Inicia el caos

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Con nostalgía observaba  detenidamente los sólidos muros y columnas que se alzaban de manera magestuosa a mi alrededor, encriptados por el antiguo designio de la diosa de la luna.

Los terrenos "Luna" seguían siendo (luego de tantos años) un total misterio para mí. Ni en mis días de infancía cuando me escabullía con Sebastían para recorrer todo el lugar, nisiquiera en esos días pudé disernir alguno de los misterios; como los rituales, los gritos incesantes provenientes de aquel salón blanco por el cuál caminabamos durante el trayecto hacía el templo de Selene. Y ni que decir del desconocimiento de como funcionaban los dones que supuestamente se me otorgaron al nacer.

Comenzaba a cuestionar mis dotes como »La llave de Hydor«

Lo más curioso es que me mantuvieran sin acceso a nada más que el arduo entrenamiento y el valor de mi existencia.

Suspiré, aquello se tornaba cada vez más difícil.

Estaba tan pensativa que ignoraba un par de ojos grisáceos que me estudiaban a unos cuantos centimetros.

-¿Sucedé algo Diana?

Sebastían en un solo movimiento hizo que nos detuvieramos justo al frente de una de las innumerables estatuas de marmol. Aquella que mostraba a una hermosa mujer de rasgos sutiles y mirada amorosa, que sostenia en sus manos un manto lleno de estrellas y en su cabeza portaba una media luna que señalaba hacia arriba. Sin duda de todas esa era mi representación favorita de Selene.

Posé mi vista en el gesto preocupado de Sebastían, divagando en cuál de las miles de respuestas que rondan en mi cabeza podría darle.

-No... no pasa nada. Es solo que... Bueno, hoy veré a mi padre desde... lo sucedido en el consejo.

Y honestamente, no mentía. Sentía un revoltijo en las entrañas al imaginar el momento en que estuviese frente a mi padre. El gran arquero Bellrose, jamás aceptaría mi alianza con el grupo de Helios, y menos aceptaría mis teorías sobre »Caos«.

De seguro terminaria como aquel chico decapitado por romper las reglas.

Por todas las estrellas, mi padre era un ser estricto, fiel a las reglas y seguidor del consejo.

-Vamos Diana, quita esa cara de pánico.

Desvié la mirada nuevamente hacía la estatua. Mi voz comenzaba a atenuarse y a entristecerse.

-Tú no sabes como es él... Habeses pienso que solo le he traido problemas. Bellrose debe odiarme... Él...

No podía negarlo, el simple hecho de pensar en mi padre me causaba dolor y tristeza, tanto que sin darme cuenta un par de gruesas lagrimas descendían por mis mejillas.

Las palabras se atoraron en mi garganta al percibir los fornidos brazos de Sebastían rodearme con fuerza.

-No, no... Pequeña, eso jamás.

Sus manos se pasearon por mis cabellos.

-Eres su hija, y él te ama. Tal vez sea un gruñon y algo tosco, pero desde que vine a los terrenos no ha dejado de preguntarme por ti.

Elevé mi vista, topandomé con la sonrisa de Sebastían.

-¿Él... preguntó por mi?

Sebastían asintió, y tomó mi rostro entre sus calidas manos. Mi corazón palpitaba acelerado y por alguna razón mi vista bajo de sus hermosos ojos grises hasta sus delgados labios, desearía tanto... rosarlos.

Sacudí la cabeza. Debía pensar en otras cosas. No obstante, y como si él hubiese escuchado mis pensamientos, comenzó a acortar la distancia, permitiendo así percibir su calido aliento chocar contra mis labios temblorosos.

No pudé resistir y en un simple movimiento sellé mis labios contra las suyos, de una forma algo torpe, a causa de los malditos nervios, fue un beso rápido, similiar a una pequeña travesura. Sólo nuestras miradas se quedaron prendidas la una de la otra. Fue como si el tiempo se hubíera desvanecido a nuestro alrededor, solo el silencio y la figura de Selene eran los presentes de aquel instante.

-Sebastían...

Susurré, podía escuchar los fuertes latidos de mi corazón, y sentir el calor coloreando mis mejillas. Sebastían, acarició mi menton, mostrandomé una sonrisa única que procuraría jamás olvidar. ¿Acaso su mirada podría esconder algo más?

"Debo confiar en él"

Sin embargo, mi estúpida razón interrumpió mi esperanza, arrojandome un balde de agua helada, musitando.

"Ten cuidado... el podría ser un traidor"

Mi gesto se descompuso, y el sabor amargo se deslizo entre la comisura de mis labios. Sebastían lo notó, sin embargo fuimos interrumpidos por un tercero que nos veía fijamente, hasta podría jurar que se notaba cierta ira al ver a Sebastían.

Era un hombre de la misma contextura de Sebas aunque estaba envuelto en una especie de armadura, su rostro completamente oculto dejaba entre ver un par de ojos azules, que me recordaron a Elliot... Pero era imposible él jamás lograría cruzar la seguridad de los terrenos, al menos no sin formar un alboroto.

-Siento interrumpir... Pero el General Bellrose ha solicitado hablar con la señorita Diana, Si me permite...

Aquel sujeto me tomó de la mano con delicadeza y me haló hacía él, ante la mirada dudosa de Sebastían. No obstante, me safé de su agarre y fruncí el entrecejo, era la voz de... ¿Elliot?

Sebas se interpuso entre nosotros.

-Espera, ¿quién eres tú? ¿porqué Bellrose no vino el mismo?

Aquel bufó, y se detuvó a verme con seriedad.

-No respondo ante un simple guardían. Esta es una orden directa del General Bellrose.

Sin dudar, hicé que Sebas me mirará y le sonreí buscando tranquilizarlo.

-Sebas nos vemos en el templo ¿Si?... Te prometo que será algo rápido.

Él me sujeto la mano, como si no deseará que me fuera, más no dijo nada. Su mirada de »Esto no me da buena espina« me hacía afirmar lo brillante que era aquel pelinegro.

-Estaré bien... Sabes como soy.

Le guiñe el ojo, y deshice el agarre de nuestras manos. Para así comenzar a seguir al »Soldado« enviado por mi padre, quien en su mirada cargaba un destello de victoria.

Cuando estuvimos fuera del alcance de Sebastían, justo en uno de los pasadillos de aquel inmenso lugar, que llevaban al templo, me atreví a musitar con cierta rabía.

-No se como rayos lo hiciste... Pero estas demente.

Aquel negó y dejó escapar una carcajada.

-Y lo dice la chica que se detiene en medio de un lugar sagrado a besuquearse con aquel idiota cursi, casí me
da nauseas tanta azucar.

Lo golpeé en el hombro con mucha fuerza.

-¡Idiota descerebrado! ¿Para que carajos me espias? Tu...

Elliot me cubrio la boca con su mano.

-Shh! estúpida... Callate, o nos descubriran.

Nos miramos unos segundos y él me sonrio de medio labio al ver que me calmaba. Luego me libero.

-¿Qué haces aquí?

Yo sabía por que Elliot estaba allí, lo que esperaba era una negación de su parte.

-Caos... Ya está aquí Diana.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora