5. "Flagelos con Plata"

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Sophie no se sentía para nada segura estando allí. Había despertado con un terrible dolor de cabeza y espalda debido a la mala postura a la que se había sometido a causa de su fastidiosa herida. Además, hacía frío. Y, por más que Alex se hubiera molestado en traerle mantas calientes y conseguir sopa, sentía que el frío se llevaba las pocas defensas que poseía.

— Estás tiritando. — Escuchó decir a Alex, pero ella realmente estaba desganada. No creía tener la fuerza siquiera de abrir los ojos. Cada vez que los párpados bajaban tenía la impresión de que estos estaban ardiendo. Y, solo necesita dormir un poco. —...y, entonces le dije que no. Que te llevaría hasta... Sophie, ¿Estás escuchándome?

— Sí. — Contestó ella. Aunque realmente había dejado de hacerlo varios minutos atrás.

— No es cierto. — Repuso, él. — Ni siquiera estas mirándome, estoy completamente seguro de que lo único que piensas es en lo mucho que pesan tus párpados. O, en que todo da vueltas incluso cuando tienes los ojos cerrados.

Ella no contestó. Alex respiró profundo. Necesitaba hacer algo. Él estaba convencido de que podía arreglar las cosas, al fin y al cabo, se encontraban rodeados de medicinas. Estar aquí causaba cierta comodidad en él. Salió por un momento de la habitación. Lo que debía hacer era obvio, pero quería estar seguro de que, como él suponía, nadie más se encontraba encerrado allí dentro. Recorrió los pasillos y se infiltro dentro de una pequeña habitación. Su interior se encontraba todo decorado. Las paredes eran rosas, la cama de mantas negras, estaba en perfecto estado y las fotografías mostraban jóvenes sonrientes. Él sonrió. Sonrió verdaderamente. Y, luego de atisbar por unos cuantos segundos más, procedió a abrir una caja, pintada perfectamente con acuarelas y, con mucha precisión se encontraban escritas las palabras: Éxyphigat Gvhe.

Alex acarició las palabras con la yema de los dedos, como a modo de intento de probar que las letras no se borrarían ante el tacto. Volvió a sonreír y se llevó con él la caja.

El polvo rosa que decía "Flagelos con plata" no parecía para nada indirecto. Pero, él comenzó a reír por lo poco original que resultaba lo garabateado en la etiqueta. Al abrir el pequeño recipiente, un poco del polvo salió disparado hacia arriba, al llegar a las fosas nasales del joven este arrugó la nariz y estornudo. Tomó un poco de este y lo depositó en un frasco aún más pequeño. Y, sin más, lo mezclo con un líquido incoloro. Prontamente, aquello se transformó en una espesa solución de un color violeta. Cualquiera que observara la mezcla daría por hecho, que gran parte se trataba de purpurina.

Luego, mediante una jeringa, el líquido paso a la sangre de Sophie. Ella soltó un pequeño gemido de dolor, pero luego de un par de minutos cayó en un profundo sueño.

Cuando Sophie despertó, alrededor de una hora más tarde, miró a su alrededor, buscando algo familiar. Pero, no halló nada. Alex se había marchado y ella sentía una inexplicable sensación de bienestar. No sentía absolutamente nada de dolor. Lo cual le parecía simplemente imposible y por ello, levanto su remera, para poder observar el estado de su herida. Palpó sobre la gasa ensangrentada que cubría casi completamente su abdomen no sintió la desmesurada necesidad de gritar debido al dolor. Entonces, procedió a retirar cuidadosamente el apósito. Allí, su piel parecía estar intacta. No había siquiera rastros que delataran una posible hendidura. De haber despertado en el hospital psiquiátrico, habría estado segura de que había una razón noble por la que ella estuviera encerrada allí, y, esa sería esquizofrenia. Sin embargo, ella no había imaginado nada. Lo sabía y podía demostrárselo debido a que se encontraba en un lugar completamente ajeno a su conocimiento.

Se levantó, con la mente puesta en explorar aquella habitación. Recordaba que se habían asentado en lo que parecía un gran hospital, viejo y descuidado. Sin embargo, la habitación en la que se encontraba, resultaba estar en perfectas condiciones. La cama matrimonial, ahora desarreglada, estaba cubierta por mantas negras. Las paredes eran azul cielo. Al levantarse pudo observar que la cabecera de la cama, de madera de cedro, tenía talladas unas palabras extrañas. Malhuneis Xhel.

AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora