Alex

7. Mhorbis

Kilian era una cabeza más alto que la chica con la que hablaba, su nombre (el de la joven) era Alicia. Sus mejillas estaban rojas mientras reía de una de las anécdotas que él contaba. Garin se había marchado por un momento, para elegir las fragancias que decorarían las cabañas. Sí, sonaba absurdo que un chico hiciera eso, pero Garin, creía en la igualdad de género. Por ello, para él, resultaba absurdo que tildaran a las mujeres de tener que realizar las labores domésticas y, a la vez, se dijera que los hombres solo tenían que mirar un buen partido por televisión y que la cena los esperase en cuanto llegaran de su empleo.

Garin realizaba las tareas que los chicos no solían realizar, Kilian siempre lo ayudaba. Eran muy unidos y, sus cabañas eran vecinas.

Él teléfono en la mano de Kilian comenzó a vibrar, él tomó en su mano y vio el identificador de llamadas. Alex. Su rostro cambió repentinamente y, disculpándose con la joven, se alejó para atender la llamada. Refunfuñó, aun después de contestar.

— Alex — soltó, un tanto molesto.

— Barry — corrigió del otro lado de la línea. — Escúchame, Garin. necesito que me ayudes.

— Soy Kilian.

— Alex se ha metido en un lío.

— Soy Kilian.

— Pero, yo le dije que podíamos ayudarlo.

— Soy Kilian.

— Te oí la primera vez.

— Lo sé. Pero sigo siendo Kilian, es para que no te confundas. Ya sabes, si le doy el móvil a otra persona. — La línea permaneció en silencio — Esta bien, lo admito. Es solo que me gusta cómo suena mi nombre cuando yo lo pronuncio. Kilian. — dijo con voz ronca.

— Entiendo tu nivel de egocentrismo irracional, pero necesitamos ayuda, ahora. Y, estoy consciente de que no eres la persona indicada a la que pedir ayuda. Así que pásame con Garin. — Kilian titubeó un momento en si debía obedecer o, simplemente colgar.

— Acabas de interferir en mi conversación con una linda joven.

— Tal vez se trataba de...

— Una linda mhorbis. Nada más.

— No tenemos permitido entablar relaciones con ellos, aunque, parece que eso no importa ya.

— No empieces con tus regaños, Barry. No estoy para ello, además, Garin está en la tienda debatiéndose entre miles de sus fragancias favoritas para simplemente elegir una. Estoy esperando aquí hace más de un cuarto de hora y el sol está quemando mi cabeza.

— Eres rubio, el sol casi no te quema. Y, ahora en serio, necesito que vengan lo antes posible a mi cabaña. Hay un mhorbis emponzoñado, con veneno de Kelpie.

Diez minutos habían pasado desde la llamada y Alex comenzaba a ponerse nervioso, sus manos sudaban, los frascos se le resbalaban y necesitaba encontrar un remedio que pudiera ayudar para reestablecer la salud a Sophie. Sabía que el veneno estaba siendo bloqueado por la inyección que este había inoculado en el cuerpo de la joven. No obstante, sabía que no sería eterno; ahora mismo, estaba luchando activamente contra el intruso tósigo. Si bien, su cuerpo permanecía quieto y ella inconsciente, su cerebro no estaba dormido. Si no que mandaba millones de estímulos a las defensas para que estas, justamente, defiendan su hogar.

Kilian permanecía detenido, mirando a la chica con los brazos cruzados. A simple vista parecía que un remolino de timidez se había apoderado de él. Se mostraba retraído y ensimismado en su meditación. No había opinado nada al ver a la llamada "mhorbis", la situación era ajena a él, mientras menos se inmiscuyera mejor sería para todos, siempre que él trataba de dominar una situación las cosas se salían de sus manos, era como tratar de contener el agua que fluye de una cascada con un vaso de agua, irracional. Él era mejor en otras cosas que no conllevaran pensar demasiado, y lo aceptaba. Garin, por su parte, era un apasionado por los libros, leía con asiduidad. Lo que resultaba llamativo, era que no buscaba únicamente historias para leer, él simplemente tenía la capacidad de entretenerse con cualquiera sea el libro que encontrara. Y, al haberse criado con científicos, lógicamente había leído más de una decena de libros únicamente centrados en la ciencia. Y, era eso lo que llevaba a los otros a depositar toda suerte de esperanzas en que él dominaría con habilidad la tesitura que estaban sobrellevando ahora mismo.