"Somos seres marcados por nuestro propio destino..."
Esas fueron las palabras de mi padre cuando cumplí cinco años. Las recuerdo claramente por que ese mismo día ocurrío mi iniciación, ese día descubrí que mi familia pertenecia a los llamados "Hijos de Selene" y que mi nombre era en exclusivo para honrar a la diosa. Ese día en mi piel fue marcado el simbolo del clan de la luna.
Un círculo, que evocaba a luna llena. Y una flecha que dividia al mismo a la mitad. Dicha flecha simbolizaba la principal arma enviada divinamente por nuestra madre. Ese símbolo se escondía discretamente (debido a mi cabellera ondeada y castaña) en la base de la columna.
No eramos los únicos, todos los mienbros de los cuatro clanes llevaban consigo alguna marca que serviría para diferenciarnos entre nosotros mismos, cada rito era distinto, al igual que cada entrenamiento y cada tarea.
El clan de cristal se diferenciaba por una marca en forma de rombo, muy similar a un diamante. El clan de las sombras se denotaba por una rosa negra ambos llevaban los simbolos más sencillos. El clan del sol, llevaba una estrella de seis puntas rodeadas por llamas difusas. El mismo simbolo que ahora se hallaba plasmado en un diminuto y arrugado papel, junto a un escrito.
"Pronto iré por ti..."
— Le arrancare la cabeza. — ¿Qué prentendia ese bastardo y sucio hijo de Helios? el padre de Sebastían tenia mucha razón al decir que ellos son unos brutos y salvajes, que no conocen el descaro. Y vaya que lo había comprobado aquel dia en la competencia ¿cómo pudó atreverse a ponerse en mi camino? ¿a burlarse? ¿a atacarme por la espalda?
De sólo recordar que casi perdemos por mi aturdimiento debido a la psicosis de un posible ataque y a mi rabia por mostrar debilidad; me hace querer atravesarle la cabeza con alguna de mis flechas.
Aquel dia Sebastían no me dejó sola. Fue él quien me levanto del suelo alarmado por mi estado, y la tenue marca roja que se veía en mi cuello, tuve que competir así, debo decir que mis tiros fallaron por mucho. Si no hubiese sido por Sebastían habríamos perdido, mientras el tal Elliot se había esfumado antes de que dieran los resultados finales, me lo imagine entre las sombras, con su sonrisa arrogante por haberme desestabilizado.
— Escoria... La proxima vez no será facíl — . Fijó mi vista en el techo color crema de la sala de mi departamento. Era ya medio dia y aún me hallaba en pijama de camisón y short corto, habia pasado casi toda la mañana pensando en la nota y analizando lo extraño de la situación.
—¡El almuerzo está listo!
La voz masculina y animada de Sebastían desde la cocina me hizo sonreir además de percibir el delicioso aroma proveniente de aquel lugar. Sebastían no vivía conmigo exactamente pero casi siempre se la pasaba metido en mi departamento visitandome o ayudandome en los quehaceres, y desde el raro ataque de Elliot estaba más al pendiente de mi.
Sin dudar me levante del sofá y me dirigí a la pequeña instancia que era mi cocina, tome asiento en un taburete y coloque los codos sobre la barra de marmól que funcionaba como mesa, allí yacían una jarra de jugo y un par de vasos. Además desde allí podía ver al joven de ropas casuales e impecables, moverse con elegancia por toda la cocina, mostrando gran dedicación con la cual servía un par de platos. Luego se dio la vuelta y al verme arrugo el entrecejo.
— Te dije que te vistieras Diana.
— Por si no lo has notado, estoy vestida.
—¡Estas en pijama! y ya es medio día, además — Hice un ademan con las manos restandolé importancia.
— No te estreses Sebas, es mi dia de descanso — Rodé los ojos con fastidio y vi como colocaba ambos platos en la mesa.
— Por ello, deberías arreglarte y hacer tus tareas ahora que tienes tiempo y dejar de pensar en cosas sin sentido. — Se sentó frente a mi y su mirada se fijó en mi cuello. — Se que has estado muy distraida, lo he notado. Todo desde que paso lo del sujeto.
— Voy a matarlo. — Las palabras fluyeron de forma natural, mientras empecé a degustar el arroz con pure y vegetales.
— Diana... Sabes las restricciones. — Lo mire por unos segundos mientras seguia engullendo cada bocado. — Aunque él allá, entrado en nuestro territorio. No debemos iniciar una lucha innecesaria... Lo sabes mejor que yo.
Tomé aire y me incliné un poco hacía adelante ¿Cómo podía decir eso? ¿qué pretendía? ¿qué me dejara asesinar? — A mi no me jodas Sebastian — Le dejé el pequeño trozo de papel en la mesa. — No le entregare mi cabeza en charola de plata.
— Diana... — Él adopto una postura firme y de la nada todo rastro de felicidad se había dísipado, dejando una seríedad poco usual de su parte. — Sólo piensas en ti... ¿Acaso no has pensado en las consecuencias si llegas a morir o si lo llegas a asesinar?
Automaticamente desvié la mirada en un gesto pensativo, y volví a mi asiento. Sabía exactamente a lo que se refería, si yo moría perderíamos la llave que tanto habían protegido mis antepasados. Sin embargo, yo no moriría a manos de un prepotente y bestía como Elliot, al contrario, yo acabaría con él. La sensación de ira hacía hervir mis venas de sólo imaginar verlo una vez más.
— Me subestimas Sebas... — Di otro bocado ante la mirada de desaprobación por parte de Sebastían. — Y si, se que no puedo darme el lujo de matarlo ahora por causa de Daria y Luciel y los problemas que traería. Sin embargo, todo tiene un lugar y un momento. Y creemé que no dudare en darle una dolorosa muerte.
Desde allí nos inundo un enorme silencio hasta que terminamos de almorzar. Ayude a Sebas con los platos y a recoger todo el desorden que había que no era mucho, porque, él era en total muy ordenado me dedicó una mirada y una sonrisa leve al terminar de asear todo.
— Vistete, me acompañaras un rato y mas tarde iremos al "Orange Sky" — No pude evitar regalarle una de mis mejores sonrisas de complicidad, Sebastían podría ser un sujeto muy correcto pero a veces solía romper las reglas un poco por mi tranquilidad.
Era cierto que ambos compartiamos más que el color gris de nuestras miradas, nos unía un secreto, un destino y un símbolo tatuado en nuestra piel. El símbolo que une nuestros destinos y que nos entrelaza, que nos hace pertenecernos mutuamente. El símbolo de nuestra amada luna.
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Diana [La arquera de la luna]
FantasíaEl destino suele ser un ingrato y traicionero enemigo, jugando con nuestras vidas sin contemplación. En especial, cuando buscas proteger todo lo que por tantos años ha sido tu hogar de una guerra por el poder. Diana, una de "Las hijas de la luna"...