Despertó en el suelo de la TARDIS, desorientado, con un ligero mareo y un terrible dolor en su cabeza. Con sus piernas aun temblando, consiguió incorporarse y se agarró a la consola central para tratar de mantener la verticalidad.

"Por fin... Comenzaba a preocuparme de haberte golpeado demasiado fuerte" – sonó una voz en su cabeza.

– ¿Yenna? – contestó el Doctor, aún confundido.

"Estoy aquí, Doctor".

– ¿Dónde? Te escucho, pero...

"Mira el monitor".

Casi por automatismo, el Doctor hizo lo que Yenna le había pedido. Cuando vio lo que la pantalla mostraba, la subida de adrenalina que recibió su cuerpo hizo que el dolor y el mareo desaparecieran totalmente.

Yenna se encontraba en el altar, sobre la losa perforada, mirando a la TARDIS mientras sonreía. Lo que aterró al Doctor fue ver que en una de sus manos sostenía un pequeño cilindro metálico de color plateado: la bomba de materia oscura que había desactivado cuando se conocieron y que le había provocado daños en su memoria, un dispositivo capaz de hacer desaparecer un sistema planetario entero. Se dirigió corriendo hacia la puerta de la TARDIS para encontrarla cerrada.

"¿Andas buscando esto?" – dijo Yenna, mostrando una llave. – "He escondido bien el resto, así que no pierdas tiempo buscándolas... Y tampoco chasquees los dedos; no funcionará" – continuó, ante el fastidio de un Doctor que ya había juntado los dedos pulgar y corazón para el primer intento.

– Yenna, ¿qué demonios estás haciendo?

"Lo que debe hacerse, Doctor. Uno tiene que saber hasta dónde puede llegar, y lo que está dispuesto a sacrificar".

– ¿Así que piensas hacerte la heroína?

"¿Hay otra salida?".

– Yenna, escucha... – dijo el Doctor, volviendo hacia la consola central para quedarse frente a la pantalla, en un extraño cara a cara con Yenna.

"No, Doctor; escúchame tú a mí. Me estoy muriendo. ¿Acaso prefieres verme morir en tus brazos y quedarte sólo, esperando que llegue tu momento, mientras el Silifante acecha en la oscuridad?".

– ¡Puede haber otra salida!

"¿Cuál? ¿Cogernos de la mano y accionar la bomba a la vez? Sería muy romántico, pero tú y yo no somos personajes para esta clase de historias...".

– Por favor... Recapacita. Déjame salir y hablemos de ello.

"Ya se ha acabado el tiempo de las palabras, Doctor. Te quiero vivo y a salvo, y para esto has de marchar".

– ¿Y después qué?

"Después serás libre. Te habrás librado de tu pesadilla y podrás continuar tu búsqueda".

– ¿Sin ti?

"Te hubieras quedado sin mí de todas maneras. Déjame que te ayude de la única forma que puedo".

– ¿Olvidas que si no quiero, la TARDIS no se moverá?

"Lo tengo muy presente, Doctor; por eso, te obligaré a hacerlo".

Yenna cerró los ojos para concentrarse al máximo; unos momentos después, el Doctor comenzaba a notar cómo perdía el control de su cuerpo, el cual comenzó a moverse en contra de su voluntad. Poco a poco y pese a sus intentos por resistirse, sus piernas comenzaron a avanzar hasta encontrarse frente a la palanca de encendido.

– Yenna, ¡detente! – gritó el Doctor.

Yenna no contestó. Un hilillo de sangre comenzó a brotar de su nariz a causa del gran esfuerzo que estaba haciendo para controlar al Doctor, pero no cejó en su empeño. Por otro lado, el en interior de la TARDIS, el Doctor vio como sus pies quedaban clavados al suelo y su brazo derecho comenzaba a desplazarse hacia la palanca de arranque. Con la mano izquierda se agarró por la muñeca, pero fue incapaz de impedir lo inevitable.

"Este tiempo contigo ha sido el mejor regalo que podía esperar, Doctor. Yo no puedo ayudarte más, pero Clara sí. Gracias por este viaje final" – se despidió Yenna.

Pese a sus esfuerzos por evitarlo, la mano del Doctor acabó cogiendo la palanca de arranque y tiró de ella, encendiendo los motores de la TARDIS. Cuando ésta comenzó a desvanecerse, Yenna sonrió y liberó al Doctor del control que había estado ejerciendo sobre su cuerpo, provocando que éste cayera al suelo.

– Me entrego en cuerpo y alma a mi Amo, Señor y Creador – dijo una vez la TARDIS hubo desaparecido.

El Silifante no se tardó en aparecer. Pronunciada la invocación, la niebla comenzó a filtrarse a través de los distintos agujeros de la losa y el muro, rodeando a Yenna y acariciando su piel con su tacto húmedo, frío y muerto. Cuando notó que la niebla penetró en su interior, activó la bomba.

Una vez hubo un sistema solar imposible, con dos soles gemelos y dos planetas que orbitaban a su alrededor formando la figura de un ocho tras pasar de sol a sol; ahora, salvo por unas pocas trazas gravitacionales que no tardarían en desaparecer, ya no había nada.

La Estratagema Del Silifante (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora