Oportunidad

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Dejé los libros y la mochila de clase en mi taquilla para después cambiarme. Había salido más tarde y no me había dado tiempo a ir a casa. Me había comido un bocadillo por el camino y ahora empezaba mi turno en la cafetería como todas las tardes.

Me puse la camiseta negra con el logo de la cafetería a un lado y suspiré. Siempre había admirado a la gente que estudiaba y trabajaba, los consideraba luchadores porque eran capaces de aprobar estando ocupados el cincuenta por ciento del tiempo.

Yo estudiaba y trabajaba desde hacía unos meses y no me consideraba una luchadora. Al contrario, daba lástima. Mis ojeras eran notorias porque tenía que estudiar por las noches si es que quería al menos aprobar, y me conformaba con el aprobado raspado, por lo que mis notas habían descendido un poco. Tampoco es que antes fuera alumna de sobresaliente.

Había pasado innumerables noches dormida en mi escritorio babeando encima de mis apuntes. El trabajo y mi situación personal no ayudaban a mi concentración.

Siempre había juzgado a las personas que no eran capaces de vivir sin un hombre, o las personas que lloraban una ruptura por meses y meses. Yo era más de la segunda, según me había dado cuenta. Obviamente, podía vivir sin Taylor, era independiente y estaba segura que alguno de los peces que había en el rio se fijaría en mí. Si no era Taylor, sería otro.

Por otra parte, odiaba el hecho de que Taylor hubiese sido un capullo nato. Aún lo quería, a pesar de que me hubiera hecho daño. La mayoría de los momentos vividos con él, eran risas, abrazos, besos y sonrisas.

Me encantaba cuando dormía abrazado a mí, cuando me ponía mala con el periodo y el bajaba a comprarme compresas —obviamente refunfuñando— O cuando teníamos esas charlas por la noche donde él me escuchaba atentamente y podía desahogarme.

También me gustaba que supiera cada cosa de mí. Sabía cuándo estaba preocupada, nerviosa, que odiaba y que amaba. Mis escritores favoritos, todo. Absolutamente todo. No olvidaba nada de lo que le contaba, y eso era impresionante.

Empecé a trabajar, sirviendo cafés, saludando a los clientes de siempre y dándoles una pequeña conversación antes de tomar nota. Sabía que Lily, una anciana de ochenta años, quería un té de canela y unas galletas. Siempre venía a la misma hora, por lo que intentaba tenerle todo preparado, a lo que ella agradecía con una sonrisa y dejándome algo de propina a veces.

También estaba Charlie, que pedía su café con un poco de whisky. La señora Thompson pedía un vaso de leche con un trozo de tarta de queso, y después estaba Brad, que llegaba a las seis y siempre pedía un café. Sin embargo, ese día no vi al chico tatuado entrar. Un chico rubio de ojos azules y pelo desordenado entró en su lugar. Sí, era ese al que yo solía llamar novio. Mi mirada se encontró con la suya mientras limpiaba una de las mesas mientras Frank, el dueño, le servía a un hombre una taza de café.

— Hola —me saludó.

— Hola —dije dejando de limpiar la mesa—. ¿Qué ocurre?

— Quería verte.

— ¿Vas a tomar algo?

Escuchamos la campanita de la puerta, haciéndonos saber que había un nuevo cliente, pero todos nos giramos al escuchar los gritos de dos individuos que nos pedían que nos tirásemos al suelo.

— ¡Al suelo y nadie saldrá herido! —gritó uno de ellos. Llevaban un pasamontañas negro y una pistola en su mano.

Escuché a la gente que había a mi alrededor gritar asustada y el ruido de las mesas y las sillas. Ese hombre volvió a repetir que nos echáramos al suelo y disparó cuando Taylor me llevó con él al frío suelo. Mi cuerpo quedó tirado entre dos mesas y escuché varios golpes mientras exigían a Frank que abriera la caja y le dieran el dinero. Estaba tan aterrada que ni siquiera podía mirar hacia arriba.

Como conquistar a un chico / Disponible en DreameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora