Lee mi pasado que el futuro se ha quedado en blanco.

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La luz levanta el día y el sigue sentado esperando de nuevo la vuelta de la oscuridad; piensa que sólo así, sólo así será capaz de olvidar.

Los papeles en blanco son fáciles de escribir pero a él siempre le gustó borrarlas para no recordarlas; sus palabras.

Hubo un tiempo en el que deseó ser el fuego que alimentase una vida, la fuerza ante la debilidad, la clemencia ante la crudeza; la esperanza ante la incertidumbre. Quiso ser para los demás lo que nunca pudo ser para sí mismo, la chispa que encendiese la llama de la vehemencia.

Tú fuiste su delirio, su frenesí, su padecimiento, su lujuria; su deseo. 

Tan sólo unos segundos y el tiempo se encargó de que un recuerdo perdurase por lo más eterno.

Quiso abrazarte, besarte como si el más penumbroso de los finales estuviese por llegar; quiso encumbrarte y llevarte al séptimo cielo del arte. Pues para él tú fuiste la maestría del orden, la perfección de la más bella de las sensaciones.

Siempre se pregunta por qué, por qué olvidar aquello por lo que una vez volvió a soñar; por qué dejarse teñir de negro bajo la luz del sol.

Pero siempre halla la respuesta:

Nunca nadie entenderá su llama de la devoción. Es difícil encontrar esa emoción de comprensión, de entendimiento, de afinidad cuando uno nunca ha sido cómplice del amor.

Los segundos nunca han bastado, pues la humanidad insiste que la llama la encienda la vista; pero él siempre será el ciego que trate de ver en la oscuridad.

Pensamientos desde el fondo del mar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora