Prólogo

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El joven se adentró en la fiesta, la entrada era libre, no podía perder una oportunidad así. Sus finas facciones y sus hermosos ojos cetrinos combinados con su piel tan blanca como la nieve y su oscuro cabello le daban la apariencia de un hermoso ángel. O más bien un vampiro. No lo era. No era un vampiro, pero no se alejaba mucho de lo que sí era, su interior estaba lleno de amargura; por dentro, no era tan flamante y llamativo como lo era exteriormente.

Avanzó más por la gran casa. Sus ojos resaltaban inhumanamente sobre su blanca piel, llegó a una barra, y se recostó sobre esta como si nada allí dentro le interesara, sabía perfectamente cómo actuar, era un profesional. No tardaron en aparecer decenas de miradas escrutadoras. Por parte de chicas, y, también chicos, todos se mostraban interesados en aquel chico que parecía brillar por sobre todos los demás. Lo examinaban como si estuvieran comprobando si una pintura hecha por un artista sumamente conocido era real o no. Cuanto más despreocupado simulaba encontrarse, más sugestionaba a las personas, las incitaba a acercarse, sin preocuparse siquiera en buscar las palabras adecuadas para iniciar una conversación. Pero, eso no importaba, él no necesitaba de una conversación natural, simplemente se dirigía a los hechos, sin más.

— Hola guapo. — dijo por fin una joven. Por lo finas que resultaban sus facciones, parecía no superar los dieciséis años. Él la miró fijamente, observando más allá de lo que se percibía a simple vista, diciéndose internamente que ella era bastante bella. Sonrió, sabiendo que, era todo lo que ella necesitaba para continuar con el juego de palabras que se mezclaban en su garganta.

La joven pasó muy cerca de él, apenas rozándolo. Le dirigió una mirada insinuante, que parecía decir 《 sígueme 》. Y así lo hizo. Siguió a la muchacha por entre los cuerpos pegados de las demás personas que llenaban el interior de la residencia. Lo guio por un estrecho pasillo que se abría contrario a la entrada, llegando así a una habitación extensa y muy bien decorada.

— ¿Cómo es tu nombre? — indagó él, cerrando la puerta tras de sí. Su voz era gruesa, grave, embelesadora, podía escucharse claramente, la fiesta había quedado en el olvido. Nadie podía molestarlos en este cuarto de la vivienda, su rincón personal. Prontamente, sintió como si se mareara. Algo emanaba de él, algo que no era normal, pero, ella no lo sabía. Al contrario, estaba enfrascada en lo bien que lucía.

—Adélie— contestó luego de un momento, cautivada.

— Un hermoso nombre francés. Sin duda tus padres se lo pensaron bien antes de elegirlo. De seguro se basaron en tu belleza. — aquel pequeño discurso hizo que ella jadeara. Estaba muy impresionada con la mención, no solo el origen de su nombre, sino que, también sacara a luz lo bella que era.

— ¿Eres real? — cuestionó, pasmada, como cualquier adolescente al ver algo llamativo.

— ¿Qué? — soltó él en una apenas audible risa.

— Si eres real. Es decir, tan guapo, tan dulce, tan culto... no es normal. Incluso cabe destacar tu parentesco a un vampiro y, no cualquiera, sino, el que toda chica desea. Los defectos parecen huir de ti.

Él evadió su pregunta besándola. La besó, la besó con ternura, dejándola aturdida. Sintió algo muy fuerte. Y, no se lo atribuía a el aturdimiento ni los nervios a flor de piel, era algo más, algo extraño invadiéndola. Y de pronto, cuando esas fuerzas extrañas parecían no poder calar más hondo, sintió un punzante dolor. Un dolor físico que no era imaginado, era real. Tanto como la daga que la atravesaba.

— Tienes razón. — susurro él. — No hay nada que sea demasiado bueno. La maldad irrumpe en todo.

Ella estaba atónita. Nunca creyó que moriría en su propio cuarto. Siendo apuñalada por un extraño que ella misma había buscado. Sin embargo, su muerte estaba siendo muy lenta. Pensó en la esperanza de poder escapar y se aferró a ella como lo único que quedaba, esperanza. Intentó gritar, pero sus labios estaban atrapados nuevamente en un beso. Sentía el dolor proveniente de la daga deslizándose fuera de su cuerpo. Y, nuevamente como se introducía en su estómago. Él volvió a sacar el afilado metal. Y sonrió. Aún, aunque estaba a punto de morir ella notó aquello como algo hermoso. No era normal; él no era normal. Pudo percibir que los colmillos de él no eran exactamente regulares. Ninguno de sus dientes lo era.

— Vampiro — gimió ella.

— No soy normal, es cierto. Pero, tampoco soy un vampiro. — explicó apuñalándola una tercera vez.

Ella soltó un gemido tan leve que acompañado de su piel decolorándose y sus ojos perdiendo el brillo, le hicieron saber que estaba muerta. Deslizó el cuchillo que tenía un metal verdoso, cubierto de sangre a su cinturón. Y luego se dignó a marcharse. Sintiendo gran satisfacción con el trabajo bien realizado.



En caso de estar leyendo la historia desde cualquier dispositivo que no sea un ordenador, recomiendo poner el lector en negro, esto se debe a que el tipo de multimedia que se agregue será oscura.

AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora