Ataque en el templo

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Mordí mi labio en un vago intento de calmar la opresión en el pecho. Habían transcurrido unos cinco minutos desde que Elliot me aparto de Sebastían, contandomé, que tanto él como Tabatha se habían infiltrado para evitar cualquier ataque y de echo... Ya habían derribado y amordazado a un sujeto que portaba la marca de caos, maldije al saber que nuestras sospechas eran ciertas... Caos vendría por ellos, por mí especialmente.

Maldita angustía.

Él mantuvo su vista sobre una de las blancas columnas del templo mostrando un gesto serío.

-Elliot ¿estas...?

Y de la nada las palabras se desvanecieron ante el ensordecedor estruendo que provenía del lugar por donde hacía instantes Sebastían se había ido.

¡Sebastían y mi padre!

Corrí, sin pensar.

-¡Diana!... ¡espera!

Tomé una bocanada de aire, ignorando por completo los gritos de Elliot, mientras intentaba no tropezar y caer por la ridicula indumentaría que llevaba puesta. Podía escuchar la voz jadeante del hijo de Helios tras de mí, pero en aquel instante lo único importante era encontrar la causa de aquel alboroto, de los gritos de alarma y desespero.

Giré rápidamente por uno de los pasillos que daban paso al salón exterior del templo, el mismo que daba la visión perfecta del mar y el descenso de las cuatro sacerdotisas al purificar el arco y las flechas con punta de plata, todo en honor a nuestra madre Selene. Sin duda una visión que siempre recordaba, llena de misticismo.

No obstante, lo que divisaba era un total desastre muy contrario a lo que alguna vez presencie... Aquel misticismo se vio opacado y el brillo hermoso de la luna fue eclipsado por una nube de cenizas.

El aire helado me golpeó el rostro mientras veía las enormes columnas de humo que se cernían sobre los hijos de Selene, solamente los gritos de panico de las mujeres y de los niños y el ruido de luchas era lo único que permitía dicernir el ataque.

-¡Reagrupensé ahora!

Aquella voz firme y llena de imposición retumbo en todo el lugar, especialmente en mis oidos... en mis recuerdos.

¡Padre!

Estaba a punto de emprender una carrera frenetica en búsca de mi padre, sin embargo, mi muñeca fue aprisionada por la fuerte mano de Elliot quien respirabá agitado a un lado de mí.

-¡Maldición!... Deja de ser tan... impulsiva... ¡Joder!

Intenté alejarme de él pero en un instante me haló con fuerza mientras el sonido de un objeto cortando el aire se escucho a escasos centimetros de mí cabeza...

Observé con horror aquel instrumento incrustado en la pared.

Una flecha

-Mierda...

Elliot veía con horror al frente, y con brusquedad me empujó al interior del templo nuevamente. Seguí su atención y pudé sentir como mi sangre se helaba ante la lluvía de flechas que se cernía, no sólo sobre el clan sino sobre nosotros.

Ahogue un grito de pánico y Elliot me atrajó más hacía su pecho mientras nos escondíamos tras la seguridad de una de las pared...

Impotencia, miedo, dolor, rabía... Los estaban masacrando a todos. Podía escuchar las voces ahogadas y los pasos de la muchedumbre intentando huir de la lluvia filosa y mortifera.

-Debemos irnos Diana.

¿Qué?

Subí la mirada hasta aquellos ojos zafiros que permanecían seríos.

-Debes estar bromeando... ¡No pienso dejarlos morir!

Me aparté de él, segura de que la lluvia de flechas había pasado... Al menos el primer ataque.

-Mi padre está allá... No lo voy a dejar sólo... Él me necesita... ellos me necesitan.

Elliot se tomó la cabeza con desespero.

-Maldición Diana...

Señaló hacía afuera.

-¡Morirás! Y la llave de Hydor caerá en las putas manos de esos bastardos.

-¿Y si no?... Elliot, te pidó me dejes ir.

Él me observó fijamente durante un par de segundos y bufó resignado.

-¡Eres jodidamente obstinada!

Me tendió un cuchillo de media luna, una enorme daga curva de filo peligroso que había estado colgando en su cintura, uno de los aditamentos que llevaban los guardías del templo.

-Te ayudaré, pero si veo una oportunidad de largarnos ilesos... Te arrastraré ¡Entendido!

Me quedé observandoló regalandolé una sonrisa mientras asentía.

-Algo más... Has lo que te digá.

Volví a asentir un poco más calmada. Con Elliot a mi lado era un poco más factible que llegará hasta mi padre y Sebastían.

-¿Seguro que reconocerás a los de »Caos«?

Tuvé un lijero atisbo de preocupación por que Elliot se equivocará y dañará a algún inocente.

-Descuida... No atacaré a ningún hijo de Selene.

Era lo que quería escuchar, tomamos aire y nos dimos una última mirada.

-Preparada.

Elliot, sujetabá un par de dagas con firmeza. Yo igual sujeté mi arma y susurré.

Siempre

Para así, salir trás él y descender hasta el infierno que nos aguardaba en el corazón del templo, dónde la brisa nocturna nos permitio la funesta visión de cientos de hijos de Selene caidos.

Por un momento, por un breve instante mis ojos se llenaron de lagrimas...

La lluvia de flechas había hecho lo suyo... Diezmar y debilitar a la mitad de los presentes, para que el resto de los enemigos procedieran a rematar a los sobrevivientes, una estrategía que fue adoptada por el antiguo general de los guardias de Selene.

El rubio se detuvo a estudiar mi reacción y de sólo ver aquella mirada que había presenciado un escenario parecido... Entendí muchas cosas... En especial la rabia que bordeaba el corazón de los sobrevivientes de la isla Vulcano. Tomé fuerzas y retomé el camino más dispuesta que nunca.

.....

El fuerte sonido del acero chocando una y otra vez aturdió mis oidos. Elliot por su parte parecía bastante concentrado como si el calor de la batalla fuera su mundo.

A penas lo ví detenerse de improvisto y dar una cuchillada certera contra el cuello de un hombre de mediana estatura que sujetaba una espada manchada de sangre. Esté estaba por asesinar a un adolescente que sostenia un trozo se madera como escudo.

El chico de mirada aterrada nos observó, parecía aturdido. Me acerqué hasta él y le ordené que nos siguiese.

-Nos retrasará.

Musitó Elliot mientras permanecía alerta.

-No podemos dejarlo allí.

Aquel bufó, y el chico le dedicó una mirada acusadorá. Agradecía que Elliot tuviera puesta aquella armadura, era un buen camuflaje, y podría pasar como un hijo más de Selene.

-¡Cuidado!

Me giré rápidamente aplicando toda la fuerza mientras sujetabá la daga de media luna, incrustandola en el pecho de un enemigo, para despues patearlo dejandoló en el piso.

Elliot negó frustrado por mi descuido.

-¡Sigamos ya!

Ordenó, a lo cuál el chico y yo obedecimos sin chistar.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora