Capitulo 3 (parte 2)

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La Traición (parte 2)

El príncipe estaba parado en la puerta, cubierto por una bata de cama, descalzo. Cuando los ojos de Lindsay se acostumbraron a la luz, notó que sonreía. Le devolvió la sonrisa.

-He estado pensando, cara- dijo, adelantándose hacia ella. -He estado pensando en ti desde el día de mi casamiento. No he hecho mas que pensar en ti.

En ese momento, Lindsay se dio cuenta de que no llevaba puesto el pantalón del piyama. Tenia las piernas desnudas. Estaban cubiertas de bello negro. Algo se agito en su interior, algo alarmante, algo completamente desconocido, algo que hizo que el corazón le latiera con fuerza, algo que la aterrorizó. Se cubrió hasta el cuello con la ropa de cama y espero, sin comprender, sin querer comprender.

-He estado pensando que es absurdo que una criatura hermosa he inocente como tu permita que algún chiquilín torpe le quite la virginidad. No lo disfrutarías nada. Llorarías y te resultaría odioso. No, he decidido que no puedo permitir que eso suceda.

En ese momento Lindsay supo con toda claridad lo que el quería decir. Quedo petrificada, petrificada de cuerpo, de mente y de lengua. En ese instante, su sueño y su ilusión murieron y se convirtieron en cenizas frías e insustanciales. Ese hombre era un desconocido y ella tenía miedo. Había sido mas que tonta, fue una imbécil ciega, una chiquilina estúpida. ¡Oh, Dios, que iba a hacer? Estaba allí a solas con él. Se sintió fría y aterrorizada.

-Tienes mucha suerte, Lindsay- continuó diciendo él con su voz cálida y suave, mientras se le acercaba. Ella media con su miedo cada paso que él daba hacia la cama. Le costaba respirar. -¡No me mires así, cara! Soy Alessandro, el hombre a quien amas desde hace casi dos años. No he cambiado. Y te voy a enseñar a ser mujer, y me lo agradecerás. Dime, cara, cuanto te han acariciado... a si lo llaman ustedes, los adolescentes, ¿verdad? Bueno, debes decirme todo lo que has permitido que te hicieran esos jovencitos torpes.

Lindsay tenia la boca muy seca. Habló en un susurro.

-Eres el marido de mi hermanastra...

Alessandro se encogió de hombros con elegancia.

-Sydney es una perra castradora. Es frígida y realmente aburrida con sus principios de moralidad burguesa. Además, al contrario de lo que piensa el imbécil de tu padre, es una idiota. No es hermosa, no es perfecta, no es nada. Sydney no importa, así como no importo ese estúpido bebé que llevaba en sus entrañas. Mientras estuvo embarazada actuó como una tonta, como si eso fuese muy importante para ella, para mí, para mi familia. Ya bastante trabajo me daba soportarla a ella, sin que esa criatura la hinchara como un globo. ¡Ah, si, eso ya fue demasiado!
"Recuerdo que la primera vez que te vi, eras completamente torpe, angulosa, pura rodillas y huesos y codos, exactamente lo que me gusta. En cuanto te vi en el casamiento, supe que en el futuro serias muy hermosa, pero tambien supe que serias mayor y eso me resultaba odioso. Te deseaba entonces, con toda tu torpeza de adolescente, con tu inocencia infantil y tu candidez. ¡Dios, te deseaba a ti y deseaba tu virginidad! Quería cubrirme con tu dulce inocencia. Todavía te deseo; deseo tu virginidad aun mas que antes. No creí que seria así, porque ya tienes dieciocho años, pero la deseo. Otros hombres te consideraran mas hermosa en el futuro, pero eso es para ellos, no para mi.
"No, no puedo esperar mas, Lindsay. Ya he tenido que esperarte demasiado. Sudaba y me preocupaba, pensando que llegaría tarde. Y, para peor, el maldito de tu padre te dejo en libertad al enviarte a ese colegio de Connecticut. Yo se lo que son las chicas de hoy en día: se acuestan cuando son demasiado jóvenes, permiten que los muchachos las posean en los asientos traseros de sus autos destartalados. Pero a los dieciocho años, tu sigues siendo virgen. Dios sabe que cuando tengas veinte, te habrás dejado llevar a la cama por media docena de muchachos. Serán todos norteamericanos torpes y aburridos. ¡No, no lo permitiré! Te enseñaré a discriminar. Te enseñaré como se hace el amor con un príncipe.

Por Amor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora