El clero ha dictado que los únicos aptos para hacer magia son los seres divinos, por lo que han perseguido y eliminado a los hechiceros sin cansancio; clamaron que la hechicería provenía del mundo de las sombras. Su estúpida decisión de eliminarlos...
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Todos los Hemats, cachorros y sirvientes se habían reunido bajo la torre central alarmados y confundidos. El sargento Samuel subió a lo alto de la torre para ver el motivo de la alarma y vio como un inmenso ser proveniente del norte. Se iba asomando fuera del agua en dirección a la isla. Un monstruo marino el cual reconoció gracias a los libros alojados en la biblioteca de Alcatraz; el simple hecho de ver el tamaño de ese ser era motivo de preocupación sin siquiera saber si pensaba atacarlos. A ojos del sargento era doce veces más alto que un humano. El bípedo y ancho ser, portaba en uno de sus puños lo que parecía ser un mástil. A su espalda desde la parte baja hasta el cuello portaba una coraza áspera con picos que salían de ella. Todo su cuerpo estaba enlamado, pero debajo de ese cieno de mar se observaba su piel café grisácea.
—¡Preparen las balistas de cada torre y el lanza piedras!—Gritó Samuel desde lo alto. — ¡Gortauga!... ¡Una Gortauga viene hacia acá!—Samuel dio un brinco hacía abajo donde se encontraba la plataforma de madera de su elevador, y esta se tambaleó pero el sargento alcanzó el equilibrio tomándose de una piedra sobre salida de la torre y soltó el contra peso para bajar rápidamente.
Todos los presentes en Alcatraz se adentraron a los cuartos de armas para tomar ballestas picas y escudos que aún estuvieran libres y conforme salían del almacén, los superiores les daban ordenes de formación y posición a todos. Todos los Hemat del lugar se formaron en los patios del norte, mientras que los nuevos chicos estaban formados detrás de ellos. Los cachorros que ya tenían tiempo ahí se posicionaron en los terraplén y matacanes de la fortaleza. Los sirvientes eran los encargados de manejar las balistas y el lanza piedras.
La Gortauga se acercaba a paso lento, pero fiero gruñendo en su andar mientras ondeaba el mástil de un lado a otro. Su excesivo peso inutilizaba y destruía las trampas en la arena. Las pocas que lograban activarse no parecían lastimar al gigante.
—Mantengan las picas listas y las ballestas cargadas. Prepárense a dispararlas a mi señal—Ordenó Lucas, uno de los oficiales bajo el mando de Samuel mirando a los Hemat y cachorros que estaban en los patios.
—Dispararan todos los proyectiles que tengan hacia el cuello de esa cosa hasta que la bestia llegue a setenta metros de distancia en ese momento se posicionaran en la retaguardia—Gritó otro oficial que se encontraba en el terraplén.
—No se suponía que esto debía pasar—Dijo Sofía sin poder ocultar su miedo en la formación. Ya estaba casi totalmente recuperada de sus heridas.—Según los libros esa cosa debe ser enorme
—Juntos lo lograremos. Somos muchos y tenemos balistas en las torres—Dijo David con una sonrisa tratando de calmar a Sofía.
—Tranquila, ya veras que todo saldrá bien—Alexander tomaba la mano de su novia.
Sebastien y Karen observaban a todos los chicos que los rodeaban, miraban sus caras de preocupación, algunos otros de determinación. Kristoff no deja de brincar en su lugar tratando de ver a la Gortauga. Las caras de Elric, Frank y Tobias no reflejaban preocupación alguna, pero no se podía decir lo mismo de Demian; parecía que en cualquier momento le brotarían los ojos de sus cavidades.