Una noche lluviosa.

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Me aproximé a la puerta, era extraño que alguien tocara a esas horas. Incluso mi madre se asomó desde la sala con una expresión de angustia.
Abrí. Ahí estabas tú, con una sonrisa tímida, empapado por la lluvia.

-Hola, ¿puedo pasar? -dijiste un poco avergonzado.

Yo me quedé helado por un momento, no podía creer que estuvieras parado frente a mí. Además, ¿quién llega luego de tres años, a la mitad de la noche diciendo eso? Sólo tú.

-Oh, cariño, claro, pasa, pasa -dijo mi madre apurada, quien ya estaba en el lugar y se disponía a hacer lo posible por que te secaras.

-Gracias, Donna -respondiste mientras entrabas ligeramente encogido, no supe si por frío o por pena, quizá ambas. Mi madre corrió a traerte unas toallas y solo quedamos nosotros en la entrada.

-Hola, Frankie.

-Hola, Gee.

La mirada que me dirigiste al decir eso, pudo haber derretido los polos más rápido de lo que se da el crecimiento de la población mundial. Tenía la dulzura necesaria para preguntarme si todo eso no era más que otro sueño.

¿Sueñas conmigo?

Si Hubiera Sabido. [FRERARD] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora