Como en el resto de lugares de la TARDIS, la sala de meditación donde se encontraban el Doctor y Yenna era una muestra de minimalismo y frialdad. Su forma era cúbica, con suelo y paredes negras, y una luz blanca proveniente de las lámparas que cruzaban el techo de la habitación formando una X.
El Doctor ignoraba si esa sala había estado allí desde siempre, o si había sido creada por la TARDIS, tan acostumbrada a variar su estructura en función de las regeneraciones del Doctor, a raíz del accidente que había trastornado su personalidad. Fuera cual fuera la opción, agradecía el tener aquel lugar silencioso en el que poder vaciar su mente y dejar que Yenna le ayudara a recomponer su memoria.
Se encontraba en el centro de la sala, sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Frente a él, una chica sentada en la misma postura le cogía de las manos. Su piel era de un tono violáceo, sus ojos amarillos, y su cabeza, completamente calva y mostrando unos implantes que recorrían su parietal de oreja a oreja, como correspondía a las psíquicas del planeta Vichaar. Desactivado el filtro holográfico con el que solía camuflar su aspecto cuando salía de la TARDIS, Yenna se mostraba tal y como era a ojos del Doctor.
– Relájate, Doctor... Cierra los ojos, respira hondo, y cuéntame qué ves.
– Veo a un hombre... Se siente algo desorientado. Lleva una guitarra eléctrica y acaba de entrar en un bar de carretera en pleno desierto.
– ¿Reconoces a ese hombre?
– Soy yo, mucho tiempo atrás.
– ¿Qué hace?
– Habla con la camarera, una chica menuda, muy bonita... Grandes ojos, mejillas redondas, cara gatuna y una media sonrisa constante... Ahora él está tocando unas notas en la guitarra mientras le habla de Clara... Ella...
– Dime.
– Ella es Clara, pero él no lo sabe. La recuerda, pero es incapaz de reconocerla. Él... – dijo mostrando dificultades para proseguir – Él... Lo siento, no puedo continuar por ahora – dijo cortando bruscamente la charla, llevando las manos a su cara y tumbándose en el suelo.
– Tranquilo, Doctor – contestó Yenna en tono dulce –. No controlas todavía el retorno de tus recuerdos.
– No, no es eso... No me preocupan mis recuerdos en general; me preocupa este recuerdo en concreto.
– ¿Clara? No es la primera vez que aparece.
– No debería aparecer.
– ¿Por qué?
– ¿No has escuchado lo que he dicho antes? – dijo levantándose de golpe – ¡No debería reconocer a Clara!
– A decir verdad, me has hablado bien poco de ella. ¿Qué pasó? ¿Fue alguien importante?
– ¿Clara? Hubo una época en que fue un absoluto misterio, luego comenzó a ganar importancia, después comenzó a cometer imprudencias, poco a poco estas imprudencias fueron cada vez más temerarias, y finalmente acabó por cometer la mayor de todas. La vi morir tras su estupidez definitiva, y después me enfrenté a mi gente para recuperarla en su último hálito de vida... Por Clara me pasé millones de años encerrado en una torre, muriendo y resucitando sin parar un día tras otro; ¿puedes imaginarte lo qué es esto?
– Bueno, eso explica su importancia; ahora cuéntame el resto. ¿Por qué no deberías reconocerla?
– Verás... Hubo un momento en que me di cuenta que nuestra relación se estaba volviendo muy tóxica para ambos, así que decidí borrar su memoria quitándole todo recuerdo de mí, pero era una chica lista y me pilló. Al final todo acabó en una especie de ruleta rusa y yo me llevé la peor parte... Quise hacerle lo mismo que a Donna Noble y me lo acabé haciendo a mí mismo. En los diccionarios deberían poner eso como definición de justicia poética.
– Así pues, la olvidaste.
– No. Recordaba nuestras aventuras, recordaba que había viajado con Clara Oswald, pero no recordaba a Clara en sí; teniéndola delante, era una total desconocida. Ahora, en cambio...
– Doctor, no llegaste a borrar a Clara de tu memoria; sólo bloqueaste ese recuerdo y lo encerraste a cal y canto. Tras el accidente, unas puertas se han cerrado y otras se han reabierto de par en par. ¿Acaso te asusta que su recuerdo haya vuelto?
– Es una historia un tanto complicada... Clara ya ha aparecido muchas veces en mi línea temporal, incluso antes de conocerla; sus apariciones suelen coincidir con un momento de grave peligro para mí, y por lo general, a ella le acaba costando la vida.
– ¿Y piensas que su reaparición puede ser el augurio de algo? ¿Nuevos peligros que te puedan acechar?
– ¿Quieres averiguarlo? – contestó el Doctor, mirando fijamente a Yenna mientras su boca dibujaba una sonrisa terrorífica – ¿Lista para otro día en la oficina?
– Definitivamente, Doctor, estás loco – dijo Yenna riendo.
– Tú lo has dicho, Yenna – dijo el Doctor, alzando mucho la voz mientras salía de la habitación para dirigirse a la sala de control –. ¡Un loco con una cabina!
Cuando Yenna llegó a la sala de control, el Doctor ya estaba manipulando los controles de la TARDIS para su puesta en marcha; sólo quedaba ella para completar la maniobra.
– ¿Estás listo, Doctor?
– Cuando quieras – contestó el Doctor, mirando a Yenna con un convencimiento casi suicida.
El procedimiento que habían optado para viajar desde que estaban juntos era siempre el mismo. Una vez la TARDIS estaba lista para el despegue, Yenna imponía sus manos en la cabeza del Doctor, juntaban sus frentes para entrar en comunión, y él activaba el encendido. A los ojos de un observador externo, sólo hubiera faltado un beso para que la escena ocupara las páginas de honor en cualquier novela romántica; para el Doctor, en cambio, aquella era la mejor manera de dejarse llevar, esperando que su subconsciente trazara un camino que lo ayudara a recomponer su memoria. Cuando la palanca bajó, los motores comenzaron a rugir con su habitual sonido ronco.
Una vez hubo una TARDIS aparcada en un punto aleatorio de Barcelona; ahora, salvo por unas pocas grietas en el tejido del espacio-tiempo que no tardarían en cerrarse, ya no había nada.
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La Estratagema Del Silifante (Doctor Who)
FanfictionSu memoria ha quedado fragmentada. Sus recuerdos cercanos casi han desaparecido, y los lejanos o perdidos han vuelto con total vividez. Sólo sabe una cosa: él es el Doctor, el Último Doctor. Lo que aún no sabe es que va a tener que enfrentarse con s...