13. Siempre es posible estar peor

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Mientras haya vida, hay esperanza -. Stephen Hawking.

Ben estaba cada vez más confundido, la sala donde se encontraba era oscura y él estaba esposado a una cama vieja y con olor a humedad. Sus piernas estaban dormidas y él luchaba por no cerrar los ojos, por más que lo desease profundamente. ¿Cuánto tiempo había estado allí? ¿Un par de horas?

Sentía que conocía el lugar de toda la vida, pero no podía recordar nada. No recordaba siquiera cómo había acabado allí, al principio, pensaba que se trataba de extraerle un órgano y luego, liberarlo bajo algún puente. Pero, con el paso de las horas, notó que no hacían más que inyectarle cosas. Se sentía perdido y estaba desorientado, ¿por qué no lo mataban y ya?

La puerta de la habitación se abrió con un crujido referente a la falta de uso, la luz se filtró en la habitación de forma tan potente que hirió sus ojos. Un joven alto caminó hacia él. Con la intensidad del brillo que emanaba la luz, no le permitía ver muy bien. Pero, aun así, pudo notar que bajo las esposas que sujetaban sus brazos se habían formado ampollas, además, se encontraba cubierto de tierra. Pero, no podía distinguir lo que sucedía frente a sus ojos.

—Vamos —. gruñó el joven frente a él. — No hay tiempo que perder.

Ben se preguntó cómo podía seguirlo, aun cuando estaba esposado, como un prisionero. Y, la peor parte era que no sabía cómo había acabado allí. A duras penas recordaba su nombre y al parecer su cerebro no deseaba colaborar. Intentó levantarse, pero un mareo le recorrió el cuerpo hasta desorientar a sus piernas, el ruido del impacto fue mínimo, y él podría asegurar que no sintió dolor en absoluto. Pero, no había forma de explicar su falta de fuerza, no solo física sino también de voluntad, a la hora de levantarse. Había ruido en el exterior, pero él no lograba escucharlo, todo lo que deseaba era cerrar los ojos y permitir que el sueño lo envolviera. No importaba si algún día iba a despertar, solo ansiaba adentrarse a una fantasía, a cualquiera que su cerebro fuera capaz de crear.

—Sí, la primera vez siempre es así—. le aseguró el muchacho que ahora comenzaba a acercarse. Aunque sabía que Ben no podía entender lo que decía.

Entonces, se acercó al niño, y le inyectó un líquido incoloro en el cuello. Ben, al fin se sumergió en el más profundo de los sueños, para despertar un par de horas después. La habitación en la que estaba ahora, no era nada similar a la de antes. Esta, era una de hospital, no tenía fuerzas suficientes para levantar un brazo. Podía notar claramente cómo una aguja, succionaba la sangre que había en su cuerpo, para luego depositarla en una bolsita. Pero, aun así, no lo podía entender, sus energías eran pocas y sus ganas de moverse, eran igual de escazas.

Unos segundos más tarde, una joven con aire asiático y un moño en la cabeza, entro tomando un refresco, se acomodó en la cama, y arrancó de un tirón la aguja en el brazo del chico. El realmente ni siquiera deseaba forzar a su garganta para que esa articulara una palabra, así que, se limitó a observarla.

—Mi nombre es Mei, y, si te lo preguntas, no. No soy asiática. Pero, mi familia lo es, así que ya sabes. — hizo un ademán con las manos. — Ahora están haciéndote algunos exámenes, y hay que destacar que hace un buen rato que no ingieres nada, así que traje un poco de comida.

Ben tomó un poco de la sopa de verduras que ella le entregó, entre las demás cosas, había un poco arroz y carne. No se había dado cuenta de lo mucho que deseaba comer, hasta sentir el olor delicioso que emanaba la comida. Articuló un gracias en dirección a Mei, quien lo observaba fulgurante.

—¿Sabes? En la sociedad hay rumores que dicen que eres uno de los escogidos, yo creo que puede ser cierto. — Ben la observó sin comprender.

—¿En qué hospital estoy exactamente?

AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora