ALEX

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Se despertaba todas las noches, su cabello negro azabache tan mojado como sus ojos, la sensación de ahogo presente en su pecho, logrando que él emita una especie de grito estrangulado.

Seguido de eso, intentaba normalizar su respiración, tal como le habían indicado una y otra vez.

¿Las lágrimas se debían a tristeza? ¿A miedo? Tal vez, solo era el odio acumulado.

Más lágrimas bañaban ahora todo su rostro, era inevitable. Cuando sus párpados encerraban el color esmeralda solo podía ver una cosa, una joven, corriendo en el bosque, una joven increíblemente atemorizada, una joven dulce y valiente. Una chica que no tenía rostro, ni nombre, pero aún así lograba atormentarlo.

Odiaba a esa joven.

Y, lo único que deseaba cada noche, tras el mismo episodio, era deshacerse de ella, eliminando así su mayor padecimiento.

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