Los fugitivos de Helios

63 29 1
                                    


— ¡Diana! ¿Dónde te escondes hermosa? — . La voz de cierto individuo invadiendo mi espacio se hizo escuchar.

«Maldición... Odio a Luciel...»

Me encontraba en la cocina, intentando prepararme algo decente. Hundía el cuchillo con cierta fuerza al picar unos vegetales. Acababa de hablar con Luciel, por telefono seguía muy molesto por mi pequeña huida de hace una semana, tanto que mando a Aiden a ocupar el departamento de Sebastían. Intenté oponerme pero alegó diciendo que; asi como yo incumplía una simple orden, él no acataría ninguna promesa. Traducción:

"Disfruta tu estancia con Aiden"

Si, un castigo cruel. Aiden era meloso en exceso y era algo que no podía entender. Cualquier chica caería a sus pies y lamería el piso por donde se pasea su bien trabajado cuerpo. No obstante; él estaba allí, jodiendo mi escasa paciencia.

Seguí picando un tomate, sabía que él chico de ojos claros me vigilaba desde la puerta. Sus pasos se acercaron sigílosos hasta posarse detrás de mi.

— No cambiaría por nada esta visión — . Susurró peligrosamente cerca de mi oído. Podía imaginarme su gesto de lascividad.

Decidí ignorarlo, pero sus manos comenzaron a pasearse por mi cintura. No resistí y me giré colocando el cuchillo de cocina cerca de su cuello.

— Te recomiendo que no hagas cosas que te costarían una buena ida al hospital. — Pude notar su cara de pánico y risa nerviosa mientras alzaba las manos.

— Oye, oye... Sólo admiraba ese lindo cuerpo que te gasta mi dulce Diana. — Hizo un ademan para retirar el cuchillo de su cuello. Sonreí y coloqué el cuchillo a un lado del mesón para sujetarlo de la camiseta y acercar su rostro al mío.

— ¡La proxima vez te hare una linda cicatris, así tenga que ganarme de enemigo a Luciel! — . Expresé con frialdad, él sonrío de medio labio.

— Si fuera tú, cuidaría mis palabras... No vaya a ser que algo salga mal... Recuerda estás en mis manos-. Volvió a sujetarme de las caderas y junto apenas nuestros cuerpos, acercando su rostro al mio musito en mis labios. — Todo vuelve a su curso Diana... Y existen cosas de las cuales no puedes huír. — Lo aparte de mi, con brusquedad.

— ¡Largate de mi vista!

Lo escuché reir y dirígirse a mi sala. ¿No, se iría?

Ah cierto, el mal nacido de Luciel lo mando a vigilarme. Dí un golpe al mesón, había perdido el apetito; necesitaba salir de allí. Me sentía asfixiada.

Salí molesta de la cocina hacía mi habitación, en la sala Aiden estaba tumbado en mi sofá como si viviera allí.

Hastíada de aquello dí un portazo y cerré con llave la puerta de mi habitación, me encerre en el baño dispuesta a prepararme para dar una vuelta.

******

El centro de la ciudad era un lugar bastante agradable, lleno de tiendas, heladerias, ferias de comidas y una que otra distracción. Solía divertirme en aquel lugar cuando salía de paseo con Sebastían. Pero ahora más que divertirme quería matar a Aiden. Como pude me escabullí en una tienda de ropa bastante amplía. Por las vidrieras veía a Aiden buscandome.

«Genial un poco de aire...»

Decidí ir al segundo piso de la tienda llegue hasta un lugar cerca de un vestidor donde se exhibian unas blusas hermosas. De repente alguien me sujetó del brazo.

— ¡Ya Aiden! Deja de joder... — Callé cuando ví a la persona frente a mi. Su mirada azulada me estudiaba de arriba hacía abajo con curiosidad. Aquel llevaba un gorro de color negro, por el cuál se escapaban las hebras de su rubia cabellera, vestia de foma casual con una campera azul marino y un pantalon gris, junto a unos zapatos deportivos, parecía un simple chico de secundaría. — ¿Elliot? ¿Qué haces aqui?.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora