Frenesí carmesí*

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     Dylan corría sin mirar atrás; le estaban dando alcance y sabía que podría ser su fin

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     Dylan corría sin mirar atrás; le estaban dando alcance y sabía que podría ser su fin. El no quería mirar atrás, tanto era su pánico que no sabía cómo sus piernas seguían moviéndose con tanto cansancio, estaba agotado pero no se daba por vencido, no quería ser capturado, quería seguir viviendo y ver a su familia una vez más.

« Zatsha por favor ayúdame, necesito fuerza »

     —Él se repetía tanto en la mente la misma frase sin tener suerte, que se preguntaba porque su Dios no lo escuchaba.

     — Ven aquí rata. — Dijo una voz molesta.

     — No te servirá de nada correr, te alcanzaremos. — Agregó una voz aguda.

     — Déjenme en paz, yo... yo no soy quien dicen, déjenme ir. — Dijo Dylan desesperado. Estaba sediento y sentía que sus piernas flaquearían en cualquier momento. — ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme!

     — No mientas cabron. Además, nadie te oirá por estos rumbos, vas a morir.

     Se encontraban los 3 corriendo; uno por su vida y los otros por su comida. El camino por el que iban a pesar de conducir a puerto Salamandra, no era muy concurrido debido a la gran cantidad de fauna que había por ahí, lo que limitaba el movimiento de los pesados carromatos con mercancías y los viajeros no se animaban a caminar solos por miedo a perderse.

     Dylan sentía como sus energías desvanecían, sus piernas temblaban y falseaban con cada pisada en la suave tierra. Desesperado miraba a sus alrededores por algún escondite, iba tan distraído en esa búsqueda, que no alcanzo a divisar un tronco caído en el suelo con el que tropezó y lo hizo caer rodando más de metro y medio en el suelo, rasgándose con algunas ramas y piedras afiladas que había allí; intento ponerse de pie rápidamente pero sus piernas ya no respondían, se había esforzado demasiado, su miedo ya no era un motor para seguir andando.

     — No por favor, ¡no me hagan nada! — Sus gritos de pánico daban escalofríos.

     — Descuida no sentirás nada, te mataremos rápido. — Dijo uno de los vampiros con tono infantil.

     — ¡Ja!, como no... sentirás lentamente como bebemos toda tu sangre hasta dejarte seco, solo entonces te dejaremos morir.

     Dylan solo guardo silencio y cerró sus ojos esperando el final, se decidía a rezar cuando sintió dos brazos oprimiéndolo fuertemente desde los costados y sintió como se le clavaban unos colmillos fríos como acero en la yugular, quiso gritar pero no podía hacerlo; dos grandes colmillos penetrándole que no lo dejaban emitir sonido alguno. Por un momento pensó que era su hora de morir, puesto que se le dejo caer y los vampiros no estaban sobre él.
Dylan consiguió abrir los ojos por un momento; vio a los dos vampiros dándole a la espalda. Logró observar unas diez personas más, ¡Eran Hemats! Por fin habían llegado al lugar.
Dylan solo veía como movían la boca, sus cinco sentidos habían sido minorizados de alguna manera y no podía escuchar lo que decían, su vista se nublaba cada vez más. Apenas logró abrir la boca... 

Colmillo Helado, Blasón de Fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora