Capítulo 20.

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Era de noche y las sirenas de las patrullas se escuchaban a una distancia considerable.
Había estado vagando por horas, recordando a Margo, a sus sonrisas, cuando cantábamos y reíamos juntas.
Ése día había comprobado dos cosas: las mejores personas siempre te dejan, y el caminar sin lugar fijo empeoraba las lágrimas.
Una gota cayó en mi hombro produciéndome un escalofrío, y así se de llenando mi cuerpo, de pequeñas gotas que se combinan con mi llanto.
E involuntariamente, sentí un como si esto hubiese pasado antes.
Lágrimas, sollozos, el ambiente fresco, de noche, con una llovizna tremenda... y ése repentino dolor en el pecho.

Y entonces fue cuándo recordé...
El día que me dieron en adopción cuando murió mi madre.

Eso no ayudaba, nada ayudaba. Y ayudaban menos todavía que te dirigieras a la casa de tus mejores amigos para despedirte de ellos, pues te irías a donde es realmente tu hogar. Transilvania, lugar de vampiros, y de Drácula.
Y lo peor era que me tuviese que ir con, precisamente, Ronald. Y no era que me cayese mal, ya era mi amigo, pero incomodaba mucho pasar el tiempo con él.

—Te agradezco. —Le dije un vez que volví hacia donde él estaba—. Si no hubieras llegado a tiempo yo probablemente moriría.

—No hay nada de qué agradecer. —Asentí y miré a otro lado—. Va a ser difícil todo esto, pero alguna vez alguien me dijo que después de la tormenta viene el arcoiris, y vale realmente la pena ir por él.

—Tal vez no hay arcoiris, y sólo es nuestra imaginación, porque imaginamos mucho ¿no es cierto?, de las personas que más queremos y en las que más confiamos. —Ya no creía en nada, y sabía que pronto cambiaría de opinión, pero por el momento sólo necesitaba ser un poco pesimista y tristona.

Se me pasaría, pero no estaba de humor para aceptarlo.

Caminé todavía con más pesadez hacia la casa de mis amigos, con la lluvia empapándome más de lo que yo sentía, los zapatos hundidos en agua, y el asfalto resbaladizo.

Llegué, toqué la puerta, y sin pensarlo dos segundos me lancé a los brazos de Jennie que no chistó y me abrazó con la misma fuerza. Y por eso... por ésas amistades, era por lo cual seguía con vida.

—Tenemos algo de decirles. —Captó Ronald, a sabiendas de que yo no hablaría.

Yo seguía abrazada de Jennie, que había comenzado a llorar en ése mismo instante. Era la clase de chicas que cuando veía llorar a otros ella también lloraba.

—He decidido que el mejor lugar para Jade es en su legítimo hogar, en Transilvania. —Y habló con la verdad en cada momento, aunque cada palabra que dijera se estampara en mi corazón como puñaladas, era cierto—. En primer lugar mi propósito era venir aquí porque el Conde Drácula me lo había pedido, encontrar a su hija, y la busqué por todos lados hasta que la encontré aquí. Él la extraña y se da cuenta que ciento setenta y cuatro años sin ella es lo peor que le puedo haber pasado, porque pasó un año con Jade, pero no es el suficiente para saciar el estar con tu hija.
»No tardaremos en llegar, tengo muchos contactos en aeropuertos que nos darán la mano por el cambio de climas y lugares que tenemos que sobrevolar, así que no estén preocupados, yo la voy a cuidar bien.

—Lo poco que pude disfrutar su noviazgo es lo mucho que me encantó que estuvieran juntos. —Sonreí para mis adentros—. A Margo le hubiese gustado sacarles una fotografía.

—¿Le hubiese gustado?

—M... mmmm... —Iba a pronunciar la palabra, pero Ronald se m adelantó.

—Falleció esta tarde. —Tragué saliva.

—Al final de la tormenta viene la calma ¿no? —Jennie me abrazó tratando de lucir fuerte, aunque yo en el fondo sabía que se desmoronaba poco a poco—. Todo irá bien.

Asentí.

—Los amo. —Me despedí como pude de los dos.

—Prométeme que no nos olvidarás. —Pidió Scott.

—Nunca los olvidaré.

—¿Cuándo te irás? —Tomé la mano de mi amiga.

—Mañana a primera hora. —Respondí—. Él ya tiene todo listo.

—¿Segura que vas a estar bien sola? —Jennie carraspeó—. Con Ronald...

—¿Me queda otra? —Alcé las cejas, apreté mis labios y me encogí de hombros—. No hay de otra, y aunque no esté segura sé que estaré mejor físicamente allá.

—Lo que sea mejor para ti, eso siempre será lo que elegiremos porque te queremos ver bien. —Me dio un beso en la frente—. Te vez agitada, ¿tienes hambre?

Asentí.

—Ahora vuelvo, ¿si? Tengo ropa limpia en mi habitación, dúchate y si quieres prepara las mantas porque vas a dormir conmigo.

Asentí y me dirigí a su habitación.
Todo parecía ser normal.
Pero con un sentimiento de vacío.


(...)

A la mañana siguiente desperté por unos gritos que provenían de la sala.
Me temí lo peor, así que cuando me dispuse a levantarme para ver de qué se trataba, unas manos enrollaron mi pie izquierdo haciendo que me estampara la cara en el suelo.

—¡Auch! —Ronald se levantó del piso aturdido.

—Lo siento, pero no es nada problemático, al menos no para nosotros.

Me senté en la cama de nuevo, tomándome la nariz. Tenía suerte de ser vampira y no habérmela roto, pero aunque no lo hubiera hecho, dolía como si sí.

—Han estado así casi toda la mañana. —Lo miré con cars de confusión—. Peleando y girándose cosas despreciables a la cara. Ya Jennie dijo te terminarían.

—Eso es horrendo, no puedo dejar que algo así pase. —Casi vuelvo a salir, pero entonces caigo de bruces contra el piso, otra vez.

—Lo haré cuántas veces sea necesario. —Me acerqué, lista para extrangularlo hasta que volví a la realidad.

—Te odio. —Le di un golpe en la espinilla que lo hizo reír.

—Al que te salvó la vida.

No respondí, porque en ése momento Jennie entró llorando, y me temí lo peor.

—Terminamos.

Eso era lo peor.

Aeternum.  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora