Capitulo 1

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La Boda

Julio de 1981

Fue la boda del año. La brillante hija del juez Royce Foxe, e hijastra de su opulenta segunda esposa, Jennifer Haven Foxe, se casaba con un rico príncipe italiano, Alessandro di Contini. Sydney Tellison Foxe, la mujer perfecta, graduada con honores en la Universidad de Harvard, sería princesa y abogada y tan increíblemente rica que daba rabia de solo pensarlo.

El vestido de boda era un modelo de Barli, confeccionado en Roma, y le costó al juez Foxe la gratificante suma de veinticinco mil dolares.
En el lado de la iglesia reservado a los invitados del novio no habia mucha gente, cosa bastante comprensible considerando que el novio era italiano. Solo estaban presentes sus familiares mas cercanos. Gente que había sido rica, elegante y distinguida a lo largo de incontables generaciones.

De repente el aire se cargo de electricidad. El organista inicio los primeros compases de la marcha nupcial indicando que acababa de llegar la novia. Todos los presentes se pusieron de pie y se volvieron. Gates Glover Foxe, la matriarca de la familia Foxe, una anciana imperiosa de alrededor de setenta y cinco años.
La señora Jennifer Foxe, segunda esposa del juez, lucía un modelo de seda rosa pálido. Daba la impresión de que había engordado y que el vestido estaba diseñado para disimularlo. No lo lograba.
Jennifer representaba mas que sus cuarenta y un años, y había hilos grises en su pelo oscuro.

A su lado, parada a la sombra de su madre estaba Lindsay, una muchacha alta, huesuda y angulosa de dieciséis años. Su pelo rizado daba la sensación de haber sido rociado con una abundante capa de fijador para luego ser aplastado contra su cabeza. Su cutis era cetrino, y la boca demasiado grande. Tenia un rasgo bonito, que por desgracia pasaba inadvertido en ese aspecto general tan poco atrayente: un par de ojos increíbles, del azul mas profundo. Por lo menos había heredado algo positivo de su padre, cuyos ojos profundos y atractivos eran capaces de seducir a cualquier mujer entre los dieciséis y los sesenta años.

Sydney recorría la nave del templo del brazo de su padre, con los ojos color avellana resplandecientes de excitación. Estaba tan radiante que todos los presentes contuvieron el aliento. Era imposible no hacerlo. De existir en San Francisco una princesa de cuento de hadas, esa era Sydney. En cuanto a su figura, el príncipe no tenía de qué quejarse. Sydney había sido bendecida por la naturaleza con pechos generosos, cintura estrecha y piernas largas. A diferencia de la mayor parte de las pelirrojas, tenia piel blanca y ninguna peca se hubiera atrevido a invadir tanta perfección. Era saludable, absolutamente exquisita y elegante. Tenía clase.

Por su parte Royce Foxe, el juez, era un demonio apuesto, de aspecto tan patricio como el del abuelo del príncipe, con la diferencia de que el no tenia setenta y tantos años sino poco menos se cincuenta. En el mundo social en que se movía, todos sabían que seguía siendo tan ardiente como a los treinta años, y que jamas vacilaba en hacer exactamente lo que se le daba la gana, con esposa o sin ella. Hacia apenas un par de meses que había abandonado a una amante, una joven fotógrafa de la edad de Sydney. Corría la voz de que andaba nuevamente a la caza.

Ante la llegada de la novia, la expresión del príncipe no cambio. Mantuvo una notable tranquilidad. Sus ojos eran oscuros y poseían esa mirada liquida de algunos latinos, pero observaban a Sydney con frialdad, sin un solo destello de excitación. Era particularmente apuesto y, sin duda, debía saber proporcionar placer a las mujeres. Pero resultaba extraño que no demostrara el menor jubilo ni tuviera una expresión triunfante por haber sido el afortunado que logro conquistar a Sydney Foxe. Su novia no solo era bonita e inteligente, sino que además tenia dinero...y la perspectiva de heredar mucho,mucho mas, cuando por fin muriera la vieja señora Foxe. Por supuesto que el príncipe y su familia eran también muy ricos, posiblemente mas ricos que los Foxe. Pero pese a todo, no era lógico que el príncipe no se mostrara orgulloso, o excitado, o nervioso.

Por Amor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora