Alcatraz II: Promesa*

51 6 11
                                    

     Hacía cinco semanas que Alcatraz abrió sus puertas a un nuevo grupo de cachorros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

     Hacía cinco semanas que Alcatraz abrió sus puertas a un nuevo grupo de cachorros. Eran treinta y cinco días que Alcatraz había ofrecido sus hermosos horrores a los nuevos presentes.

     Los grupos de cachorros de generaciones pasadas cargaban una mirada sin brillo, totalmente fría. Se les oía decir que solo quedaba un tercio de esa generación, los otros fueron muriendo de agotamiento, falta de nutrición y a causa del entrenamiento; era verdad que los sobrevivientes demostraban ser sumamente fuertes, pero eso no les garantizaba aun que salieran con vida de la fortaleza negra.

     Sebastien y sus amigos, juntos, habían logrado sobrevivir, pero ya todos estaban muy agotados, el descanso que les daban era muy poco. Sofía había resultado herida en una de las primeras prácticas y sin el descanso necesario aún no lograba sanar del todo la herida; esto la mermaba en los entrenamientos lo que provocaba un desgaste mayor de sus amigos al estar pendiente de ella a todo momento.
Samael y sus allegados no tenían heridos, pero también estaban muy agotados, aunque eso no evitaba que maldijera al otro grupo, incluso ya se había apalabrado con algunos chicos que ya llevaban un año ahí.

     Por su parte, el Sargento Samuel solo se encargaba de presionar a los chicos, arremetiendo contra ellos, lanzando tajos y golpes sin aviso; se justificaba diciendo que los vampiros y demás engendros no les harían una invitación a pelear.

     — Estoy tan agotado, desearía poder dormir 3 días enteros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

     — Estoy tan agotado, desearía poder dormir 3 días enteros.

     — Lo siento chicos, se que mucho de su cansancio es por mi culpa. — Dijo Sofía quien estaba sentada en el suelo de su recamara mirando hacía el suelo. 

     Sus ojos ya no emitían un color miel resplandeciente. Se había tornado opaca e inexpresiva, algo que resultaba un poco difícil debido a sus grandes ojos.

     — Deja de decir eso Sofía. Tu única preocupación debe ser recuperarte, por salud. — Le tranquilizó Karen quien estaba sentada a su lado. Tenía la cara pálida y estaba mas delgada; ambas chicas lo estaban.

     — Ya inventaremos algo para que puedas quedarte un día entero descansando Sofía. Y con suerte conseguirte comida, mucha comida que nos compartirás. 

Colmillo Helado, Blasón de Fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora