Orange Sky

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Sin duda extrañaba el sonido estrídente de la música, el olor a cigarrillos y las personas animadas que se movían de un lado a otro al compás de la música electronica.

Amaba el Orange Sky sin duda.

Aquella noche y debido al calor, decidí llevar mi cabello ondeado recogído por una coleta alta vestía una blusa vinotinto algo ceñida junto a un short negro que hacía juego con un par de botines de terciopelo, claro que Sebastian había traído consigo un sobretodo para cubrirme del frío. Aunque yo sabía que era más su instinto sobreprotector que otra cosa.

— ¡Oye... Dijiste que vendríamos a divertirnos!

Miraba a mi compañero con las cejas fruncidas y molesta, cuando me arrebató el trago que recien me habían dado de las manos. Desde que llegamos, teníamos un buen rato sentados, yo muriendo de aburrimiento y Sebastían preocupado despues de nuestra ultíma parada con Luciel.

— Yo no dije eso Diana... Vinímos para hablar con Aiden.

— ¿Qué? ¿¡Qué!?

Me levante de improvísto azotando mis manos contra la mesa ante la mirada seria de Sebastían. Levante mi tono de voz ante el volumen de la música.

— No, no me jodas Sebastían... Me niego a ver o hablar con ese bastardo.

De repente él tambien se levanto, con gesto de pocos amigos.

— Me vale un carajo, sus dispustas estúpidas... A mi tampoco me interesa hablarle, pero no hay opción.

No pudé evitar verlo con asombro pocas veces lo había visto asi de enojado. Lo ví pasarse los dedos por su cabello peinándolo hacía atrás. Suspiro y está vez su voz era más suave.

— Diana te pido, que dejes de comportarte como una niña.

— Lo hare cuando tú dejes de tratarme como tal. Desde que venimos en el auto no me has querido decír que tanto hablo contigo Luciel.

No pudé ocultar la impotencia en mi voz. Él me miro con pesar y suspiro, había algo en su actuar que no me daba buena espina.

— Siempre haces lo mismo.

— Diana... Yo.

Sebastían movío su cabeza con gesto negativo.

— Esperemos a Aiden... ¿Si?.

— Esperalo tú si quieres...

Me terminé de levantar de la mesa, y él volvío a sentarse, con gesto ausente.

— Te esperare... Habla lo que tengas que hablar y buscame.

Ví como me sonreía tenuemente, si estaba enojada pero no me iría, en primer lugar no era muy grato encontrar a un sujeto, que tres veces ha intentado (fallidamente) encerrarte en una habitación o que a cada instante hace comentarios muy perversos sobre ti, Aiden era un cerdo.

Y aclaro no era un hombre desagradable fisicamente, de hecho cientos de chicas matarian por estar con él. Sin embargo, el muy bastardo tenía una puta fijación por llevarme a la cama que era exhasperante, sobre todo desde que se habló que yo podría ser su prometida. Algó que jamás aceptaría.

En segundo lugar, prefería esperar para hablar con Sebastían en un lugar más tranquilo tarde o temprano lo haría hablar. Mientras me acercaba a la pista de baile, dejandome envolver por la música y moviendo mis caderas de un lado a otro.

De repente percibí una mirada familiar puesta sobre mi, sonrei con arrogancia; el ratón se adentro a la boca del gato.

Tardó unos minutos en llegar hasta mi y posar sus manos sobre mis caderas. Sabía que aparecería y que sólo esperaba a encontrarme sola.

— Que casualidad... — Su voz estaba cargada de odio y sarcasmo y su aliento dejaba un olor a alcohol bastante fuerte. — Crei que su "Creido" clan jamás asistía a sitios como esté. Pero que sorpresa que llegarás hasta aqui.

No dejabamos de movernos al compás del ritmo. Pues aunque deseaba ahorcarlo allí mismo y acabar con todo, una idea mejor cruzó mis pensamientos.

— Está vez no ando desarmada Graciani, y creeme que me muero por romperte el cuello.

De repente una de sus manos dejó mis caderas, para deslizarse por mi cuello, obligandome sin hacerme daño a dejar la pequeña distancia que separaba nuestros cuerpos.

— ¿No fue suficiente lo de la otra vez?

Sin aviso, Elliot hizo algo que me dejó desconcertada; deslizó su nariz por mi cuello sin apartar su mano de allí mientras con la otra acariciaba mi cintura. Mi respiración se agitó y mi piel se erizó ante él, provocando que el rubio sonriera

— ¿Qué tengo que hacer para causarte daño, Diana?

Tomé aire, ¿Qué rayos pasaba conmigo? intenté imponerme con voz seca y firme, musite.

— Si fuera tú, detendría esas manos sucia rata... O las perderás aparte de otras cosas.

— No creó que formar un escándalo sea lo más correcto. — Él parecia divertido ante la situación. — Sé que este lugar pertenecé a los renegados del clan de la luna. — Está vez bajo su mano a mis caderas, y luego me abrazo. Su vista azulada estaba fija en los guardías de vigilancia del local, los ví un par de segundos hasta que sentí los labios de Elliot sobre la piel de mi cuello.

— No se que planeas... Pero...

Sin darme tiempo a continuar me tomó de las caderas y me giró hacía él. Apenas podía ver su rostro debido a las luces parpadeantes.

— Quiero y debo matarte Diana.

Me sujetó del mentón y me obligó a verlo.

— Creeme que no eres el único...

Deslize mi mano derecha con el pequeño puñal oculto en el borde de mis shorts y comencé a ejercer cierta presión en su diafragma. Él curveó los labios.

— Si, note "eso" cuando te sujete... Pero, somos personas listas, cazadores natos y sabemos que para todo ahí un lugar.

— Dime e íre a partirte el cráneo cuando gustes.

Elliot volvío a acortar la distancia atrayendome con una de sus manos en mi espalda. Sin previo aviso y al ver que nos vigilaban unos extraños sujetos el rubio me beso, no con ternura ni con cuidado era un beso rudo y apasionado al cuál (quien sabe el porque) respondí, y de la nada él rompio el contacto.

— Una semana en el campus de los Stella, media noche.

Y así me soltó para alejarse de la pista de baile perdiendose entre la gente. Me quede allí estática en medio de las personas que no paraban de bailar.

No obstante, unas manos fornidas me sujetaron sin delicadeza alguna atrayendome a un cuerpo masculino. Desgraciadamente reconocía aquel agarre y la voz ronca.

— Preciosa... ¿Te escondías de mi?-.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora