Contrincante

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— Idiota.

Siseé entre dientes, desvíando la mirada con cierto enojo al tiempo que me ajustaba los guantes y dediles. Los gritos de euforia y aplausos de las chicas en el lugar eran sumamente molestos e irritantes, lo cuál acrecentaba mi mal humor.

«¿Qué se cree? ...Novato de porqueria. »

Tomé aire y exhalé un par de veces, intentando inutilmente que la ira se disipara. Aquel rubio seguia en medio del campo preparandose para apuntar a su siguiente objetivo, lo observé una vez más, entornando la molestia en mi rostro. Yo no era una persona muy paciente, de echo, solía estallar con mucha facilidad y más aún ante alguien presumido. Mi estado era tal, que nisiquiera note cuando Sebastían había llegado a mi lado, sólo sentí su mano en mi hombro.

— ¿Conoces a ese sujeto?.

Lo observé de reojo sin responder, Sebastían era unos centímetros más alto que yo de piel blanca, contextura delgada pero con músculos a causa del entrenamiento, en su rostro destacaban un par de ojos grises y sus facciones eran masculinas y elegantes, junto con algunas pecas que salpicaban sus mejillas. Solía llevar el cabello corto y vestir de forma elegante, incluso allí, en aquel campo seguia demostrandolo todo lo contrario a mi.

—¿DIANA? ¿lo conoces? — Volvío a preguntar esta vez haciendo enfasís en mi nombre, en su rostro no había molestia sino preocupación.

— No, no lo conozco. — Expresé restandole importancia al asunto.

— Oh, ¿enserio? — se acerco un poco más a mi para susurrar con un dejé de diversión. — Entonces, ¿fue "odio" a primera vista? — Escuche como contenia una carcajada, ante aquel comentario.

Decidí ignorarlo, y centrarme en el novato del equipo contrario. En ningún instante perdí de vista al rubio presumido. Podía percibir en cada intervalo de preparación para el disparo de las flechas, una que otra mirada de su parte. Cuando él llego a la penúltima diana sonreí con total arrogancia aquel había fallado por escasos centímetros dejando su flecha entre la delgada línea que separa el circulo rojo del centro amarillo.

— Uh, Parece que tienes competencia.

— Dejate de estupideces Sebastían... — Me giré a encararlo y verló fijamente. — Y mejor concentrate, quiero enterrar en el subsuelo a los demás equipos. — Sebastían sonrío ampliamente divertido por mi actitud.

La voz de la anunciante atrajó la atención de todos hacía la tarima perfectamente decorada de verde, violeta, rojo y azul, además de uno que otro adorno con forma de arco.

"Felicidades al "Instituto Stella"... En unos cuantos minutos el quipo azul, del "Instituto Éliseé" hará su presentación. "

Los silbídos y aplausos se hicíeron escuchar ante la mención de nuestro equipo, no era por alardear pero eramos lo mejor de lo mejor en cuanto a estas competencias de arco y flecha. Y esto se debía a la participación de Sebastian y la mia, pues como dignos integrantes del clan de la luna nuestra habilidad en batalla descansaba mayormente en el uso del arco y nuestra magnifica punteria.

Claro, en estas competencias a penas podíamos usar una fracción de lo aprendido en años de entrenamiento. Y si, tal vez sería "Hacer trampa", pero cuando amas algó, es casi imposible esconderlo. Sería renegar lo que eres, además no solíamos tomar enserío, aquellas competencias.

Bueno... Así era hasta que el tal Elliot, se me cruzó al frente.

Y si, tal vez exageraba. Pero ya dijé suelo ser muy impulsiva cuando alguien me reta. De hecho cuando nos unimos al instituto Éliseé fue basicamente para demostrar a Daría, una de las sacerdotisas de la luna, que podíamos mantener un perfil bajo lo que yo asumí como reto. Pero, como era de esperarse Sebastían al enterarse no dudo, en abandonar los terrenos del clan y unirse a mis pequeñas rebeldías.

— Hey, Diana ya casi nos toca.

Al escuchar a Sebastían, pude ver como se ajustaba el carcaj, y luego el estabilizador para las flechas, en su mirada había emoción. Sabíamos que no podíamos acertar del todo y que estaríamos más que limítados pero a la final era una competencia y en ellas siempre había ese toque de emoción.

Los minutos pasaron rapidamente y los jueces habían recuperado las flechas, no sin antes analizar cada círculo de las dianas y anotar los puntajes. Luego de ello comenzaron a llamar a los integrantes de mi equipo, intente menguar la rabía experimentada hace unos instantes para poder enfocarme en la competencia. El primero de nuestro equipo fue Rafael, un sujeto callado, de baja estatura y rasgos serios. Su punteria era buena, pues apesar de los gritos y silbidos pudó acestar en 3 de las dianas, más en las últimas apenas llegó cerca del circulo rojo. Luego fue el turno de Tara, una joven, de cabello castaño corto, delgada y de estatura mediana, era la más joven de nosotros, tenía 18 años, muy alegre y con una forma bastante peculiar de lanzar las flechas, pues antes de hacerlo apuntaba hacía al objetivo y cerraba los ojos dejando escapar la flecha de sus dedos. Luego fue el turno de Sebastían.

— Bien, es mi turno. — Se despidió sonriendome, mientras era recibido por los suspiros y gritos de las jovenes y los aplausos y miradas de desagrado de algunos chicos.

— Presumido. — Suspire y me quedé cruzada de brazos, en la parte donde se supone esperan los equipos un lugar cerca de la tarima y lejos del sitio donde estaba el entrenador.

— Todos ustedes lo son. — La voz de orígen masculino, estaba cargada de sorna e ironía. Había estado tan centrada en el momento que ignore la presencia de alguien más, asi que giré sobre mis talones y quede de frente ante aquel sujeto.

— Que sorpresa... Tenemos al novato de los Stella. ¿Acaso te perdiste? — Intente no demostrar la ira que él me producia, pero sus ojos azules permanecían fijos en los mios, azul contra gris. Era como si intentara infundirme miedo o intimidarme. Había algo en el que lograba hacer que mi enojo se incrementará y eso era inexplicable.

— Ustedes, siempre denotan una arrogancia repugnante... — Su voz ahora sonaba más a un profundo odio que a una simple rivalidad. Me quedé confundida ante aquello, mientras el rubio poco a poco fue acortando los pasos hasta quedar a unos pocos centímetros de mi. — Me asquean. — Expresó, con desagrado e ira en cada silaba.

— ¿Quien demonios eres? — Sin dudarlo, lo sujete de la camisa con fuerza. Pero él no respondio solo acrecento la mueca de burla y rabia. — ¡Habla ya! — Mi respiración se fue agitando y una ira incontrolable se fue apoderando de mi, tanto asi que atiné a darle un puñetazo en el rostro, más Elliot sujeto mi muñeca justo antes de lograr que pudiera siquiera tocarlo.

— Ni se te ocurra, "Hija de Selene". — Azotó mi mano a un lado, al tiempo que su voz y expresión se hacían más sombrías. — Si, se muy bien lo que eres.

Enseguida la alarma en mi cabeza se activo, pero el fue más rapido. Todo sucedio en cuestión de segundos me arrinconó contra una de las paredes con una fuerza poco común, ocasionando un golpe seco y un quejido de mi parte. Con su antebrazo intento inmovilizarme haciendo presión en mi garganta, elevando mis pies a escasos centímetros del suelo, su otra mano sostenia un pequeña daga de mango rojo la cual fijó cerca de mi cuello. Pudé apreciar el simbolo en la daga, la forma de una estrella de 6 puntas rodeada por llamas.

— Helios... — Me fije en su mirada llena de arrogancia y su sonrisa aún más prepotente. Él era del clan del sol.  — ¿Qué demonios?... — Su antebrazo aplastaba mi traquea, dejandome sin aire y él parecia disfrutarlo. Sólo cuando empece a ahogarme por la falta de aire, sólo allí me libero dejandome caer al suelo, sofocada y tomando con difícultad bocanadas de aire.

Elliot se agachó y me arrojó un papel. Antes de irse y dejarme ahogada y furiosa.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora