Capítulo 4# EL NIDO DEL DRAGÓN.

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-¡Ya bájame!.- Aulló con un toque de ira, hasta que sus miradas chocaron cambió su expresión. -Bry... no te entiendo.

-Sólo me aseguraba de sacarte de ese infierno a salvo.

-¿Y tú cómo crees que entré? Igual era capaz de salir por mi cuenta. No tienes idea de cuánto odio que me subestimes.- Agregó Scarlet con un tono más bien de decepción.

-¡Ah que obstinada! ¿No lo comprendes...? No quería que te hicieran daño, en verdad desearía poder protegerte siempre.

Las mejillas de Scarlet se sonrojaron por aquellas palabras, sentíase un poco avergonzada, así que sólo lo abrazó, y dijo con más apacibilidad agitando el cabello castaño claro de Bry:

-Vale, sólo no vuelvas a subestimarme.- "Sé que te preocupas, y te lo agradezco". Tal vez hubiese querido decírselo, pero prefería dejar que sus acciones hablaran por ella. Ah, vaya que esos ojos color miel sabían cómo derretir su temperamento.

Rosó sus labios contra los de él un par de segundos, después se apartó sutilmente con una sonrisa. Pero el la atrajo de nuevo hacia él, hacia sus labios y esta vez la beso con fervor. Se separó de ella sólo hasta que logró distinguir los pasos de Brud y Ziel cerca.

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Llegaron a casa. Era una estancia más bien definida por el escaso espacio y al parecer también presupuesto, pero a pesar de ello era realmente acogedora. Una sola planta, dos cuartos, una combinación de cocina y comedor, y un gran patio que daba vista al lago.

-Vamos siéntete en casa, no seáis tímido Herr.- Dijo burlón Brud.

Se sentó en una de las sillas del comedor y Scarlet se acercó a él con curiosidad, y un estuche en la mano.

-Oh pero si sois la chica que me ha sabido pillar.

-Lo soy, y debería pedir una disculpa, si de verdad lo sintiera...

-Está bien, sólo no os contéis a nadie.- Dijo Ziel un tanto divertido, y poniendo el dedo en sus labios a la vez que le giñaba.

Para cuando reaccionó, además de reír, ella estaba palpando sus heridas en busca de las balas, sin tener éxito.

-¿Os has comido las balas? Vaya, eso explica la complexión de tu cuerpo, sólo daré un par de puntadas entonces.

-No os preocupéis por eso Mädchen...

Lo interrumpió la fría y aguda sensación del metal traspasando su piel. "¡Vaya que detesto esas malditas cosas!"; pensó mirando la aguja. Un verde muy claro lo sosegó. Uno podía perderse en esos ojos sin siquiera caer en cuenta. Hasta parecía que la divertía bastante aquel estúpido miedo de él.

-¿Quién os ha adiestrado en esto de primeros auxilios?

-Nadie realmente; ha sido culpa de este par de imprudentes, suelen accidentarse mucho y pues uno no puede dejarlos ahí tirados desangrándose verdad?.- Respondió ella con una linda sonrisa, o al menos así le pareció a Ziel.

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Scarlet terminó por limpiar y curar las heridas de todos. Brud preparó la cena y sirvió, mientras Bryan acomodaba la habitación para que cupiese uno más. Había cierta inocencia en sus atenciones, a la que al parecer ya estaban bastante acostumbrados entre sí.

"Pensar que hace un par de horas no tuvieron piedad alguna con el enemigo tan sólo para protegerse entre ellos; sangre, muerte y una caótica escena que contrasta frígidamente con esta calidez... Ah, hace tantos años... pensé jamás recobrar aquel sentimiento"

La luna yacía alta y vibrante, como sólo ella. La podía observar por los cristales de las altas ventanas, se reflejaba sublime sobre lago como una sombría luz.

-¿No podéis dormir Ziel?, ¿Está todo bien?.- Preguntó Brud en casi un susurro.

-Más que bien, tenéis una muy bella familia Brud.- "Parece incluso irreal".

-Tan sólo ha estado un día aquí, no sabe lo que dice; con el tiempo sabrá cuán problemáticos solemos ser.

"Con el tiempo...". Retumbó en su mente esa frase como una ruidosa esperanza. La idea de volver a pertenecer a un lugar, a una familia era radiante como la luna esa noche. Se volvió a observarla de nuevo y sonrió hacia sí mismo.

-Me encantaría comprobarlo.

-Sabe que lo hará. Quien es acogido en esta casa corre el riesgo de nunca irse, sino pregúntele a Bryan.

Ambos rieron intentando hacer el menor ruido posible.

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Tras varios intentos fallidos de Ziel de excusarse para mudar su presencia de ahí antes de tomarles cariño, terminó optando por rendirse. Los muchachos no le dejaban ir, se tomaron tanto afecto que jamás deseaba permitir que se escapasen de su vida.

Era un hogar bastante ruidoso, como lo había advertido Brud, no paraban de charlar, pelear o entrenar y volver a pelear. Jamás era suficiente por un día, y esto acomplejaba a Ziel K. Al pesar del tiempo, se convirtió en su labor cuidarlos; los atendía, los defendía, y hasta los reprendía en sus errores para transmitirles un poco sabiduría. Pero en esencia, su prioridad fuese procurar mantenerlos a salvo de la atroz guerra que estaba a punto de desatarse. Tal vez no podría protegerlos siempre, pero los adiestraría en aquel cruel arte para que nadie pudiese, jamás, hacerles daño.

En Memoria de la Seductora Guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora