El camino hasta los cuarteles había sido arduo, a pesar de que se trasladaron en vehículos militarizados casi el trayecto completo. El tramo que faltaba había que recorrerse caminando para no levantar sospechas.
Dos hombres, los mejores soldados del Führer habían sido enviados a una misión práctica para el calibre de su entrenamiento y sobretodo rápida. La única orden era infiltrarse a cuartel central y matar a los tenientes y comandantes para crear caos e incertidumbre en la resistencia. Unas horas después llegaría un escuadrón entero a encargarse del resto.
Estaban en el perímetro, observando. Abraham era un hombre bastante inquieto por entrar a batalla, era prácticamente un monstruo de casi 4ft de altura con una increíble masa muscular y sobretodo, era un sicario sediento constantemente de sangre.
Ritter aguardaba quieto y en silencio detrás de los arbustos en los que se encontraban escondidos, pero pronto aquella actitud apacible que tanto lo caracterizaba, cesó.
El lugar era muy grande, pero ese no era el problema, sino que, se encontraba atestado de civiles, mujeres y niños. Los mismos soldados parecían estar a su servicio, atendiéndolos en todo lo que podían. Dudó rigurosamente un instante en seguir las órdenes dadas. Sabía que ellos sólo asesinarían a los dirigentes más importantes, pero su equipo, que llegaría más tarde, arrasaría con todo sin compasión.
-Vamos, tenemos que avanzar. He encontrado un excelente camino hacia el edificio principal y será ese mismo nuestra vía de escape.- Dijo su compañero, claramente impaciente.
Volvió en sí.
-Claro.- Se limitó a responder y a seguirlo.
Se abrieron paso sin problemas hasta adentrarse en su objetivo. Ahí tuvieron que asesinar, sin dificultad y sin hacer ruido alguno, a un par de soldados que apenas habían logrado verlos. La estancia de la planta baja ya estaba por completo vacía, así que subieron las escaleras en silencio y se detuvieron en el descanso. Escucharon varias voces.
-No los hemos logrado encontrar, comandante.
-¡Entonces busquen una y otra vez hasta que den con ellos!, es importante que el teniente y mi hermano estén aquí ahora.
-Entendido.
-No regresen sin ellos, soldados.- Se dio la media vuelta y los vio alejarse después de la formalidad del aquel saludo militar que tanto odiaba.
"Dos hombres, ¡dos militares que no pueden encontrar a un par de hombres! Ahh..." Suspiró.
Al dirigirse a las escaleras cuesta abajo, se toparon con dos hombres francamente desconocidos, intentaron sacar sus armas de inmediato pero fue demasiado tarde. Antes de que bajaran siquiera el primer escalón, ambos soldados habían sido degollados de una manera tan precisa y discreta, que aquel par de hombres encarnaban más bien dos armas letales.
"Sólo uno más arriba, y esperaremos a los otros dos". Todo parecía tan sencillo en ese momento que era incluso, desalentador.
Scarlet se redirigía al cuarto de Ziel. Se volvió en sí instintivamente y lanzó una de sus navajas de guerra al pie de la escalera. Escuchó sin siquiera ver, la desgarradora sinfonía del filo irrumpiendo con violencia la piel y después los músculos hasta llegar a su límite. Sonrió confiada y dirigió finalmente su mirada a ellos.
Su navaja se había infiltrado en el muslo de uno de aquellos hombres, el más grande de ellos. No se dejó intimidar por su tamaño ni por su armamento. Ambos sólo poseían un arma cada uno; un revólver el que parecía el líder, y una ametralladora el otro soldado al que había herido.
Lo reconoció apenas se detuvo un segundo en su rostro, en su mirar.
"Bryan. ¿Qué demonios haces aquí?".
Mantuvo la misma serenidad sin perder la concentración. Dejó que él se acercase mientras parecía analizarla sin perder la defensiva, y no se salió de sus casillas hasta percatarse que el otro hombre también se dirigía directo a ella, sin inmutarse ni un poco por la profunda herida en su pierna que sangraba considerablemente. Su rostro era macabro y ensombrecido, como el de una bestia sin escrúpulos que no conoce la piedad.
"Soldados del Führer."
Pero, ¿ambos?.
-Yo me encargo de ella.- Dijo Bryan con frialdad.
Su determinación la dejó helada e incrédula ante lo que estaba presenciando. Aun así procuró mantener su mente pasiva para enfocarse en su objetivo.
Él no se dirigía hacia ella, estaba estático analizándola un poco más. Sin titubear apuntó su arma y en un suspiro casi irreal disparó varias ocasiones atentando contra su pecho y su cráneo. Todas esquivadas. "Menos mal".
Se acercó en un sigiloso movimiento, sabía que era más veloz que él en el combate cuerpo a cuerpo así que desenfundó sus dagas y aunque él logró reaccionar, tuvo el espacio suficiente para herirlo gravemente en el brazo izquierdo. Se incorporó, confiada de nuevo, sólo para encontrarse con un golpe seco en la quijada.
Resbaló por el impacto, pero se levantó con presurosa torpeza por el golpe al notar que él revólver de nuevo la apuntaba.
Una bala fallida y una cayendo a sus espaldas. La había atravesado por el costado derecho pero antes de experimentar aquel agudo dolor, lanzó una de sus dagas con un exasperado aliento esperando dar en el blanco, su yugular. Leía en sus ojos que pese a su confusión, él estaba dispuesto a asesinarla.
"Maldición, no hay otra opción".
Igualmente fallido, se había clavado en su hombro, pero le daba tiempo de volverse a incorporar. Era inútil, aquel disparo comenzaba a surtir efectos en su cuerpo. Estaba empapada hasta la rodilla de su propia sangre.
-¡Dejad de jugar Ritter y acaba con ella, o lo haré yo mismo!.- Exclamó su compañero.
-Ya, tranquilízate Abraham, sigo siendo tu superior y yo doy las órdenes aquí.- Respondió con su distinguido tono apacible.
Se aproximó a ella con paso seguro, pero en su mirada seguíase leyendo cierta intriga y confusión al encontrarse con ella.
Levantó su arma y la apuntó contra su sien.
Estaba vencida y lo sabía. Incluso si lograba librarse de él, ya no tendría las fuerzas de combatir contra su compañero.
-Bry... cariño, no me puedes hacer esto. No puedes asesinarme, porque nunca dejarás de amarme, como yo a ti...- Acarició su pecho y sonrió sinceramente al notar que por fin lograba reconocerla.
-Scarlet...- Lo recordó todo en un instante que pareció vagabundo durante tanto tiempo. La levantó y la tomó entre sus brazos con mucho fervor, con todo el que había permanecido extraviado por años. -Y-yo, te he hecho esto...-
Ella lo abrazó de la misma manera, se dejó envolver entre sus brazos.
-Cariño.- Sonrió sutilmente y lo abrazó con más fuerza.
Él se perdió en aquel irresistible momento y dejó caer su arma al suelo.
Ella desenvainó su daga y la dirigió a su cuello.
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En Memoria de la Seductora Guerra.
AksiRomance o sólo un lívido deseo. Repudio y amor, cimentados en la crudeza de una Guerra estratégica de la que es irreal salir con el espíritu ileso. "No escoges dónde nacer, ni tampoco tu destino, pero escoges por quién luchar; porque han sido las im...