Cuarenta y tres

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Entonces yo estaba en casa, haciendo la tarea que claramente no quería hacer, cuando mi teléfono vibro, avisando que tenía una nueva solicitud de amistad en Facebook.

Por mi cabeza nunca paso la pregunta de quién podría ser. Solo abrí aquella solicitud, esperando que fuese algún compañero del aula, o alguien de mi familia.

Y, oh. Quería apretar aquel botón de "acepto" desde que su nombre apareció.

Sin embargo no quería que pensara que me encontraba en alguna clase de urgencia.

Así que espere dos horas. Dos horas para aceptar la solicitud que Arthur me había enviado. 

El niño del que nunca habléDonde viven las historias. Descúbrelo ahora