Alcatraz III: Duelo*

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     La mañana de ese día era fría, las lluvias no cesaron ni un instante en toda la noche y la neblina en el lugar era muy densa, no permitía una visión clara a más de quince metros, intentar ver más allá era en vano

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     La mañana de ese día era fría, las lluvias no cesaron ni un instante en toda la noche y la neblina en el lugar era muy densa, no permitía una visión clara a más de quince metros, intentar ver más allá era en vano.

     Esa noche el Sargento Samuel no había logrado pegar ojo, la intensa lluvia no le permitió conciliar el sueño y eso le provocó mal carácter; odiaba no poder descansar como era se lo tenía merecido. 

     En Alcatraz, era común hacer sonar las campanas cuando los primeros rayos de luz alcanzaban la torre mas alta, la torre central; siempre era el Sargento en turno quien hacía el llamado, pues la habitación para el Sargento responsable de Alcatraz se encontraba en la parte más alta de esta torre. Ese día el Sargento hizo sonar la campanas antes de lo esperado, pues con la densa niebla que rodeaba la isla no sería fácil percibir esos rayos de sol... o tal vez solo hizo que los Hemat y cachorros se levantaran antes por mal humor.

     —Y no quiero demoras con mi desayuno, no es buen día para ponerme de peor humor —  Samuel terminaba de vestirse en su habitación mientras el sirviente, quien no poseía rango ni entrenamiento militar lo escuchaba. —  ¿Que haces aquí aún? ¡Rápido! —  Espeto con fiera mirada.

     —Enseguida señor — Expresó en voz baja el sirviente, su nombre era Gael. 

     —Una cosa más, alista mi caballo y llévalo fuera del comedor.

     — ¿Saldrá señor? ¿Gusta que coloque las armas en los arnés?

     — No, no saldré pero coloca la alabarda nada mas. — Samuel hizo un ademas con su mano izquierda indicando a Gael que se retirara y este salió de la habitación.

     El Sargento se colocó en la base de madera del ascensor dispuesto a un costado de la torre, y fue liberando poco a poco la gruesa soga remachada con cuero y algodón para descender. Existían escaleras en esa torre, pero el sargento rara vez las utilizaba, y el ascensor no estaba permitido que gente si rango importante la utilizara, siempre era el Sargento quien lo utilizaba. Apenas llegó al suelo y se dirigió a la zona de comedor donde esperaba que ya estuvieran todos los cachorros. Se dio paso entre la densa neblina para llega a su destino; por suerte para él, sabía de memoria los camino y las irregularidades del terreno y así no tener problemas al caminar con la neblina que limitaba la visión del suelo, pues en el fondo era aún mas densa. 

     Una vez llegado al comedor, Samuel se paró justo en la entrada y observó el área, se quedó varios segundos mirando atentamente a todos, la sala se silenció de momento cuando vieron la fría mirada que les otorgaba. Al cabo de unos segundos cerró la puerta sin importarle si alguno se había quedado fuera para perderse sus alimentos. Prosiguió su andar hasta su lugar en la mesa central del frente donde ya lo esperaba Gael con su vasto desayuno. Toda la comida que se ofrecía en Alcatraz era de buena calidad y variedad posible, sin embargo el Sargento siempre obtenía ración doble a diferencia de los cachorros recién llegados.

Colmillo Helado, Blasón de Fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora