Alex

8. Kelpie

Sophie se mostró confundida por un momento, pero luego de ver que todos la miraban fijamente para ver cuál sería su siguiente movimiento, largó una risotada que no pudo contener. Era obvio que Garin no hablaba en serio, ¿En qué diferían ellos de las demás personas, "mhorbis"? Además, resultaba estúpido el simple hecho de considerar la idea de que ellos no eran personas como ella, ¿Qué eran sino? Lo más insólito radicaba en que se lo ponían en palabras que ella no podía comprender: 'Sperihus'. Su mente instintivamente intentó digerir aquella palabra; casi mecánicamente y como si se tratara de computadora repleta de archivos, exploró cada uno en busca de un contexto para aquella palabra. Pero, no había mitos, leyendas, cuentos o tradiciones que le hicieran evocar aquel término. Y, si lo había, realmente su mente no lo había registrado.

— ¿Alguien va a explicarle? Parece una ilusa con esa expresión. — intervino, al fin, Kilian. Su voz tenía un deje de fastidio, le resultaba exasperante que nadie dijera nada, si el tema se manifestaba como difícil y largo entonces, ¡Que comenzaran de una vez! Cuanto más rápido fuera, más rápido terminarían con ello.

— Bien, — comenzó Garin, quien resultaba ser el más sensato en las situaciones que lo requerían. — voy a soltarlo de una vez, porque no resulta razonable dar vueltas en asuntos como estos. Somos personas — al decir aquello, el semblante de Sophie se relajó y, ella, asintió aliviada. — Pero, no somos normales.

— ¿A qué te refieres? — casi chilló.

— ¿Has visto los experimentos que hay allí afuera? — Ella asintió — Bien, nosotros debemos cuidar que ellos no se escapen, que las personas no sepan sobre ellos y que no haya ninguna muerte por su causa, ¿Sabes por qué? — Esta vez, negó. — Porque somos como ellos.

— Pero, ustedes...

— Se lo que te preguntas. — La interrumpió. — Te preguntas por qué es que digo que somos como ellos cuando en lugar de resultar aterradores y andar por ahí intentando devorar, matar y dañar a cada humano, nosotros somos normales. Pero, ¿Te preguntaste cómo es que Alex parece tener cura para la mayoría de las heridas? Vivimos con científicos, linda. Hemos sido sometidos toda nuestra infancia y aún seguimos siéndolo, no somos buenas personas. Pero, tranquila, nadie va a hacerte daño.

— No, ustedes no parecen malas personas o, sperihus, como sea. Puedo asegurar que...

— Sophie — Esta vez, Alex fue quien intervino. — ¿Notaste que al despertar y ver la cabaña repleta de gente desconocida, no desconfiaste de ninguno de nosotros? ¿O, no inquiriste internamente en qué fue lo que hizo que instantáneamente te perdieras en la mirada de Barry o la de Garin? Nunca la idea de que yo podía haberte secuestrado paso por tu mente, tal vez si de que podía matarte cuando viste los cuchillos en mi cabaña, sé que las viste. Sin embargo, nunca consideraste realmente la idea. — El tono de voz que Alex usaba, comenzaba a levantar, por primera vez, un verdadero temor en el interior de la muchacha. Era cierto, no solía fiarse de cualquiera, ¿Qué la había llevado a confiar en ellos? — No te asustes, refuerzo lo que dijo Garin: nadie va a dañarte. Sin embargo, no lo hagas, no confíes en cualquiera. Porque esa es nuestra especialidad: resultamos encantadores. El encanto puede matar, o bien, puede llevarte a la muerte. Nada es tan bueno, por eso es que, debes considerar que la atracción desencadena muerte. Y, allí fuera, está lleno de atracciones.

— Ustedes... ¿No son los únicos? — Los jóvenes se miraron entre ellos, no tenían la intención de marear a la chica.

— No — respondieron de una forma para nada sincronizada.

Un par de horas más tarde, ellos debían irse, su deber era cuidar el predio, no podían permanecer eternamente cuidando a una chica cuando otras vidas podían estar en peligro, incluyendo las suyas.