XVI

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Hubo un tiempo en que el universo había sido una algarabía de luces y colores. Hubo un tiempo en que se mirara hacia donde se mirara, los ojos se encontrarían con el brillo de millares de estrellas, aunque éstas ya hubieran desaparecido tiempo atrás. Hubo un tiempo en que el universo estaba vivo.

Tan sólo necesitó abrir la puerta de la TARDIS para confirmar que Yenna lo había llevado tan lejos como había podido. El universo que observaban sus ojos era un universo agonizante, con algún que otro punto brillante en medio de la negrura que poco a poco iba apoderándose de todo.

– ¿Cómo estás, cariñito? – dijo una voz familiar a su espalda.

Fallecida mucho tiempo atrás, la personalidad de la doctora River Song había sido guardada en un núcleo de memoria y ahora se alojaba en los sistemas de la TARDIS, apareciendo ocasionalmente como un holograma, generalmente sólo visible a ojos del Doctor.

– ¿Cuánto tiempo llevas aquí, River? – contestó el Doctor sin girarse.

– El suficiente como para comenzar a preguntarme cuánto tiempo vas a pasarte tú aquí.

– El que haga falta...

– ¿Para qué?

– ¿Importa eso? – contestó el Doctor en tono irritado, volviéndose hacia ella – ¿No lo entiendes? Sin ella vuelvo a estar sin brújula...

– Ya sabías que le quedaba muy poco; ¿en qué cambian las cosas? Ha hecho lo que creía que tenía que hacer...

– ¿Dejarme sólo?

– Has de seguir tu camino. Tienes que encontrar a Clara...

– Vaya... ¿Compartiendo secretitos con Yenna? ¿O espiándome a través del ojo de la cerradura?

– Formo parte de la TARDIS, Doctor... – contestó River Song en tono dolido.

– ¿Y cuál es tu consejo? ¿Me lanzo a esta búsqueda desesperada? ¿Crees que la encontraré, o simplemente acabaré olvidando mis problemas a base de buscar una aguja en el inmenso pajar del espacio-tiempo?

– Para empezar, ¿cuáles son tus intenciones? ¿Piensas quedarte aquí mirando como todo muere? El universo está desapareciendo... ¿Pretendes desaparecer con él?

– No lo sé, River; no lo sé...

Ella sólo era una proyección holográfica, pero pese a todo, una lágrima brotó de uno de sus ojos para recorrer su mejilla, mientras veía como el Doctor le daba la espalda y volvía a dirigirse hacia la puerta de la TARDIS, encendía un cigarro y se quedaba observando en silencio aquél enorme vacío que una vez había sido un lugar lleno de luz y vida.

Su desaparición no fue instantánea, sino que a la manera de la TARDIS, comenzó a desvanecerse lentamente. Antes de desaparecer completamente, cerró los ojos y, dirigiendo su pensamiento al vacío infinito, musitó una última plegaria.

– Clara, estés donde estés, ven, por favor. Te necesita...





––  FIN ––

La Estratagema Del Silifante (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora