada y amargada y yo a ella zorra y simple. Ese mismo día fui a mi madre y le conté sobre el embarazo de mi hermana. Ella ya llevaba 3 semanas embarazada para entonces. Mis padres estaban muy enfadados, tanto que la echaron de casa. Ella no me volvió a hablar nunca, no nos volvimos a ver desde aquel día en el que mi madre le cerro la puerta dejándole sin un hogar donde vivir y criar a su hijo. No podía sentirme peor. Con el tiempo intente olvidarme de ella, pero es imposible, aun me sigo acordando de ella cada día. Encima tu, siempre te has parecido demasiado a ella, incorregible, imprudente, espabilada, inteligente, rebelde... Si alguna vez me he pasado contigo esta es la razón. Me sigue doliendo haber perdido a mi hermana pequeña. Perdón. Perdoname.- llegados a este punto mi madre ya estaba llorando y mi padre abrazándola.

- ¿Y que tiene que ver esto con Aiden y conmigo? - pregunto confundida.

- Te hemos dicho que no interrumpas hasta que terminemos de hablar - me dice mi padre.

- Vale... - murmuro lo suficientemente alto como para que me oiga.

- Cuando estuvimos investigando sobre Aiden fue en realidad porque me recordaba mucho a mi padre, no te puedes hacer ni idea de todo lo que se parecen y encima tienen los mismos ojos que mi hermana pequeña - explica sonriente. - Luego no enteramos de que su madre es Isabela.

- Brooke... - llama mi atención mi padre cuidadosamente. - Isabela es la hermana pequeña de tu madre.

- Aiden y tu sois primos - Termina diciendo mi madre.

Y juro que en este momento mi corazón se ha parado. No puede ser verdad. No puede estar pasandome esto a mi. Simplemente no. No. No. Y no.

Vida Imperfectamente Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora