Capítulo 13.

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Mi cabeza estaba a punto de explotar.
Mis mejores amigos me llamaron por teléfono, uno a cada hora distinta; me dijeron que fuera a la casa de Jennie, ya que era la más cercana a la de los demás por los respectivos alrededores y avenidas que tenía, y que me tenían que dar una noticia. Como Roland ya era prácticamente parte del grupo de amistad no me emocioné mucho por la noticia, porque ya sabía que iba a ir.
Negándome rotundamente a dejar a mi hermana sola, y a conducir mi Lamborghini, decidí volver a llamarlos, cuando una voz de culpabilidad se instaló dentro de mí, haciendo que decidiera cancelar la llamada.

—¡Margo! —La llamé, con el celular en una mano y haciendo comida con la otra.

—¿Qué pasó? —Escuché sus pasitos y después el rechinar de la silla al sentarse en ella.

—Hoy tengo que salir, Scott y Jennie nos tienen una noticia importante. —Cuando calculé que estuviera lista, se la tendí en un plato—. ¿Te quedas o vas?, tú decisión.

—Me gustaría quedarme, tengo bastante qué hacer. —Sonreí.

—Como lavar tu ropa ¿no? —Mi hermana me miró negando con sus ojos.

—Cosas... qué preparar.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero.

—Asuntos importantes de una niña de casi seis años. —Sonreí aparentando estar bien—. Ya, ya, todo está genial.

Ella se rio, pero algo en su risa me hizo salir de la realidad y concentrarme en la gravedad de los problemas. Ésa era su bellísima risa, la que yo conocía perfectamente, pero era su risa de preocupación, no de alegría.

—¿Pasa algo? —Ella me miró y negó con la cabeza—. No has tocado tu comida desde que llegaste.

—Ah sí, pero no pasa nada. —Sonrió transmitiéndome confianza—. Sabes que te amo mucho, ¿cierto?

—Con cada fibra de mi ser.

—Sé que sabes muchas cosas, más de las que deberías hermana, y que te están consumiendo poco a poco. —Se levantó y caminó hacia mí, dándome un abrazo—. Pero, como buena hermana que quiero ser, esto no es lo último y más fuerte que va a pasar, así que nunca bajes la guardia, porque...

Y luego empezó a susurrar.

—Las personas en las que más confías más te hacen daño.

Y con eso se retiró, causando más efectos en mí de los que quería admitir. Las palabras que salen de la boca de las personas que más conoces y más quieres, son las que más duelen y te arrancan el alma.

Así que, ignorando, o al menos tratando de ignorar, lo que la pequeña Margo había instalado en mí, me fui directo a mi habitación a cambiarme para el asunto de la tarde.
La verdad es que los dos estaban tan apurados y nerviosos que no les dio tiempo ni de decirme a qué hora debía de ir.
Entonces, con una noticia por descubrir, me dirigí caminando a la casa de Jennie, que no estaba tan lejos, pero estaba muy escondida.

—¡Mich! —Gritó ella todavía en pijama—. Qué bueno que llegas porque no tengo idea de qué ponerme.

—Para eso estamos las amigas, y los horarios no especificados. —Ella se rió y después de puso nerviosa.

Aeternum.  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora