Capítulo 15# TIEMPO INERTE.

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En un momento de suma tranquilidad, tan irreal que parecía incluso inquietante, el tiempo se congeló en su corazón, en su mirar y en su traición.
Él lucía tan encandilado al instante de reconocer su presencia, que se atrevió a dudar sólo un segundo el acto homicida que estaba a punto de perpetrar.

El compañero de Ritter leyó claramente sus intenciones, y disparó sin titubear a su objetivo, aunque el cuerpo de Bry se interponía ente ambos. Qué más daba si el moría también.

"Has mostrado debilidad pese a ser comandante, y alguien tan cobarde, después de todo, no merece pertenecer al equipo de élite del Führer... No, no es traición, es lo que se ha ganado."

Sus reflejos actuaron por sí solos, sin detenerse a pensar lo que estaba haciendo.

Scarlet había desviado la bala con la hoja de acero de una de sus dagas, la cual tenía la intención de impactar primero en el cuello de Bry y después en el cráneo de ella.

"Maldita sea ¿qué acabo de hacer?, pude sólo haberlo esquivado y librarme de él sin siquiera enfrentarlo... ¿Pero, salvarlo?, ni siquiera sé si sigue siendo mi Bry." Pero era demasiado tarde para cuestionárselo, simplemente lo había hecho y por alguna absurda razón no se arrepentía de ello.

El sonido del casquete, cayendo al suelo lo hizo volver en sí. Y antes de que pudiese analizar la situación por sí mismo notó que Scarlet apuntaba contra su piel el filo de su arma. Se liberó de aquel doloroso abrazo, confundido. La retiró de él con un tanto de violencia, como si aún no lo creyera.

Entonces Abraham interrumpió el caos de sus pensamientos.

-Esta minita ha intentado mataros comandante, como un cobarde acto de traición.- "Ha, un cobarde acto de traición..." Pensó para sí con gracia al tratar de justificar la razón de su disparo. -¡Vamos! Me encargaré de ella ahora mismo.- Agregó preparando su arma y decidido a terminar con todo.

Recién había atentado contra la vida de su débil comandante en un momento en que había descuidado su guardia, pero sabía de antemano que no le convenía enfrentarse a Ritter en sobriedad. Pese al tamaño y el peso que los diferenciaba, su superior seguía siendo mucho mejor en combate, más de lo que alguna vez él pudiese imaginar ser.

-Calla. Seré yo quien lo haga, así que apártate.- Dijo con calma pero determinante después de reaccionar claramente a la situación.

Divisó el miedo impregnado en sus ojos al momento en el que se acercaba a ella con pasos fuertes y con una expresión de entera tranquilidad.

"Ahora vaya que me arrepiento". Pensó con sarcasmo. Hubiese querido darle una explicación pero era irracional el siquiera imaginarse que la escucharía esta vez.

Quedóse inmóvil. Paralizada, sin saber qué esperar, pero sabía que no era piedad lo que vendría. Ni tampoco era lo que deseaba.

"Sólo hazlo".

Una arcada corrompió violentamente su cuerpo. Él se había acercado lo suficiente para patear con su rodilla izquierda su vientre con toda su ira contenida. De inmediato se desvaneció su estructura por el profundo dolor, pero él alcanzó a tomarla del cuello y a colisionarla contra la pared, estrangulándola con fuerza.

La miró fijamente, atravesando toda la oscuridad de sus intenciones junto con sus secretos.

Ella, a la vez lo observó con atención. Había algo en su mirada, que por primera vez no supo descifrar.

-Bien, así lo has querido.- Dijo Ritter con severidad.

La arrastró como pudo hasta una de las habitaciones y la tumbó con desprecio en la cama.

Abraham se acercó, pidiendo saciar su sed de sangre, su sangre en particular. Se había atrevido a herirlo, y aunque no fuera algo que lo pudiese detener, sí era algo que nunca perdonaba y lo cobraba con la vida misma de quién había osado hacerlo.

-¿Queréis comportarte como una minita puta, intentando engañarme de esa manera?. Ya, pues entonces lo harás bien.- Su serenidad se había quebrantado repentinamente. Subió a la cama y se quitó el cinturón. Amarró las manos de Scarlet a la cabecera con cierta hostilidad.

-Comandante, puedo terminar con su vida lenta y tan sádicamente que usted mismo lo disfrutará...

-¡Te he dicho que calles!, yo me encargaré. Ahora lárgate y no molestes más, mantente a raya por si llegasen los demás diligentes y haz con ellos lo que te plazca...

-E-entendido...- Sentíase humillado por primera vez ante sus palabras. Era su superior, pero también su amigo y tuvo que tragarse su orgullo por la clara diferencia que había entre ambos.

Frio. Todo lo que veía ahora en él era una frialdad tan ultrajante que le helaba la sangre. Pero el miedo había desparecido, sólo se mantenía la intriga de aquella mirada que no había logrado descifrar.

Pero al final se resignó, resignó todo su cuerpo sin opción. Ya estaba demasiado débil para luchar.

No pronunció palabra alguna desde que su compañero había cerrado la puerta. Lo primero que hizo fue arrancarle la playera, desgarrando con intención la tela y dejando su torso completamente desnudo ante él. No la miró con obscenidad. Seguido, se quitó él también la playera y la dejó a un lado sobre la cama.

La levantó del torso, con una extraña delicadeza y observó la herida que le había provocado el disparo. No había bala, la había traspasado por completo. Entonces tomó la playera que había desgarrado casi en una tira e hizo un intento de vendaje con ella, cubriendo su torso ajustadamente para evitar una hemorragia.

-Ngh..- Un gemido de dolor escapó de los labios Scar.

-Lo lamento, pero si no la ajusto lo suficiente podrías desangrarte.

"Un engaño, todo ha sido una escena planeada por él ante su compañero para salvarme, de nuevo, ¡Demonios!." Sentíase tan culpable y tan agradecida al mismo tiempo que de nuevo hubiese deseado decir algo al respecto, pero las palabras no salían. "Tal vez mi cobardía las detiene...". Suspiró. Mientras, él terminaba de vendarla.

Acto terminado, se inclinó con suavidad sobre ella, casi a la altura de su rostro a liberar sus muñecas atadas a la cabecera de la cama.

Lo observó de nuevo con detenimiento, había cierta indulgencia y ternura en lo que hacía, al parecer, por ella. Aún se encontraba incrédula de lo que acababa de suceder; hace un par de minutos había intentado asesinarlo a plena conciencia y como cruel deslealtad, y ahora él intentaba ayudarla sanando sus heridas como si no le importase nada más.

"Ah, ese era mi Bry". Pensó con tristeza.

"Tan irresistible..."

Se levantó unos cuantos centímetros no sin esfuerzo, hasta alcanzar su boca, y lo besó. Lo besó con tanta dulzura como amargura, y con una pasión que ni ella lograba entender. Como si no hubiese pasado ni un solo día desde la última vez que sus labios rozaron y compartieran el mismo aliento por unos cuantos segundos.


"El tiempo se ha matizado de un espectro inerte, como las heridas que recién nos hemos causado en aquel irracional combate. Y, si hace falta casi fallecer para degustar tal vitalidad, tu vitalidad, entonces vale la pena cada exquisita herida cariño..."









En Memoria de la Seductora Guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora