3. Fuera

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Marilyn Wesley no estaba precisamente en su mejor humor cuando su esposo atravesó la puerta de entrada. Sus cuarenta años iban dejando estragos en su cuidado facial. Y, no podía soportar la idea de que su hija adoptiva estuviera encerrada en un sanatorio. Pero realmente lo creía mejor así. La quería, pero en ocasiones Sophie podía resultar insoportable. Estando allí dentro estaría protegida y no sería una molestia para ella. Sus pensamientos radicaban en como lograría mantenerse bien sin que Sophie sospechara que ella no deseaba ir a verla. Realmente no deseaba entrar donde su hija loca, para que esta la despreciase y, en el camino, tener que lidiar con un puñado de dementes que lo único que saben hacer es estorbar.

— Pensé que irías al manicomio. — gruño ella, sujetando un vaso de wiski.

— Pensé igual de ti. — replicó su esposo. — He tenido que hacer trabajo extra. Ya sabes.

— Pues, Sophie cree que la odias. — Añadió ella. No era del todo cierto, pero quería que él sintiera culpa. Hacían semanas que todos los problemas se asentaban sobre su espalda y lo único que podía hacer era aguantarlos. Mientras que, su esposo se pasaba el día conversando con amigos, saliendo a pasear e incluso bebiendo. Ella lo sabía, pero no se atrevía a reprocharle nada.

— Mañana iré, lo prometo. — garantizo, beso la frente se su esposa y subió a darse una ducha.

Todos los días, presentaba la misma justificación, junto con la compensación "lo haré mañana". Pero no era así.

— Vamos, Alex

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— Vamos, Alex. Todo lo que te pido es una libreta y lápices de colores. O crayones. O, fibras. Me gustan los crayones. — suplicó Sophie.

— Te dije que no. No voy contra las reglas.

— La última vez que hablamos no sabías siquiera que era una. — Espetó enojada.

— La última vez que hablamos fue hace tres días. La mente de alguien puede cambiar en un segundo. — respondió él, con indiferencia.

— Eso es estúpido. No, me equivoco. Tú lo eres.

— Tranquila, por el momento solo puedo ofrecerte mi compañía. — Rio.

— ¡Eso va contra las reglas! — gritó ella.

— Pero nadie lo considera así. — Dijo perdiendo la paciencia. — Si quieres me voy. — dijo levantando sus manos a la altura de sus hombros, despreocupadamente. Y, luego volteó alejándose.

— No. No. No. No. — Gritó ella corriendo tras él y agarrando el extremo de la manga de su sudadera.

Lo que ella no sabía era que eso era justo lo que él quería. Que ella se interese en él. Pero, de igual forma, él no volteó. Sino que, siguió su camino. Rendida Sophie volvió a su cuarto. Estaba aburrida, el lugar no era apropiado para una adolescente. Allí dentro no tenía nada. Se recostó en la cama que se le había asignado. Se concentró en una pequeña mancha que había en el techo, algunas paredes tenían manchas de humedad.

AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora