XII

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– ¿Te encuentras mejor?

El Doctor continuó en silencio, aunque asintió ligeramente con la cabeza. Su mente era un hervidero y en su interior se sentía como un pedazo de papel al que primero han arrugado y después roto en mil pedazos, pero la voz de Yenna lo reconfortaba. Volvía a estar a años luz de sentirse bien, pero en lo que hacía referencia al pasado inmediato, se sentía mejor.

– ¿Y bien? – prosiguió Yenna – ¿Vas a contarme lo que ha sucedido?

Ella ya le había contado su parte. Aún no había llegado a la segunda gruta a la que se había referido el doctor LaVey cuando este le comunicó que había perdido contacto con el Doctor, por lo que había dado media vuelta y se había dirigido a su última ubicación conocida. Llegado a ese punto y tras avanzar un rato más lo había encontrado en medio de la gruta, tumbado en el suelo en posición fetal, temblando y lloriqueando.

– He tenido un poco de vida social – contestó el Doctor, sin mirarla y en un tono totalmente privado de emociones.

– ¿Lo has visto?

– ¿A quién?

– Al Silifante.

– No se ha presentado como tal, pero bueno... Sí, diría que lo he visto. Lo he visto, hemos charlado, y después han venido ellos, y hemos charlado, o no, más bien han hablado ellos mientras yo trataba de replicar y ellos no me hacían ningún caso, pero sí, podemos considerar que lo he visto, a él, y a ellos, y hemos hablado, aunque uno lo hacía a través de mi mente y los otros se comportaban como si no me escucharan, o directamente les importara un comino lo que yo tuviera que decir...

– ¡Doctor! – lo detuvo Yenna ante la súbita aceleración de sus palabras y la incoherencia que comenzaba a mostrar su discurso – Cálmate... Estoy aquí, ¿de acuerdo? Estoy aquí... Ahora haremos lo siguiente: en primer lugar vamos a largarnos de aquí, este sitio está comenzando a ponerme enferma. Durante el camino de vuelta te iré haciendo preguntas concretas, y quiero que me respondas lo más escuetamente posible. ¿Entendido?

De nuevo, el Doctor guardó silencio y se limitó a asentir, mientras su respiración comenzaba a normalizarse. Cerró por unos momentos los ojos y juntó sus manos frente a su boca, formando una mascarilla, para respirar a grandes bocanadas. Tras una última exhalación, se quedó totalmente quieto, abrió los ojos de repente y se levantó como impulsado como un resorte.

– Cuando quieras – dijo a Yenna mientras se acomodaba la levita.

Yenna tenía muchas dudas, pero su principal prioridad era salir de aquella gruta en la que había nueve cadáveres y donde el Doctor había pasado por una experiencia traumática, por lo que se limitó a iniciar la marcha y dejar el interrogatorio para más adelante. El momento llegó una vez habían dejado atrás el camino estrecho e inclinado que daba acceso a aquella caverna.

– Así pues, parece que viste al Silifante – preguntó sin detenerse, mientras volvían de camino al campamento base.

– Es posible...

– ¿Qué viste?

– Niebla... Una niebla que adoptó la forma de una calavera humana y me habló; bueno, para ser exactos, escuché una voz en mi cabeza.

– Vigila a quién le cuentas esta historia o querrá ponerte una camisa de fuerza y encerrarte de por vida en una celda acolchada...

– ¿Crees que todo es autosugestión? ¿Qué vi niebla porque me habían hablado de niebla? ¿Qué todo esto sólo está en mi cabeza?

– No lo sé, Doctor, no estaba ahí. ¿Y de qué hablasteis?

– Básicamente habló él. Me soltó un discurso acerca de que nuestro destino está ligado, que un día lo aceptaré como mi Amo, Señor y Creador y me entregaré a él, y otras tonterías por el estilo... Ya sabes, el típico rollo sectario.

La Estratagema Del Silifante (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora