Capitulo 8

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| KRISTEL |

No podía mirar su rostro sin que me acordara de lo que hicimos anteriormente, sin que la vergüenza y los nervios me consumieran por completo. ¡Que vergüenza Dios mío!

—Deja de mirarme por favor —pensé por décima vez en el día. Damián no me había quitado los ojos de encima desde que despertamos—. Me pones tan nervioso Damián, deja de mirarme, deja de mirarme.

— ¿Te pasa algo bebé? Estas todo rojo —lo mire, ¿cuándo se había acercado tanto?—. ¿Quieres que cancelemos...?

— ¡No! —interrumpí, gritando, trágame tierra por favor—. D-Digo no... E-Estoy b-bien...

— ¿Porqué estas tan nervioso? Mira como estas, estas temblando como gelatina. Parece que te derretirás en cualquier momento —acaricio mis brazos, me tense. Cada toque que hacían sus caricias a mi cuerpo ardiera en la zona tocada o acariciada. Como minutos antes que... ay no, Kristel ya deja de pensar en eso—. ¿Kristel?

Lo mire, la forma de mover sus labios y la forma en como me miraba... me enloquecía...

— ¿Hey? ¡Kristel!

—Uhm... ¿qué? —reaccione. Pase saliva tratando de que mis nerviosismo no me avergonzara más.

— ¿Seguro que estas bien? Vaya, te pusiste mas tenso y mas rojo, ¿quieres que vayamos con el doctor?

—... Es que... —tenía que decírselo. Esa duda que surgió en mi cabeza cuando hicimos eso—... ¿Q-Qué somos... a-ahora?... —lo dije, por fin lo dije.

— ¿Qué no es obvio, Kristel? —deje de respirar, cuando sus manos me atrajeron a él, juntado nuestras frentes—. Estoy enamo...

La voz chillona se hizo presente. Vi como Damián cerraba sus ojos fuertemente y suspiraba con frustración separándose —forzosamente— de mi lado. Maldita rubia teñida pechugo... Esperen, ¿en serio estoy tan celoso para decir esa grosería? Nunca había insultado a nadie. Pero esta rubia se lo merecía. Por primera vez en toda mi vida, el sentimiento de odio creció en mí.

— ¡Dami! Me prometiste que hoy iríamos a ver los preparativos de la boda —¿qué? Mire a Damián que la miro molesto y con los ojos entrecerrados.

—No, yo creo que te equivocas. Yo te deje muy en claro que no nos íbamos a casar. Jamás me casaría con alguien a quien solo considero un juguete sexual. Ahora si me disculpas tengo un asunto que atender. Muy importante —me miro, recalcando lo ultimo que dijo. Sonreí.

¡No se van a casar!

—Vamos bebe —se levanto del sofá y me tomo de la mano. Mire a la rubia que se había quedado boquiabierta. Reí disimuladamente pero la rubia lo noto, porque me mato —figuradamente— con la mirada.

— ¿A dónde vamos Dami? —pregunte animadamente una vez salimos de la casa. Todavía agarrados de la mano. No me molestaba en absoluto su tacto cálido contra el mío.

—Es una sorpresa y para eso. Tengo que vendarte los ojos. ¿Me permites? —asentí al mismo tiempo que veía que sacaba una bandana de color blanco.

Él se puso atrás de mí, cerré mis ojos instintivamente que sentía que me iba a poner la bandana. Mi respiración se corto cuando sentí su aliento cálido en mi cuello. Ni siquiera a había notado cuando ya había hecho el nudo. No podía ver nada.

— ¿Te puedo cargar? Así llegaremos más rápido al coche y nos iremos.

—E-Esta bien —acepte, segundos después mis pies ya no tocaban el pavimento, me recosté en el pecho de Damián. Sus brazos me sostenían fuertemente, me encantaba y mucho.

Mi AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora