Una ventana rota.

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Me despertaste la madrugada del día siguiente. Llevabas una camiseta blanca y tu mejor sonrisa. Ambos nos habíamos quedado en el piso dentro de nuestras respectivas bolsas de dormir.
Sigo molesto porque me obligaras a levantar y usar tenis. No tenía idea de lo que pasaba. El Sol ni siquiera había salido, pero  con esos ojos mirándome, ¿quién necesita al Sol?

Dejaste una nota en la mesa para avisar a tu padre que habíamos salido, algo que ya era costumbre tuya. Intenté detenerte cuando vi que tomaste un balón y lo metiste en una práctica maleta deportiva azul marino que te echaste al hombro una vez cerrada, pero cubriste mi boca con tu mano y me obligaste a salir.

No sé cuánto tiempo caminamos entre calles vacías. Nadie con un buen juicio se levanta tan temprano.
Llegamos a un barrio no tan lindo, incluso parecía deshabitado. Anduvimos entre las casas, ese lugar era un verdadero laberinto. Cualquiera se asustaría de un paisaje como ese, aunque,contigo, me sentía seguro. Quizá sólo éramos un par de adolescentes, pero siempre parecía que tenías el mundo en la palma de tu mano, y siempre lo compartiste conmigo.

Nos instalamos en una especie de 'patio trasero'. Dejaste caer la odiosa maleta y sacaste el balón.

-Gee, es necesario que aprendas a jugar con esto -dijiste mostrándome la pelota como si fuera un bebé- No sólo para el partido que le debes a los chicos.

-¿Qué? Pero si tú... -me detuve. No únicamente por tu mirada, en el fondo, sabía que era cierto. Claro que no te referías a que pretendiera ser alguien diferente para agradar a los chicos de la escuela, tú siempre me inspiraste a ser fiel conmigo. Ambos sabíamos que socializar era lo más sano que podía hacer en esos años de mi vida, y el soccer era algo que parecía gustarle a todos los chicos en Jersey, incluso a algunos con lo que comenzaba a entablar amistad. Obviamente, cuando puse lo aprendido en ese día práctica, no era el rey de los maestros, pero reconozco que me regaló muchos buenos momentos. Como aquel día.

Me mostraste algunas técnicas, 15 exactamente. Sólo pude hacer una, y no creo que cuente mucho. La primera razón, es que la pelota golpeó mi cabeza por accidente. La segunda, no estábamos intentado esa.
Tuviste paciencia cada minuto de la clase, cuando fallaba, negabas mínimamente con la cabeza y decías "tú puedes, Arty". Sólo me llamabas así cuando querías convencerme tanto como tú lo estabas que era capaz de lograr algo.

Luego de un par de horas, estaba exhausto, y decidiste ser blando conmigo.
Tomaste una tiza de tu maleta y marcaste el punto donde debía pegar el balón en la pared.
Primer intento: mi increíble puntería me hizo mandar el balón muy lejos de la pared, ni siquiera de la marca.
Segundo intento: mi zapato salio volando.
Tercer intento: volé el balón a un árbol.
No parecías molesto, al contrario, trepaste sin dudarlo y me lo lanzaste. Para entonces, el Sol ya comenzaba a salir, y los rayos que apuntaron a tu rostro te hicieron sonrojar levemente. Mientras regresabas, yo estaba esperándote abajo. Todo iba muy bien, hasta que una estúpida ardilla saltó a tu hombro y te soltaste. Afortunadamente, no era más de un metro lo que te faltaba para llegar. Yo extendí mis brazos en un intento por que no acabaras en el suelo, pero fue justo donde ambos terminamos. Estábamos tan cerca, que las puntas de nuestras narices se rozaban, y un pequeño mechón de tu flequillo terminó en mi ojo.

-Malditas ardillas -susurraste de manera tranquila y me sonreíste.
-Malditas -te confirmé y sonreí de vuelta.

Te levantaste y me ayudaste a ponerme de pie.
Luego de eso, volviste a someterme al entrenamiento de una actividad humana innecesaria.

Decimoquinto intento: rompí una ventana.
Pensé que el lugar estaba abandonado, de verdad. Supongo que tú pensabas lo mismo por la cara de sorpresa que hiciste cuando aquel tipo enorme salió rápidamente, gritándonos un montón de insultos y cargando una pala oxidada.

Jamás olvidaré ese día, Frankie.
EL DÍA de nuestro primer beso.

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Si alguien no sabe la razón de llamar "Arty" a Gee, es porque su segundo nombre es Arthur. o-oz

Si Hubiera Sabido. [FRERARD] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora