| DAMIÁN |
Tres malditos días han pasado... y Kristel sigue estando extraño. Un poco triste. Lo sentía. Cuando me miraba sus ojos miraban otra cosa. ¿Qué pasaba?
—Kristel... —lo llamé, sin embargo no me contestó. Resoplé—. ¡KRISTEL!
—S-Sr. Kristel no esta en casa. El joven Jonathan vino por él — me informó una sirvienta que pasaba por ahí.
— ¿Cuándo?
—Hace una hora.
— ¿Una hora? ¡¿Una hora?!
—S-Si... —me di cuenta que la estaba asustando. ¡Mierda!
—Retírate —ordené.
—C-Con su permiso Sr. —se despidió cordialmente.
Suspiré, tratando de contener mi furia. No funcionó. Arrojé al piso fuertemente sin importarme que era y, al instante escuché los pedazos rebotar contra el piso. Caminé apresuradamente a la habitación, encerrándome una vez estuve dentro. No sin antes romper varias cosas que estaban en el pasillo. Me lancé directo a la cama, ahogando un grito de frotación en el gran almohadón.
Te voy a esperar, Kristel. Más valía que llegará tarde por que la furia que sentía ya no hice nada para retenerla.
| JONATHAN |
— ¿Seguro que estas bien? —pregunté, perdiendo la cuenta de cuantas veces lo había hecho.
— ¿Porqué me preguntas eso?
—Es que te veo raro... extraño y distraído.
—Es solo que... ¡Olvídalo! No tiene importancia.
Me crucé de brazos al ver como se alejaba de mí. Otra vez. Desde que había llegado a mi casa pareciera que evitaba a toda costa rozarme. Me estaba comenzando a hartar. No era para nada bueno si me enojaba. Aunque no lastimaría a Kristel físicamente, pero si le llegaba a gritar seguro lloraría por lo delicado y sensible que es. No me lo perdonaría si fuera así siquiera.
No con la única persona que me mantiene vivo.
—Kristel. Dime, sabes que puedes contar conmigo en todo lo que te pasé. Confía en mí.
— ¿Tú confías en mí? —fruncí el ceño a la vez que lo miraba algo sorprendido por el tono tosco y brusco.
—Claro que confío en ti...
— ¿Estás... tú estás... enamorado... de alguien?
Reí sin ganas. ¿Qué demonios?
— ¿Porqué me preguntas eso? —bajó la mirada.
—Entonces no te gusta nadie...
—No he dicho eso —me miró—. ¿Porqué...? Kristel ¿qué...?
Sus ojos estaban cristalizados y empezaba a respirar agitado. Como si se estuviera conteniendo por aguantar el llanto.
—Entonces ¿si... si estás enamorado de... mí?
No supe con exactitud cuantos minutos pasaron de un silencio incómodo. Ni tampoco cuando la tensión entre nosotros se había colado de repente. Jale mi pelo al momento de dejar salir un suspiró. ¿Ahora qué?
— ¿Eso qué?
—¿... Si?
Bufé.
—Claro que no, Kristel. ¿Cómo podría estar enamorado de ti? —mentí. Si con eso lograba quitar lo cristalino de sus ojos y su expresión triste mentiría. Escondería mis sentimientos si eso lo pone nuevamente feliz. Todo por él.
Suspiró y se empezó a reír.
—Si, era de esperarse. Perdón, que idiota fui al preguntarte eso. Soy un idiota.
— ¡Oh no! Esta bien. ¿Eso era lo que te tenía preocupado y extraño, el que me gustarás?
—La verdad... si. Pero ahora que se que no sientes nada por mí estamos bien. Me preocuparía el perder tu amistad.
Tragué saliva. Sonreí de lado, a duras penas.
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| KRISTEL |
¿Qué rayos pasó aquí? Todos los sirvientes se encargaban de arreglar —literalmente— la casa. Todo, absolutamente todo estaba destrozado.
— Disculpen. ¿Podrían decirme que pasó aquí? —pregunte sin elegir a quien preguntarle.
—El Sr. estaba enojado y de repente empezó a tirar y desgarrar todas las cosas que se encontró su pasó. Aunque creo que ya se le pasó el enojo porque no le hemos escuchado cuando se encerró en su habitación.
— ¿Saben el porqué se puso así?
—No. Si eso es todo me retiró joven. Porque bueno, como vera tenemos mucho trabajo.
Le sonreí. Y asentí un par de veces antes de subir a la habitación. En el proceso me encontré con más cosas tiradas e, incluso las cortinas desgarradas. En ese momento sentí como alguien me jaloneaba bruscamente para meterme en la habitación. Chillé y mire a la persona que me tomo así de brusco. Dispuesto a reclamarle por el poco tacto.
Damián. Retrocedí unos pasos grandes al ver el estado en el que se encontraba. Su rostro expresaba tanta furia que me daba miedo, sus dientes fuertemente apretados, su mandíbula tensa, los puños fuertemente cerrados a sus costados, el iris de sus ojos... ¿rojos?
— ¿Dónde estabas? —su tono de voz era demandante y firme. Me provocaba escalofríos.
—... Con J-Joni... —solté por fin.
— ¿Sin pedir permiso?
—Es que... no estabas y uhm y-yo pues...
—Debiste avisarme antes de que me enterará por otra persona.
—No te enojes. Ya estoy aquí —reí nerviosamente al ver como se acercaba a mí, haciéndome chocar contra la cama.
—Kristel, no estoy jugando.
—No hice nada malo —... ¿o sí?
— ¿Eso crees? —me dejé caer en la cómoda cama cuando Damián ya estaba parado frente a mí. Sin ningún centímetro de distancia.
Veía como Damián se inclinaba, apoyando su peso en sus rodillas que, sin darme cuenta estaban a los costados de mi cadera y, sus nudillos. No se porque pero de pronto sentí como mi entrada se humedecía rápidamente. ¿Qué?
—Estás provocándome —gruño, antes de que sus labios se enredaran con los míos y sintiera al instante una mano incrustarse en mi camisa. Acariciándome.
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Mi Alpha
WerewolfSe aman, pero no se atreven a confesarse por miedo a ser rechazados. Sin saber que son correspondidos mútuamente. |Obra original| No copias ni adaptaciones.