La primera vez sin ti.

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Cuando te fuiste, estuve cuatro días en la casa del árbol.
No me preguntes cómo resolví lo del baño porque, créeme, no quieres saber.
¿Comida? Habían galletas y chucherías que traías, pero el hambre no fue la peor sensación de esos días.
Eras incluso más que un hermano para mí. Lo sigues siendo. Te lo juro, Frankie, lo sigues siendo.

Mi madre logró sacarme, y habló conmigo. Dijo que ambos haríamos amigos nuevos y que seguro vendrías de visita muy pronto.
Ella no contaba con que tu padre estuviera decidido a no volver en mucho tiempo, tres años exactamente.

En todo ese tiempo, no hubo nadie que jugará conmigo a ser jedi, ningún otro chico compartía mi gusto musical, ningún otro chico era como tú. Nadie es como tú.
Así que pasé esos años aprendiendo a dibujar y a tocar el piano.

Mikey no fue una opción desde que aprendió a hablar, tenía esa extraña beca en quién sabe dónde para niños superdotados. Fueron años largos, Frank.

Papá me mandó a un campamento, contra mi voluntad, claro.
Ahí descubrí que soy alérgico a las abejas. Y a las fresas.
Regresé con mil picaduras de mosquito y un gran raspón en el brazo. Jamás entendí a esos chicos que disfrutaban de jalar una cuerda sobre un gran charco de lodo.

Yo sé que tú amabas esas cosas, pero también te gustaba lo que yo hacía. Leer cómics y garabatear las libretas de la escuela por la parte trasera con posibles finales apocalípticos del mundo eran cosas del diario.

Llegué cansado de la escuela un día, nada especial. Un examen diagnóstico de geografía, quedarme en las bancas mientras todos jugaban fútbol, un sándwich de mermelada... lo de siempre en esos años. Era viernes, la casa olía a pizza recién horneada y tu padre estaba sentado en el sofá charlando con el mío. Ni siquiera saludé, salí corriendo y fui al jardín. Sabía donde encontrarte.

Si Hubiera Sabido. [FRERARD] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora