| KRISTEL |
Era él. El mismo hombre que me había dicho palabras indecentes ese día en la laguna o lo que sea que fuera ese lugar. Suerte que Damián era alto y yo pequeño, su camisa me tapaba perfectamente el bóxer-braga que me había regalado.
— ¡Vaya, vaya, que posición tan caliente te pones... Kristel! —fruncí el ceño por el comentario morboso que hizo. Damián se tensó. Mucho.
En un movimiento algo brusco me quitó de su regazo para taparme —rápidamente— con la manta caliente, asegurándose de cubrir cualquier parte de piel de mí cuerpo. Me besó en la frente.
—No tardo. No salgas —me susurró antes marcharse con aquel hombre desconocido para mí. Casi empujándolo.
Suspiré y me encogí llevando mis piernas a mi pecho, abrazándome. ¿De qué conocía Damián a ese hombre y porqué estaba aquí? ¿De qué tema en común hablarían?
De pronto sentí algo peludo en mis brazos. Sonreí, tome al animalito y le hizo mimos. O juntaba mi nariz con la suya. Era bastante tierno y adorable. ¡Más importante aún! ¡Damián me ama! ¡Me ama, me ama, me ama a mí! ¿Ya mencioné que me ama? ¡Oh Dios mío! Me río y mi corazón salta de solo pensar que él me amaba desde antes. Me preguntó desde cuándo.
A mí me empezó a gustar desde los 13 y me enamore de él esa misma edad. Cada mimo y con cada caricia me enamoraba más y más. Aunque lo raro era que cuando cumplí 11 no recordaba nada de nada. Absolutamente nada y tampoco lo conocía a él. Él me dijo que mí mamá me abandonó, y que él había sido el único que estuvo conmigo. Le creí, aunque la forma en como me miraba me daba un poco de miedo, además de inseguridad.
—Hola —miré hacía la puerta. Me tense al encontrar sus ojos grises. ¿Qué hacía aquí?
Temblé del miedo cuando se me acercó. Me alejé disimuladamente al notar que se sentaba a mi lado.
— ¿No saludas? —me acarició una mejilla. Apreté la mandíbula, no quería que me tocará.
—H-Hola Sr. —mascullé, conteniéndome las ganas de chillar cuando su mano bajo más, hasta la camisa de Damián que traía puesta.
—No me digas señor, me hace sentir viejo. Me llamó Dylan, Dylan Marshall —se presentó, extendiéndome su mano.
Dudé pero aún así la tome, eran grandes, como las de Damián solo que estas eran poco cálidas. Eran casi tibias. Me cubrían por completo la mano. Inflé los mofletes para no repelar por eso como lo hacía a veces con Damián. Sentí una mano acariciar mi pelo, revolviéndolo. Era Dylan, sonriéndome.
—No te asustes. No voy a hacerte nada... aún.
— ¡Salte de aquí! —el rugido me asustó que salté por el susto. Damián.
— ¿Vez? Asustaste al pobre niño —se levanto de la cama no sin antes darme un beso en la mejilla de imprevisto.
Segundos después Dylan era jaloneado por Damián muy brusco. Cerrando la puerta de un portazo.
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— ¿No te tocó de más? —negué, retorciéndome debajo de él por las caricias fuertes que les daba a mis muslos desnudos.
—N-No —gemí al sentir una mano encima de mi hombría por arriba del bóxer-braga. Sobándome.
—Quiero marcarte... no sabes cuanto lo deseo...
| DAMIÁN |
Quería marcarlo pero no podía. No hasta que cumpliera la mayoría de edad, sino sería un insultó. No podía arriesgar a Kristel. Lo culparían a él principalmente por ser un Omega y muchos dirían que me sedujo, mi opinión no contaba.
Apreté su pene sin hacerle daño. Sobando todavía por encima del bóxer-braga. Le quedaba estupendo. Se le ajustaba perfectamente a sus caderas anchas, le desabroché dos botones ágilmente la camisa mía que tenía.
—D-Damián... y-yo...
Oh.
— ¿Te mojaste tan rápido, cariño? —sobé más fuerte y lento, apretando en el proceso sus testículos—. Que lascivo eres... Me encantas... —chillo y se arqueó al momento en que sobé más rápido—. ¿Te vas a correr?
— ¡Sí! ¡Oh Dios... Damián!
—Vamos, bebé... Hazlo gimiendo mi nombre.
— ¡DAMIÁN! —gimió fuertemente, varios espasmos hicieron que su cuerpo se tensará.
—Sabes delicioso —lamí mis dedos que tenían algunos rastros del acto anterior.
Apartó la mirada de inmediato, ruborizándose.
—N-No hagas e-eso...
— ¿Ya te había dicho lo bonito que te pones sonrojado?
Sin esperármelo sus labios impactaron con los míos. Robándome por primera vez el aliento. Él había tomado la iniciativa primero y había ganado. Escuché su risa.
—Tú te ves guapo sonrojado.
¿Qué? En ese mismo instante sentí las mejillas calientes. ¿Enserio me había sonrojado por un beso? Lo miré sorprendido.
—Vamos a dormir, amor —casi me atragantó con mí saliva. ¿Amor? ¡Me había dicho amor!
Carraspeé, tratando de quitar el nudo de gritar y saltar de la emoción. Pero... ¡Kristel, el amor de mí vida, mi Mate y mí Luna me había dicho amor! Sentí un movimiento debajo de mí. Kristel estaba acomodándose para dormir. Sonríe y, solo por unos minutos toque mi pecho. Mi corazón estaba apunto de salirse, temía sufrir un paro cardíaco. Me acomodé al lado de Kristel, abrazándolo por la espalda, enrollando mis piernas con las suyas.
—Te amo, Kristel.
—Yo también —susurró. Estaba seguro que sonreía, lo podía sentir.
Besé su nuca antes de cerrar mis párpados y por fin descansar. Junto con mí Omega.
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| KRISTEL |
Un ruido me despertó, me sobresalté. Intente pararme en vano ya que el brazo de Damián estaba en mi cintura. Por debajo de la puerta vi una luz extraña, de tono verde y anaranjado. Miré a Damián que seguía dormido, ajeno a la situación —para mí— aterradora. Me deshice de su brazo despacio y con cuidado de no despertarlo. Me levanté dirigiéndome primero al armario para sacar uno bóxer limpio y me quite el bóxer-braga que no me habas quitado cuando... eso. Y me puse unos short negros un poco holgados.
Me abroché bien la camisa hasta arriba. Abrí la puerta tratado de no hacer tanto ruido y miré una última vez a Damián. Sentí algo extraño al verlo, por alguna extraña razón sentía miedo, mucho miedo. Algo me decía que regresará con Damián y me acurrucará junto a él. Pero ya estaba bajando las escaleras, siguiendo esa luz extraña y raramente hermosa. Crucé por un pasillo, la luz se vio por debajo de una puerta y cuando ingresé en ella ya no estaba.
Grité al momento en que la puerta se cerró de un portazo. Asustándome. Apenas di unos cuantos pasos algo estaba en mi nariz y alguien agarrándome desde atrás. Mis muñecas están inmovilizadas. Entonces mis párpados se volvieron pesados, ya no sentí nada.
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Mi Alpha
WerewolfSe aman, pero no se atreven a confesarse por miedo a ser rechazados. Sin saber que son correspondidos mútuamente. |Obra original| No copias ni adaptaciones.