Un gran departamento.

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Los chicos nos invitaron a jugar un partido con ellos. Debiste notar mi nerviosismo porque les dijiste que yo estaba muy cansado del viaje y que debía descansar, pero les aseguraste que lo haría.  Eso me enfadó/angustió un poco, aunque tú nunca has querido algo malo para mí.

Soltaste mi mano para levantar una moneda del piso, dijiste que no era buena suerte, pero que podría ser que en eso se convirtiera, luego de guardarla en tu bolsillo, me mostraste el edificio con un ademán.
No había notado lo grande que era hasta ese momento, incluso un portero nos abrió la puerta y nos dio las buenas tardes. Tomamos un elevador y llegamos al piso de tu departamento. Me sorprendió que fuera tan amplio, con sillones largos y enormes ventanas, un comedor de seis lugares, cocina de lujo y tres grandes habitaciones, un lugar muy grande para dos personas. 

Tu padre había obtenido un ascenso, y con él, un mejor trabajo. Cuando lo mencionaste, me pregunté por qué llevabas entonces las rodillas del pantalón desgastadas, pero supuse que sería un comentario tonto.

-¿Tienen hambre, chicos? -dijo tu padre mientras sacaba una pizza del horno. Justo como el día de tu última visita en New Jersey. Era margarita, nuestra favorita. Ambos asentimos y corrimos a sentarnos para comer. Bebimos un frío jugo de uva y nos deleitamos con helado de menta para el postre.

Los tres platicábamos sobre la posibilidad de autos voladores cuando el teléfono sonó, era de la oficina de tu padre, lo necesitaban para resolver algunos asuntos importantes, así que se fue. Y nos quedamos solos.

Pero contigo jamás me he sentido solo, Frankie.

Si Hubiera Sabido. [FRERARD] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora