9. Malhuneis

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Las palabras la habían descolocado, su mente intentaba buscar alguna clase de lógica a aquella frase mientras continuaban rumbo a la cabaña de Alex. Se odiaba internamente por ser tan egoísta y pensar que de alguna manera ella podría salir indemne de todo, sin embargo, aquella idea era la que la reconfortaba. Hacía unos meses le hubiera resultado insólito pensar que sus padres la abandonarían dentro de un hospital psiquiátrico, que escaparía junto a un chico misterioso, que sería atacada por un monstruo místico y que se estuviera enfrentando a un ataque de enemigos que desconocía por completo. Y, luego de meditar en aquello le resultaba aún más insólito el hecho de seguir con vida. Si le contara de todo esto a su amiga de la infancia, Floy, de seguro pensaría que sus padres no se equivocaron en absoluto al encerrar a Sophie dentro de un sanatorio mental, en donde no solo ella se encontraría a salvo, sino también todos los que se preocupaban por ella.

De hecho, la idea cruzó por su cabeza y se mantuvo instalada allí, quería comunicarse con personas conocidas, aquellas con las que compartía una infinidad de secretos y que, también, se habían olvidado de ella durante el tiempo que se mantuvo ausente. Sin embargo, no había por qué dar lugar a comentarios negativos, quería a sus amigos y no iba a dejar de hacerlo en cuestión de segundos. Finalmente, para poder remover las ideas de su cabeza, decidió que en cuanto tuviera un móvil en sus manos llamaría a sus amigos.

No dijo más en el resto del camino. La noche estaba cayendo y al parecer iba a ser larga. Al momento en que divisaron la cabaña, la temperatura bajo tan bruscamente que, Sophie sintió como si un frio polar la envolviera. Pero, aquello era absurdo, estaban a finales de agosto; el frío polar no llegaba hasta dentro de al menos tres meses. Aun así, Barry parecía alterado, se detuvo un momento para observar su alrededor, una ligera niebla comenzó a expandirse por el aire, resultaba difícil divisar incluso algo que estuviera increíblemente cerca.

Sophie, en cambio, continuó sin darse cuenta de lo que ocurría realmente. Cuando al fin volteó para ver a Barry a un par de metros de distancia supo que algo no andaba bien. Él la observó como si fuera la primera vez que lo hacía, su mirada se había vuelto sombría y aunque lo miraba directamente a los ojos podía ver perfectamente como el filo del puñal que tenía en la mano era iluminado por la luz de la luna. Por primera vez desde que lo conoció se sintió presa del pánico.

Barry corrió hasta ella con el cuchillo en su mano, mientras ella se sentía incapaz de moverse, solo estaba allí, conmocionada. Él arremetió con su arma en contra de algo que se encontraba detrás de ella, entonces, Sophie se mostró desconcertada, pero rápidamente el sentimiento de culpa y pesar se instaló en ella; había pensado mal de Barry aun cuando el simplemente estaba ayudando. Ahogó un grito cuando asió firmemente su mano y luego de eso, corrió a toda velocidad hasta llegar a la cabaña. Nuevamente ella debía arreglárselas para no tropezar continuamente.

Una vez dentro de la cabaña y casi sin aire, ambos escrutaron todo el recinto esperando ver a Alex. Pero se decepcionaron al enterarse que él no estaba allí. Resultaba obvio que, por sus propios medios no habría podido llegar muy lejos y aquello fue lo que detonó desesperación por parte de la joven y enojo en el interior de Barry. Ambos parecían contener más irritación de a que podían soportar y, era palpable.

Ruidos profundos y horribles lamentos provenían del exterior, y una neblina que lo cubría todo se mezcló con la oscuridad para crear el peor de los escenarios.

— Están afuera. — Bramó él.

— ¿Qué haremos? — No podía estar más aterrada, había temido a veces. Pero, el temor y la desesperación eran la peor combinación.

— Salir. Debemos salir. — Susurró, más para sí mismo.

— ¿Estás loco? — Sophie parecía gritar en susurros, estaba consternada, su situación iba en picada y no era inteligente salir cuando la niebla lo cubría todo. Además, ¿de qué escapaban? Ella tenía un temor exuberante, pero ¿a causa de qué? No le pareció inteligente, tampoco, preguntar. Mas, lo hizo de todas formas. — ¿De qué escapamos exactamente?

AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora