| KRISTEL |
Tapé mis oídos. No más disparos, por favor. Tengo miedo y frío, solo tenía un short blanco de piyama de conejitos azules y una camisa de tirantes blanca. Estaba descalzo y me dolían los pies. Sentía mis labios temblar y los ojos me dolían. Me dolía la cabeza. Mi interior no dolía tanto.
Sacando fuerzas de donde no las había me eché a correr nuevamente. Hace minutos escuché mi nombre, de la voz de Damián. Pero ya no se oía nada.
—Damián, por favor —susurré cuando me tropecé, me raspé una rodilla.
Otro disparó.
— ¡KRISTEL! —escuché, sollocé al momento de sentir sus brazos rodearme fuertemente, sin dañarme—. Aquí estoy mi niño precioso, aquí estoy —susurró tiernamente en mi oído.
| DAMIÁN |
— ¡Que conmovedor! —sus manos aplaudieron, tenía su sonrisa cínica plantada en su rostro.
Sentí las manitas de Kristel apretar mí abrigó desde mi pecho.
—Tranquilo. Te voy a proteger, Lindo —le susurré para que solo él me escuchará.
—Sí me lo das no habrá ningún problema. Nadie saldrá herido.
Me quité mí abrigó para envolver a Kristel en él. Estaba demasiado pálido. Era un pálido anémico. Me levanté y me puse frente a Kristel. Tengo que protegerlo.
— ¿Porqué simplemente no me lo das? Podrías conseguir a otro mucho mejor. Y no uno que no pueda soportar unas caricias que, al instante lo ponen húmedo.
Me le lancé encima. ¡Lo había tocado! Rodamos por el barro, él me golpeaba y yo también. La arma había volado a quien sabe donde.
Algo pasó. La arma la había recuperado Dylan, pasó muy rápido y disparó...
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| KRISTEL |
Estaba en... En realidad no sabía pero todo estaba en blanco. ¿Qué pasaba? Me sentía, de alguna manera, en paz. Me sentía sumamente liviano. Como sí flotará. Mi ropa en sí era completamente blanca. Seguía descalzó con solo un vestido creo. Nada ajustado hasta por encima de las rodillas. No tenía raspones. La pared era un espejo, completamente reflejó.
No tenía ojeras ni mis ojos estaban rojos. Estaba bien. Me sentía completamente bien. Una luz muy fuerte me cegó. Saliendo de ella... una mujer.
Era ella, su pelo rubio caía en cascadas hasta su cintura, sus ojos verdes me transmitían amor y cariño.
—Mamá...
—Te pareces tanto a tu papá.
— ¿Mí papá era un Omega?
—No, era un Alpha. Tu eres él pero en Omega —quería llorar pero por alguna razón ninguna lágrima salía—. Tienes que regresar —me dio un beso en la frente.
— ¿Qué? ¡No, mamá!
—Tu Alpha te está esperando. Es hora de despertar, hijo.
—Pero mamá...
—Es hora de regresar, hijo —otra voz. Ronca y gruesa. Volteé, encontrándome con un hombre alto, de ojos azules, fornido y peli-negro.
Como yo pero Alpha.
—Papá...
—Despierta, hijo. Tu Alpha te esta esperando.
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Mi Alpha
WerewolfSe aman, pero no se atreven a confesarse por miedo a ser rechazados. Sin saber que son correspondidos mútuamente. |Obra original| No copias ni adaptaciones.