– Entrego mi cuerpo y alma a mi Amo, Señor y Creador.
La multitud congregada en la Gran Sala había permanecido en silencio mientras se pronunciaba la advocación. Cuando esta hubo finalizado, los tambores volvieron a retumbar rítmicamente y el gentío prosiguió con sus cánticos.
Aquél que había pronunciado las palabras se encontraba de pie en el altar. Detrás suyo, una aglomeración entonaba la salmodia para el advenimiento; todos arrodillados, con la cabeza gacha en el suelo, y dándole la espalda. Salvo el escogido, ninguno de los presentes estaba autorizado a presenciar la venida.
Su entrega había sido voluntaria, tal y cómo indicaba la ley. Durante las últimas semanas había sido tratado con deferencia por su pueblo y había gozado de los distintos placeres, sin recibir nunca una negación por respuesta. A sabiendas de que su sacrificio significaría un bien mayor para todos, las gentes accedían orgullosas a sus deseos. Incluso para aquellos de posición más alta era un gran honor que el elegido les dirigiese siquiera una simple mirada.
El volumen de los cánticos y los tambores aumentaba paulatinamente conforme la venida se acercaba. El elegido lo sabía, pero no mostró inquietud por ello. Había gozado de la recompensa y era conocedor de la gran responsabilidad que su acto acarreaba, así como del castigo que podía acontecer si rompía el acuerdo; no sólo él, sino también los suyos, sufrirían las consecuencias.
Como sucedía una vez cada once años, el momento por fin había llegado. Poco a poco, una tenue neblina comenzó a formarse a los pies del elegido, neblina que se fue tornando cada vez más densa conforme ascendía por su cuerpo.
El elegido no sintió miedo ante aquella aparición. Tampoco sintió miedo cuando la neblina comenzó a adquirir forma tentacular y lo abrazó. Sintió un tacto gélido cuando varios de aquellos tentáculos penetraron en su interior a través de su boca y nariz. Sintió cómo su cuerpo dejaba de responder a sus órdenes, quedando paralizado y a merced de su captor.
Poco a poco, la sangre comenzó a emanar por los poros de su piel, tiñendo aquel cuerpo de rojo. Sólo entonces, mientras era devorado lentamente por dentro y por fuera, comenzó a sentir miedo. Hubiera gritado de terror de haberlo podido hacer, pero incluso de haberlo hecho, el grito hubiera quedado enmudecido ante el sonido de los timbales y los cánticos de la multitud.
Si alguien hubiera estado mirando habría visto a un joven esperando en un altar, una niebla que aparecía y lo rodeaba, y un cuerpo que se fundía poco a poco. Pero nadie vio nada; no se permitía presenciar la venida.
Con la muerte del elegido la ceremonia había terminado. Los tambores se acallaron, los cánticos finalizaron, y poco a poco, la multitud comenzó a abandonar la Gran Sala a sabiendas de que con aquél sacrificio, su mundo volvería a estar en paz durante once años más.
Una vez hubo un joven entregado voluntariamente al sacrificio por un bien mayor; ahora, salvo por unas pocas gotas de sangre que no tardarían en confundirse con el suelo, ya no había nada.
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La Estratagema Del Silifante (Doctor Who)
FanficSu memoria ha quedado fragmentada. Sus recuerdos cercanos casi han desaparecido, y los lejanos o perdidos han vuelto con total vividez. Sólo sabe una cosa: él es el Doctor, el Último Doctor. Lo que aún no sabe es que va a tener que enfrentarse con s...