La Llave de Helios

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"Y la diosa Hémera (Día) dejó caer su gracía sobre la pequeña.
Ella y Helios le otorgaron la luz guía... Y la fuerza".

— ¡Ay! Diana!

— Bebé llorón... Es sólo alcohol. — Rodé los ojos ante las quejas de aquel ojos azules que fruncía el entrecejo a cada rato. — Nesecito limpiar bien esto.

Reí por lo bajo mientras limpiaba con cierta presión la herida. Elliot permanecía sentado en el borde de una de las ventanas de la sala. Era la primera vez que lo veía sin camisa, y no podía negar que tenía una buena musculatura apesar de ser delgado. Sin embargo, mi atención se fue a las cicatrices de su torso y abdomen.

«Debío ser alguna batalla.»

— Lo haces... Aproposíto. — Refunfuñando el rubio me atrajó de mis pensamientos. Sonrei tontamente ganandome una mirada extrañada de su parte.

— ¿Yo?... Para nada. — Canturré divertida, dejando el algodón y la pequeña pinza que me habia servido de ayuda, sobre una bandeja y así tomar una aguja y ensartar el hilo de sutura. — Ahora preparate y no te muevas.

Mientras suturaba la herida, que no era muy grande, agradecí que Andrew contaba con un maletín de primeros auxilios y que esté tuvíera lo básico.

«Era logíco, ¿no? Bueno a Sebas y a mi siempre nos decían, lo de ser precavidos.»

Afortunadamente, ya estaba acostumbrada a hacer esté tipo de suturas y todo gracías a los "accidentes" que llegué a pasar en los Terrenos Luna.

Dí otra puntada a la herida de unos cinco centímetros y Elliot dió un respíngo. No se había quejado con la sutura y de hecho su mirada yacía perdida en algún lugar. Los atacantes estaban atados e inconscientes en el sotáno; lugar donde había permanecido oculta Aeris.

Aeris...

«Me pregunto ¿Por qué la sacarón del templo de Helios?

¿Por qué Elliot no me había comentado nada?... Y ¿Por qué él se ve tan... Distante?»

El había estado pérdido en sus pensamientos, de hecho en su iris azulado se había desvanecido esa frialdad e ironía que lo acompañaban. Suspiré y con cuidado coloque una gasa y un adhesivo especial para asegurarla.

— ¡Listo! — Le espeté sonriente, recibiendo una mirada de reojo de su parte, parecía turbado. Incluso llegué a pensar que ese chico frente a mí no era el mismo patán de siempre.

— Gracias. — Lo observé sorprendida, me esperaba un; "Largate" o un "idiota" de su parte.

¿Pero qué? ¿Había escuchado bien?
¿Elliot Gracianni me había dado las gracias!?

— ¡Wooo! Fue lo único que brotó de mis labios.

— ¿Qué? — Expresó irritado.

— No sabia que conocías los modales. — Musité con una sonrisa arrogante.

Lo que no esperaba era que Elliot me sonriera por mi comentarío. Esa perfecta sonrisa hizo que mi corazón se acelerada ansioso. Pero ¿Por qué?

— Tén. — Quedamos en silencio, al ver a Andrew entrar en la sala nuevamente, al parecer ya había asegurado bien el sotano. Lo ví darle unas pastillas a Elliot. No pudé evitar pensar ¿Cuando había llegado?

El rubio con cierta duda se tomó las pastillas, y luego el chico de cabello castaño le tendío un vaso con agua.

— Son para controlar el dolor.

Diana [La arquera de la luna]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora