El clan de la luna

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"Que Selene, nuestra madre... ilumine nuestros pasos cuando caíga sobre nosotros la perpetua oscuridad..."

Dicen que la luna está rodeada de muchos misterios, e historias míticas que durante mucho tiempo han pasado de una generación a otra.

Se dice que con sus facetas suele infundír la conducta humana en ciertos aspectos, otorgándole desde ira hasta euforia e incluso melancolía.

Igualmente en la mayoria de culturas se asocia a la luna con diferentes diosas, describiéndola como una hermosa mujer de tez pálida y de ojos plateados, poseedora de una belleza mágica, de carácter romantico y amoroso...

Ese ser tan hermoso es conocido por nosotros como Selene, nuestra madre.

La luna es la que nos cuida y guía en la guerra que silenciosamente ha comenzado a resurgir entre los demás clanes.

Existen tres clanes más aparte del nuestro; el clan de cristal, el de las sombras y el del sol. Este último es nuestro enemigo directo y más peligroso, debido a su cantidad de miembros y la fuerza con la cual aplastan todo a su paso.

En fin, no se sabe mucho sobre el origen exacto de los clanes, sólo que nuestra existencia ha mantenido el equlibrio del mundo. Pero ¿Cual ha sido la causa de que ese equilibrio se fuera al caño?

El poder.

Al principio a cada clan, le fue otorgada una llave. Debo mencionar que nos ubicamos en los cuatro puntos alrededor del mundo y que esos puntos son puertas directas hacía pesadillas... o mejor dicho, demonios ansiosos de devorar almas humanas. Se dice que poseer las cuatro llaves daría el dominio total y absoluto sobre los demás clanes, incluyendo el poder sobre los ejercitos del inframundo.

Hace setenta años el clan de cristal fue atacado y estuvo apunto de perder la llave y de ser extinto, más el clan de la luna los apoyó recuperando la llave pero le fue imposible la captura del ladrón. Desde allí la desconfianza y disputas comenzaron a fracturar la alianza fundada hace siglos.

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— ¡Joder! ¡Dianaaa!

La luz del día comenzaba a iluminar de forma odiosa toda la habitación, dándome de lleno en el rostro mientras la voz incesante de Sebastían no dejaba que volviera a cerrar los ojos. Odiaba tener que levantarme luego de trasnocharme e incluso pensé en ignorarlo, pero él ya estaba en mi puerta golpeando una y otra vez.

— Sé que estas ahí! ¡Levantate de una vez! —Insistió.

Un nuevo golpe esta vez más fuerte y ya comienzo a Pensar seriamente en quitarle las llaves de mi deparmento. Dejé escapar un bostezo al salir de la cama; semi-desnuda. No acostumbro a usar pijamas pues vivo sola, además de ello mi cabello se encontraba enmarañado. Justo antes de que pudiera seguir con su escandalo y sin importarme como mi aspecto abrí la puerta de un sólo movimiento.

— Dime que es algo importante... o te pateare el trasero en esté instante.

Expresé con cierta molestia. Aquel iba a hablar pero al verme, de arriba hacía abajo, un tono rojizo invadió sus mejillas mientras desviaba la mirada hacia el interior de mi habitación.

— Por dios, Diana ¡cubrete!.

— Dejate de tonterías, y habla de una vez.

— Bien... — Lo veo tomar aire, y sólo se me antoja patearlo. — ¿Recuerdas que día es hoy?

— Dejate de rodeos y escupelo, ¿No vendrías hasta aqui sólo a preguntarme idioteces? supongo.

— No, no... Es sólo que... hoy — Volvió a tomar aire y cuando se dignó a verme de frente me fijé en sus ojos igual de grisáceos que los mios. — Hoy es el día de la presentación y...

—¡Joder!

Sabía que algo se me había olvidado, rápidamente me metí al baño olvidando que Sebastían seguia afuera. Luego salí a buscar un short de blue jeans y una franelilla negra, ya vestida tomé mis botas negras y en cuestión de minutos, ya estaba lista. Busque mi enorme bolso deportivo y sujeté a mi compañero de equipo obligándolo a acelerar el paso.

Apenas tardamos media hora en llegar al campo de entrenamiento, las gradas puestas en los extremos estaban a reventar los jueces y los tres equipos contrincantes ya habían iniciado el evento y llevabamos una hora de retraso. El entrenador Erick parecía que iba a matar a alguien y me imagino de quien se trata.

— Oh señorita Bellrose, al fin se ha dignado a acompañarnos.

Expresó, haciendo un ademán con las manos tal cual un sirviente lo haría con una princesa, exhalando puro sarcasmo y molestia. Le Sonreí con sorna. Sabía que era tarde y que ya la mayoría de los equipos habían puesto en el campo a sus mejores arqueros, sólo faltabamos nosotros y aunque llevábamos la ventaja había que asegurar el triunfo.

— Lo bueno se hace esperar, Señor Brown.

No pude evitar reír ante el rostro de irritación de mi maestro y tutor. Todo mientras me colocaba mi pechera, de color azul, tomando mi arco y seis flechas del mismo color, La voz de la anunciante llamó en entero mi atención hacía el campo.

"Equipo Rojo, último competidor... Elliot Graciani ."

— Nuevo competidor, será pan comido.

Admití arrogante. Sin embargo, no pude evitar mirar fijamente al novato del equipo rojo. Debía admitirlo, era sumamente guapo, su cabello rubio como el sol, hacia contraste con su piel bronceada, y además contaba con un buen físico, al parecer era de la altura de Sebastían.

— Concentrate... Diana.

Me repetía mi misma, debía enfocarme. Suspire, ya el rubio se encontraba en el campo, lo ví tomar la posición firme con la espalda recta, hombros tensos y con ambos brazos extendidos, sujetaba la flecha y la cuerda del arco con la derecha y la izquierda tomaba el arco de madera. No entendía el porque, pero las ansias de verlo en acción se acrecentaron. Sin embargo, y justo antes de disparar la flecha, sus ojos azules como el cielo mismo me enfocaron a mí, estaban llenos de arrogancia y superioridad, junto a una sonrisa socarrona. ¿acáso se burlaba de mi?

Luego de un par de segundos, se enfocó en su objetivo y dejó que la flecha escapara de sus dedos, dando justo en el blanco, a una distancia de 40 metros. Seguidamente, se giró y realizó una reverencia descarada y dirigida para mí, sin dejar de lado la sonrisa arrogante.

¿Es enserio?

Ese idiota presumido ¿me estaba retando?

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora