El lado oscuro de la luna

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Un destello perleado de infinita maldad se paseaba por la mirada divagante y perversa de aquella mujer ante mí ¿dónde habia sepultado la cálides de años anteriores?

Su rostro enmarcaba la belleza que de seguro su hermana Liz tendría cuando fuese mayor. Athelia sin duda era el reflejo de aquella inquieta chica y más importante su ejemplo a seguir. Por mis labios saboreaba la amargura de estar ante ella y verla como una traidora, que sin remordimientos en su frente mostraba con orgullo la marca de Caos.

— Diana largate.

La dura y autoritaria voz de Daría me causo un escalofrio. La sacerdotisa extendió el brazo y antepuso su bastón delante de mí en una advertencia tacita por detenerme.

— No, esta vez no me dirás que hacer.

Sentencié, intentando pasar por alto el temor a su reacción. Sin embargo, fue una carcajada divertida de Athelia la que se hizo de nuestra atención, aquella dió un paso al frente y me apunto con su filosa espada mientras ladeaba el rostro.

— Vamos Daría... ¿No tienen confianza en su "Llave"? ¿Tan mediocre es, que nisiquiera puede defenderse por si misma?

Aquello me ennervo la sangre hasta un punto tal que mi mente se vió envuelta en la furía. En un brusco movimiento pase por alto el bastón de la sacerdotisa, un acto tan improvisto que dejo a los presentes sin tiempo a retenerme.

Alcé con impetú el cuchillo de media luna, mientras mis piernas corrían a gran velocidad, iba al ataque con una primera cuchillada horizontal de frente. No obstante, Athelia fría y calculadora alzaba su espada y se preparaba a desarmar mi ataque. Pudé sentir como el filo peligroso de su arma  rasgaba el aire a escasos centímetros de mi cuello llevandose consigo unas cuantas hebras de mi cabello ante los gritos euforicos de los demás traidores.

Retrocedí torpemente trastabillando mientras Athelia se iba sobre mi de manera frenética la adrenalina y el pánico me recorrio cuando apareció a pocos centímetros de mi rostro estaba a punto de darme un golpe y yo solamente cerré los párpados y ahogue una exclamación. Sin embargo, algo se antepuso y el puño de mi prima impacto contra ello.

— Que lenta eres.

Lo primero que escuche fueron las palabras llenas de sorna para luego perderme en su ancha espalda. Elliot hablaba entre dientes al haber detenido con su antebrazo el golpe logrando que Athelia retrocederia ante la mirada sorpresiva de los presentes. Luego me sujetó sin delicadeza obligandomé a retroceder dejando así que mi cuerpo chocará contra su pecho, podía percibir su aliento sobre mi cuello.

— Que tierno... — Ella por su parte ensancho una sonrisa y aplaudio con un brillo malicioso, mientras dirigía su atención a mi padre y a Daría. — Observen, el traidor de Helios en defensa de una hija de Selene. Pátetico ¿no lo creen?

Escupió con ironia, no pudé evitar toparme con la mirada gélida y curiosa de mi padre y Daría quienes me estudiaban de arriba abajo.

— Oh... No me digas que no sabían que esta escoria. — Señalo a Elliot con repulsión. — se estaba liando con su querida Diana.

Su risilla inúndo el espacio, Elliot cerró su mano entorno a mi brazo con fuerza, mientras un sudor helado recorria mi rostro. Mi padre soltó una carcajada sónora y camino hasta situarse a un lado de nosotros podía percibir sus aires de grandeza y orgullo.

— Patrañas sin sentido. Mi hija, rechaza cualquier contacto con aquellos bárbaros. No la subestimes.

Elliot bajó el rostro ante aquellas palabras y su mirada azulina vista tras aquella máscara hizó que mi corazón se encogiera. Mi padre por su parte desenfundó su espada hacia la que considero alguna vez su sobrina.

— Tú en cambio, traídora, espero que tu descenso al abismo sea placentero. Por que las traiciones...

Athelia lo interrumpió y me sonrio al finalizar lo dicho por mi padre.

— Se pagan con sangre.

Contuvé el aliento al ver su gesto siniestro luego de irse sobre nosotros, el gran arquero respondio a la provocación chocando el acero de sus espadas. Dando pie a ambos bandos para comenzar una lucha.

— Quedate cerca.

Escuché murmurar a Elliot. El rubio se habia arrojado a la batalla mientras buscaba protegerme. Daría se mantenia resguardando a Elena, quien aún parecia pérdida en algún lugar de su mente. Frente a nosotros, varios enemigos se mostraban ocultos tras enormes capas oscuras, sólo se distinguian a algunos mienbros del clan de la luna.

Di un par de pasos atrás cuando uno de aquellos que se ocultaban tras las capuchas venía hacia mi, denotando una amplía maestria con una especie de lanza metálica, decorada de manera sutil por una serie de simbolos extravagantes, agílmente desvie su golpe con mi arma pudiendo apreciar unos fieros ojos oscuros ocultos tras la sombra de la capucha. Sonreí y sin perder tiempo gire sobre mi propio cuerpo y arremeti contra el atacante deslizando el cuchillo de media luna por su pecho en un movimiento ascendente que rasgo desde ese lugar hasta el cuello, de forma cruda y precipitada.

Tomé aire, y observé a Elliot quien me sonreía divertido a pesar de estar luchando, sin duda él parecia ser forjado para aquel entorno, la facilidad con la cual se paseaba por cada enemigo dejando una fría estela de muerte era admirable. El hijo de Helios en cúestión de segundos había diezmado la tercera parte de aquellos traidores, cubriendo a mi padre. Me distraje sin pensar que aquella simple observación me traería problemas.

— ¡Diana!

La voz rasgada de Elena me taladro los oídos justo en aquel momento me atraveso como un rayo el increible ardor de la piel de mi brazo izquierdo siendo traspasada por el filo de una flecha Daría se antepuso y logró desviar otra que venía hacia mí. Maldije mi idiotez y arranque aquella flecha de mi brazo, busque con la mirada de donde provenía el atacante, no obstante fue Daría la que respondio con total asombro.

— Esto... No puede ser.

Ante nosotras el guardían de la llave de Hydor, aquel hombre que me habia protegido más de una vez ahora caminaba con total calma mientras sujetaba con firmeza y decisión su arco y flechas apuntando hacia nosotras. Sebastían mostraba una pulcritud increible, las líneas de su cuerpo se dejaban resaltar por aquel traje y su sonrisa, esa maldita y arrogante sonrisa logró devastarme. Aquel volvió a disparar otra flecha muy cerca de mi mejilla.

— Sebastían.

Retrocedí al darme cuenta de subito que el mundo colapsaba bajo mis pies. Él no habló ni hizo amagos por reparar en el desespero de mi voz, mis manos comenzaron a temblar y la asfixia comenzó a cortar el aire que circulaba en mis pulmones.

Busqué una vez más su mirada, y me topé con un enorme vació. Definitivamente, aquel no era mi Sebastían.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora