3

59 3 3
                                    

Él sabía que ella iba decidida a hablarle y no solo para pedirle el café matutino; eso  alimentaba su enorme ego. Así era él, un completo patán orgulloso. Rápidamente piensa en cómo rechazarla, dejándola en ridículo en frente de todos en la cafetería. Tenía unas respuestas muy ingeniosas y humillantes, después de todo, lo había hecho ya con cientos de chicas que le hablaban cosas que no fueran precisamente negocios.
Sin embargo, sucedió algo muy diferente a lo que él esperaba.
Ross por fin llega frente al mesón cuando, repentinamente, recuerda la razón por la que había llorado el día anterior. Súbitamente , vuelve a tornar su mirada fría y la baja al piso. Vuelve a mirar al sujeto y solo da la vuelta para salir del local, sin comprar absolutamente nada. Él, pasmado, intenta averiguar qué sucedió.
- Quizás es bruja y leyó mi mente.- Pensó extrañado.
- Jeanne ¿Te acuerdas a qué hora sale del trabajo? Pasa todas las tardes frente esta calle para irse del trabajo . Viene al menos 3 veces al día a la tienda a comprar.
Dijo, sin pensar mucho, en voz alta sus preguntas.
- Clean, no me digas que estás pensando en una chica.
Jeanne mira a Clean y nota la sonrisa perversa que se le forma mirando al vacío.
- ¡Clean! Deja en paz a la pobre chica, no la hagas sufrir ni la dejes en ridículo como a las demás.
- No he dicho que la dejaré en ridículo.
- Jeanne. déjalo. -Interrumpió otro dependiente.- Ha estado viniendo desde hace más de un año, creo. Quizás con esta chica sea diferente, quizás no la haga sufrir. Aparte, míralo ya tiene 33 años ¿Quieres que quede de por vida solo?
- Esta bien, haz lo que quieras. Diviértete, Clean. Pero recuerda que llevas a tus cuestas esta empresa, tu padre confía en ti.
- Siempre, Jeanne.
Clean mira a Jeanne con una sonrisa de confianza, luego solo se fija en los clientes que seguían llegando a comprar.
Ross llega a la oficina y ya estaba sentada en el escritorio contiguo Charlotte. Ella era su compañera de trabajo y amiga. Hacía 15 años, precisamente el mismo día, la prestigiosa empresa solo habían escogido a 3 personas: Charlotte, Mike y Ross.
Charlotte era una mujer muy sensible. Disfrutaba hablar de sus sentimientos y que los demás hablaran de los suyos con ella. Para Ross, Charlotte tenía el papel de su psicóloga personal. Muy por el contrario, Mike era este tipo de hombre que solo se dedicaba a coquetearle a todas en la oficina. Ross pensaba que toda oficina tenía un Mike. Aunque fuera un eterno enamorado de todas las mujeres de la ciudad, era alguien que alegraba el día con sus chistes y anécdotas. Ross, pensándolo bien, había concluido que tenía en su vida a muchas personas con personalidades muy comunes. Ella también debería ser común.
Ross había llegado con el rostro colorado por lo que acababa de pasar. Al sentarse colocó su rostro sobre  el escritorio, tapándose con sus brazos para que nadie la viera. Sin embargo, claramente Charlotte se percata de su extraño comportamiento, por lo que decide localizarse a su lado.
- Ross, buenos días.
- Buenos serán para ti.-  Suspiró ocultando su rostro.
- ¿Otra vez el de la cafetería?
- Ajam.
- Ross, solo háblale, de seguro quedará rendido a tus pies con tu ternura.
- Hasta yo estoy rendido a tus pies.- Interrumpió Mike llegando de sorpresa, sentándose en el escritorio de Ross.
- Mike, Ross está triste, no es hora de tus bromas.
- Charlotte, está triste, es el momento perfecto para mis bromas. ¿No te parece, Ross?
Estos dos siempre están peleando, Ross piensa en que sería algo muy satisfactorio si terminaran juntos.
- Ya basta chicos, estaré bien, solo necesito un café. - Mira a Mike.
- Si sales conmigo prometo traerte el mejor café del mundo.
- Puedo traerme mi propio café, gracias.
Ross se levanta y va a buscar su café. Pasan las horas e, inevitablemente, llega el intermedio de almuerzo. Charlotte la mira.
- Supongo que irás a la cafetería.
- Supones mal, no lo quiero ver. Después de la vergüenza que pasé, seguro se reirán de mi.
- Ross, a cualquiera le pasa.
- ¿Te ha pasado?
- No, pero yo no soy cualquiera.
Eso hace sentir a Ross mucho peor ¿Estaba diciendo que Ross era cualquiera? Bueno, no es como si le diera mucha importancia, intenta dejarlo pasar como suele hacerlo.
- Bien, Charlotte. Entonces , mejor vamos a buscar un lugar donde podamos comer ¿Te parece? Muero de hambre.
Charlotte sintió que debía dejar de insistir en el tema y acompañó a Ross a comer, no sin antes cambiarle el tema completamente.
El día prosiguió con normalidad. Ross tampoco fue a comprar al final de las horas de trabajo. Sin embargo,  debía pasar obligadamente por la cafetería para volver a casa, y no podía tardarse mucho, ya que estaba oscureciendo. Además, no le gustaba que Sophie quedara sola demasiado tiempo. Repentinamente suena su teléfono.Era Sophie.
- Sophie, ahora comenzaré a caminar para volver a casa.
- Lo sé, mamá. Solo te quería pedir que me compraras unos cupcakes ¿Sii?
- Está bien, pasaré por el supermercado.
- No, mamá. Quiero los de la cafetería a la que siempre vas. De verdad se me antojan mucho algunos cupcakes ¿Puedes?
- Sophie.- Ross queda mirando fijamente un punto vacío.
- ¿No puede ser otro día? Debe estar muy lleno.
- Por favor, mamá. Hace mucho que no compras.
La voz de súplica de Sophie terminó convenciendo por completo a Ross. Después de todo, era su única hija.
- Está bien, te los llevaré.
Ross suspira y toca su cabeza con la mano derecha, hace un gesto de queja y da vuelta.
Temerosamente, se dirige a la cafetería. Entra con mucha vergüenza, como si todos la estuviesen observando. Añoraba que sus súplicas hubiesen sido oídas, pero no. Como siempre, ahí estaba Clean. Él la mira como si dijera »¿Ahora te animas a hablar y no hacer el ridículo?«
- Qui... quie… quiero 5… - Siente la intención de su mirada. No puede sentirse más estúpida. Respira hondamente.
- Quiero 5 cupcakes.
- Es increíble lo que te provoco.
Dice mientras prepara la boleta.
- ¿Perdón?
- ¿Crees que no lo sé? ¿Que no me he dado cuenta? Hace más de un año que vienes acá y no haces más que mirarme de esa manera. Oh, cariño, Pretty Woman es tan solo una película, no te sacaré de ese mundo, así que solo olvídalo.
Se acerca casi tocando su nariz con la suya, Ross nerviosa solo piensa en que ese “cariño” le salió un tanto afeminado.
- Sé lo nerviosa que te coloco.
Y era verdad. El corazón de Ross estaba a mil. Pero todo ese nerviosismo se había transformado en segundos en una rabia que comenzaba de lo más profundo del su ser. Sentía cómo su monstruo interior lleno de hormonas, bochornos y un poco de comezón, quería salir de sus entrañas.
- ¿Quién crees que eres?- Dijo alejándose, con tono firme y ceño fruncido .
- ¿Crees que por vestir bien y tener un buen trabajo te da derecho de tratarme así? ¿Cómo una prostituta?
Ross ignora si hay gente que vea el espectáculo. Simplemente está molesta y no repara en ocultarlo.
- Entonces, dime que es mentira todo lo que dije- Respondió desafiante Clean, sin perder la compostura.
- Claro que es mentira. Incluso serías el último hombre en el que me fijaría.
La molestia de Ross se reflejaba en sus palabras. Con dignidad propia de la realeza, y dispuesta a salir lo mas rápido de allí,  exclusivamente retira sus cupcakes. Cuando por fin cree haberlo logrado, algo o alguien la detiene.
- ¡Hey, ladrona! Te falta pagar eso.
Mira la bolsa con cupcakes, y, para su desgracia, era verdad. Con tanto enfado se le había olvidado pagar.  Rápidamente busca el dinero en su bolso, pero no lo encontraba. Con algo de desesperación, comienza a sacar sus cosas y a dejarlas en el mesón. Saca el dinero y se lo entrega de mala gana. Guarda velozmente sus cosas para salir casi corriendo del local, llena de rabia y vergüenza. Clean solo la observa irse , lanzando una risa despectiva hacia la chica. Otro rechazo que nutría su ego. En tanta satisfacción, algo brillante hace que fije su mirada en el mesón… Eran las llaves de Ross.
- ¡Pero que chica tan torpe! Jeanne, ve a dejárselas, se acaba de ir.- Dice mostrando las llaves en alto.
- ¡Pero qué considerado! - Exclama acercándose a él. -Pero yo estoy con el fuero maternal y debo ir a atender a mi precioso bebé. Adiós.
Pellizca la nariz de Clean mientras sonríe. Clean solo hace muecas de disgusto por tener que ir  él a dejar las llaves.
Sin demora, toma su chaqueta y su teléfono. Estaba oscuro afuera, por lo que le costaba divisar dónde iba la »chica rara«, como le decía él. Comienza a caminar más rápido hasta que la divisa a media cuadra. Ross iba caminando muy rápido, como acostumbraba hacerlo en su agitada vida. Él piensa que tal vez con un silbido se dé la vuelta, aunque silbar no era lo suyo. Estaba dispuesto y preparado a silbar cuando ve que una sombra negra cerca de ella tapa su boca. Le tomó unos segundos procesar la situación, pero no había duda, efectivamente la estaban asaltando. Solo logra ver la bolsa  de cupcakes saltar desde un callejón. Clean solo piensa ¿Qué es ella para mí como para  arriesgarme a ayudarla?

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora