Capítulo 4.

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Era un día nublado, perfecto para un vampiro y para ver series durante un largo rato sin interrupciones.
La noche había transcurrido rápido, pero los pensamientos al principio no me dejaban dormir.

¿Quién era Jade? ¿Cuál era su pasado? ¿Ronald lograría encontrarla? ¿Cómo murió su madre?

Era cierto lo que pensaba en ese momento, que no debería de meterme en cosas de los demás, pero la verdad me era imposible porque lo sentía como parte de mí.

Sin embargo, decidí dejar pasar todo e intentar olvidarme de esas preguntas. Tomé mi móvil y puse mis canciones en aleatorio mientras abría las cortinas de la habitación para que entrara un poco de luz.

Bajé las escaleras con delicadeza para no despertar a Margo que pronto iría a la casa de su amiga. Así sería la cosa, yo me quedaría sola, conmigo, sólo conmigo misma viendo series y comiendo chatarra.
A veces la vida es tan buena.

Entré en la cocina dispuesta a preparar un café.
Me gustaba prepararlo a la antigua, y si anticuada me llamaban, alegremente; me gustaba el café con sabor, no agua caliente.
Encendí la estufa y calenté agua, así como empecé a preparar en mi taza el café, y después estaba listo.

Abrí la nevera y saqué unas fresas de ahí dentro. Estaba escasa de alimentos y había qué hacer un esfuerzo.

Subí a la habitación con el plato de fresas en una mano y el café en otra.
Cuando llegué me dispuse a encender el televisor y observar series todo el día.

(...)

Horas más tarde tocaron la puerta haciendo que diera un respingo en mi cama.
Salí de mi confusión y observé mi reloj. Cuatro treinta de la tarde.

Había olvidado que ese día vendrían por Margo.

Me salí de la cama y bajé las escaleras a toda prisa.

Cuando llegué Margo ya estaba esperándome con sus cosas en las manos y su mochila en la espalda.

—Me voy, Michelle. —Se acercó a darme un beso de despedida.


—Ya esperaba esas palabras. —Solté, haciendo que riera—. Te cuidas, y al terminar de cenar lavas el plato.

—Sabes que sí. —Rodó los ojos de una manera tan cómica que no pude evitar reír—. Te quiero.

—Bien, anda. —Hice un ademán—. No hagas esperar más a Roxana, yo puedo cuidarme sola.

Abrí la puerta y ella salió corriendo.

Y así es como te quedas sola en la casa. Teniendo hermanas menores más sociales que tú, y padres que trabajan todo el día y viajan más que tú.

Volví a subir las escaleras.

Pero esta vez... observé la puerta de la recámara de Margo abierta.

No iba a a entrar, era su privacidad, no tenía el derecho de hacerlo.
Pero... mi corazón (metafóricamente) me decía que si buscaba un enigma, ahí era el lugar para encontrarlo.

Nada más observar.

Así que entré, y entre más caminaba, más cuenta me deba que la habitación era oscura y tenebrosa, más de lo que una niña de su edad debería.

Encendí las luces.

Una carta estaba en la cama.

Se suponía que nada más debería de ver, pero la curiosidad me ganó... y la abrí.

2016.

Para papá y mamá.

Mamá y papá, sé toda la verdad.
¿Cuándo se molestarán en decírselo a Michelle?
¿Es que acaso no tienen la suficiente madurez?
Tarde o temprano se dará cuenta de su terrible secreto, y ella no hará nada más que odiarlos el resto de su vida.
Los odiará por toda la eternidad.
Así que yo no pretendo ser la odiada de la familia, amo a Michelle, con todas mis fuerzas.
Ella ha sido como una hermana para mí.
Pero por favor, si ustedes no le dicen la verdad lo más rápido posible seré yo quién lo haga.

Besos y abrazos.
La pequeña Margo.

Aquella carta me heló la sangre, y aunque mi cerebro me decía que sólo podía ser una cosa por la lógica de la carta, me negaba a creerlo.

Y tal vez lo peor de todo eso era que mi propia familia me ocultaba secretos. Eso era lo que más me dolía.
Me dolía porque, ante la apariencia de gravedad en el asunto, nadie más que a Margo pareció haberle interesado contarme sobre el secreto.

Tal vez, lo que más dolía de todo, era que no soy siquiera parte de la familia.

Aeternum.  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora