Capitulo 4 (parte 1)

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Las Consecuencias

Cuando llegó la policía, Lindsay se hallaba en el baño, vomitando. Se puso de pie a los tropezones y se envolvió en una frazada. Tenía la boca seca y con gusto amargo. Sydney estaba de pie, pálida he inmóvil, con la pistola de nuevo en la mano, y miraba fijo a su marido que seguía desnudo, tendido sobre la alfombra y cubierto de sangre, quejándose.

Lindsay tuvo conciencia de una serie de hombres que los miraban a los tres, tratando de comprender lo sucedido. Se arropó más con la frazada. Le dolía la cara, le ardían las entrañas y sentía una fuerte descompostura de estomago. No podía hablar; simplemente miraba fijo a los recién llegados. Oyó los sollozos de Sydney, después vio entrar a dos hombres con una camilla. Colocaron sobre ella al príncipe y se lo llevaron. Lo ultimo que Lindsay vio de él fue un rostro grisáceo, pelo negro pegado con sudor al cráneo, y que se quejaba.

Uno de los policías, un joven de grandes bigotes negros, se acercó a Lindsay. Ella retrocedió, con una mano frente a su cuerpo, para alejarlo. Fue un movimiento instintivo. El hombre le hablaba en voz baja, pero ella no lograba entender lo que decía. No entendía nada. Entonces uno de los hombres habló en inglés.

-Usted no está en condiciones de caminar. La llevaremos alzada, mademoiselle. No le dolerá. Le prometo que ahora todo estará bien.

¿Bien? ¡Eso es una locura! Lindsay cerro los ojos cuando el hombre la alzo para llevarla hasta el ascensor y luego al patrullero. Vio rostros ávidos que se apretaban contra los vidrios de las ventanillas del patrullero, y voces de gente que hablaba a los gritos. Oyó la sirena. Todo eso formaba parte de la realidad y ella no se sentía capaz de tolerarla. Se pregunto donde estaría Sydney. Sintió el horror de lo que había sucedido, de lo que ella permitió que le sucediera. Aunque no tenia frío, no podía dejar de temblar.

El oficial de policía la llevó alzada hasta la sala de guardia del hospital y la deposito sobre la camilla de un cubículo rodeado de cortinas. Lindsay temblaba, le castañeteaban los dientes y aferraba la frazada como si se tratara de un salvavidas. Entonces entraron dos hombres de bata blanca y aspecto impaciente. Empezaron a tironear la frazada. Pero debajo estaba desnuda, Lindsay sabia que estaba desnuda y que tenía los muslos llenos de esperma del príncipe, todavía húmedo y pegajoso, mezclada con sangre suya. Todo eso era demasiado. Comenzó a luchar contra esos hombres, gritándoles que la dejaran en paz mientras lloraba a lágrima viva.

Pero no le sirvió de nada. Uno de los hombres la sujetó. El otro le quito la frazada y la arrojó al piso. Después le doblo las piernas y se las acercó al pecho. Ambos le hablaban, pero ella no comprendía una sola palabra de lo que decían.

Lindsay se erguio, le pegó un puñetazo en la mandíbula al médico y lo obligó a retroceder a los tropezones. Para no perder el equilibrio, el hombre agito los brazos y tiro al suelo una bandeja con instrumental. Lindsay trato de agarrar la frazada, pero estaba fuera de su alcance. De repente apareció un tercer hombre, y entre los tres lograron sujetarla. Volvieron a empujarle las piernas hacia atrás y uno se las separó. Y esos hombres, los tres, empezaron a mirarla entre las piernas, y de repente uno de ellos le metió dos dedos dentro del cuerpo y ella experimento un dolor agudo y grito, y trato de escabullirse. Entonces sintió que el médico doblaba los dedos dentro de ella. Gritó y gritó, pero él no se detuvo. Por fin sacó los dedos y ella vio que los tres observaban esa mano que había estado dentro de su cuerpo.

Siguieron toqueteandola. Le introdujeron un instrumento frío, grueso y duro, y luego lo sacaron. A través de una niebla de dolor y humillación, Lindsay los vio fruncir el entrecejo y asentir. Sintió un ardor terrible en lo profundo de sus entrañas. Le clavaron una aguja en la nalga. Uno de los hombres le dio una palmada, como si ella fuese un animalito doméstico. Después no sintió nada mas.

Por Amor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora